Aunque, como es obvio, la serie “Fariña” no guarda relación con el sistema financiero, al margen de la referencia a algunas prácticas para blanquear capitales procedentes del narcotráfico —un tanto toscas, por lo demás—, nos ha parecido oportuno traerla al blog por diversos motivos.

La serie de Atresmedia, inspirada en el controvertido libro “Fariña: Historia e indiscreciones del narcotráfico en Galicia”, de Nacho Carretero, nos ha permitido volver la mirada a recuerdos supuestamente olvidados y a otra época en la que estas noticias abrían los telediarios, cuando las fuerzas y los cuerpos de seguridad y los tribunales dieron un paso al frente y reaccionaron ante la aceptación social y la pasividad generalizadas, primero, ante el contrabando de tabaco, y, después, el tráfico de droga procedente de Colombia (en “Fariña” también aparece puntualmente la figura de Pablo Escobar) o Marruecos.

La persistente crisis social y económica de determinados territorios, y la ausencia de trabajo estable y de calidad, incluso de perspectivas de progresar en la vida, fue, y continúa siendo, el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de este tipo de conductas, tanto desde el punto de vista de la oferta y la intermediación como desde el del consumo.

Conscientes del enorme volumen de dinero movilizado por el narcotráfico, del surgimiento de “narcoestados” y de los evidentes y perniciosos efectos para la salud y para nuestras sociedades derivados de su consumo, las autoridades nacionales y las instituciones internacionales reaccionaron para coordinar sus esfuerzos y terminar con esta lacra.

A la respuesta brindada por el Derecho Penal se unió la no menos vigorosa ofrecida por las leyes administrativas, con la estrecha colaboración de los sujetos obligados —véase el art. 2 de la Ley 10/2010—, para prevenir el blanqueo de capitales procedentes de la comisión de estos delitos —y, más adelante, la financiación del terrorismo—.

La Ley 19/1993, de 28 de diciembre, sobre determinadas medidas de prevención del blanqueo de capitales, que sirvió de transposición de la Directiva 91/308/CEE, marcó un hito.

Conforme al preámbulo de la vigente Ley 10/2010, de 28 de abril, de prevención del blanqueo de capitales y de la financiación del terrorismo: “La política de prevención del blanqueo de capitales surge a finales de la década de 1980 como reacción a la creciente preocupación que planteaba la criminalidad financiera derivada del tráfico de drogas. Efectivamente, el riesgo de penetración de importantes sectores del sistema financiero por parte de las organizaciones criminales, al que no proporcionaban adecuada respuesta los instrumentos existentes, dio lugar a una política internacional coordinada, cuya más importante manifestación fue la creación en 1989 del Grupo de Acción Financiera (GAFI). Las Recomendaciones del GAFI, aprobadas en 1990, pronto se convirtieron en el estándar internacional en la materia, constituyéndose en la inspiración directa de la Primera Directiva comunitaria (Directiva 91/308/CEE del Consejo, de 10 de junio de 1991)”.

Por otra parte, la aparición en “Fariña” del juez Baltasar Garzón en el marco de la “Operación Nécora” (12 de junio de 1990) nos ha hecho recordar de inmediato la obra de Pilar Urbano “Garzón: el hombre que veía amanecer” (Plaza & Janés Editores, S.A., 2000), que leí en apenas una semana en enero de 2001.

Para mí, como para también, probablemente, una buena parte de quienes pasaron por las aulas de las Facultades de Derecho, no solo de España, en los últimos años del anterior milenio, Garzón era un personaje casi mítico: de origen humilde, accesible, trabajador hasta la extenuación, comprometido con causas justas, brillante desde el punto de vista técnico, atrevido en la interpretación y en la aplicación del Derecho —no solo por sus acciones contra el narcotráfico sino también contra el terrorismo de ETA—, ambicioso…

Son muchas las páginas de la obra de Pilar Urbano que se dedican a “Nécora”, la primera operación antidroga con un despliegue policial de esa envergadura, pero destacamos a continuación algunas de las reflexiones del propio Garzón.

Las mafias, que trabajaban en comandita con los colombianos y los italianos, habían sido hasta entonces intocables. El objetivo de la operación era detenerlos a todos, porque habría sido un fiasco neutralizar únicamente a algunos camellos y no a “los de arriba”.

La fórmula del éxito de “Nécora” fue la sorpresa y la simultaneidad de las detenciones, sin resquicio al chivatazo que pudiera abortar el operativo (las “voluntades compradas” en todas las esferas no eran pocas).

A medida que avanzaba el día —la operación se inició a las 6 de la mañana, con la noche todavía cerrada—, las emisoras de radio locales comenzaron a dar noticias de la redada y de la identidad de los detenidos, nombres muy conocidos, muy temidos y muy aborrecidos por la gente de la comarca arosana.

Garzón cuenta con emoción cómo vio a las madres y a los padres de los chicos enganchados en la droga perder el miedo y, en una inesperada inversión de la situación, gracias la acción legítima y contundente de la Justicia, sentirse respaldados y echarse a la calle.

A partir de entonces, la lucha sin tregua contra el narcotráfico y contra el blanqueo de capitales dejó de ser noticia y de acaparar las portadas de los periódicos y la apertura de las noticias.

Series de calidad como “Fariña” entretienen y permiten, con las licencias propias de este tipo de producciones, conocer cuál ha sido nuestra historia y el punto en el que nos encontramos.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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