Que una publicación escrita alcance 1.500 números, tras 35 años en el mercado editorial (1985-2020), merece un general reconocimiento. Felicidades a “Gigantes” (anteriormente, “Gigantes del Basket”) por semejante hazaña.

De una buena parte de estos números di cuenta en su momento, y muchos de ellos, milagrosamente, los conservo. Mi entrada en el mundo de la lectura no se produjo de la mano de un Julio Verne o de un Charles Dickens, sino de Gigantes y de otras revistas, ya desaparecidas, como “MicroHobby”, o “Micromanía”, en sus primeras épocas.

De ser lector constante de Gigantes pasé a serlo más esporádico, aunque en los últimos años me he vuelto a convertir en incondicional. El hecho de que la revista sea mensual y no semanal facilita la tarea, aunque también es cierto que los contenidos del sitio en Internet y los de las redes sociales permiten que el contacto sea más continuado.

Con el número de agosto de 2020 se entrega el ejemplar de lanzamiento de 1985, lo que permite apreciar con claridad la evolución de la revista, de sus contenidos y de nuestro deporte. Desde la atalaya de la “cultura del baloncesto” también se puede apreciar con nitidez cómo ha evolucionado nuestra sociedad. Lo único que no ha cambiado es que Michael Jordan sigue siendo el rey, y que todo lo demás es más o menos accidental.

La pandemia ha cambiado para siempre nuestras vidas, por lo que, ya que no podemos presenciar partidos de las principales competiciones nacionales y europeas in situ, ni de estas competiciones o de la NBA on line o por televisión, ni siquiera jugar el sanador partido semanal con el grupo de amigos de los martes (que también hunde sus raíces en el tiempo, décadas atrás, en el mítico Ciudad Jardín, con algún insigne invitado temporal como el mismo Homicius), al menos, gracias a este número de Gigantes, podemos pasar revista a 35 años de historia de baloncesto, es decir, a nuestras mismas vidas casi al completo.

En la página 2 del número 1, de 11 de noviembre de 1985, se justifican adecuadamente las razones para lanzar la revista, bajo el título “¡Bienvenidos!”: “Efectivamente, bienvenidos. Nos halaga que te hayas decidido a comprar GIGANTES DEL BASKET. En todos los primeros números resulta ya un tópico el explicar los objetivos que se marca una publicación cuando se pone a la venta. Pero también es cierto que de alguna manera hay que explicarlos. Hemos tratado de huir de ellos, pero hemos decidido, en definitiva, que algo había que decir […]”. El seguimiento de las competiciones nacionales se acompañó, desde el primer momento, del tratamiento del baloncesto de los Estados Unidos, del que entonces nos separaba un abismo en todos los ámbitos: deportivo, organizativo, económico…

Del baloncesto español de 1985 apenas queda nada: “De los pabellones descubiertos a la iluminación unificada, de los americanos fichados como por catálogo a plantillas casi sin jugadores nacionales, de los viajes en autobús a los tres partidos semanales, de dos árbitros y sin línea de tres puntos a tres más la tecnología”.

La recién constituida ACB (1983-1984) obligó a los clubes a disputar sus partidos en pabellones con capacidad para 5.000 espectadores, cuando lo habitual era que el público no rebasara los 2.000.

Ciertamente, recuerdo los partidos del Caja de Ronda, no sabría decir si de la etapa pre-ACB o ACB, quizás de Primera, que se presenciaban prácticamente en familia. Como curiosidades del número de lanzamiento de Gigantes, en la portada aparecen Greg Wiltjer y Fernando Martín. El hijo del primero (Kyle) jugaría en el Unicaja de la temporada 2018-2019. El Caja de Ronda militó en esa temporada (1985-1986) en Primera B; el primer número de Gigantes coincidió con la victoria del club cajista ante el Logos, por 76-81, con un Germán González estelar que anotó 21 puntos (en ese partido jugaron, además, Ferrer, Rafa Pozo, Llorente, Villalobos, Herranz y Nicolau). El partido se disputó en “La Nevera”, “ante unas 300 personas, que aguantaron el frío reinante en este pabellón” (la denominación se ve que se ajustaba a las prestaciones de las instalaciones…). También se entrevistó en este número a un Gonzalo Sagi-Vela que abandonó la disciplina cajista tras el descenso de categoría de la anterior temporada, quien lanzó una enigmática acusación: “Tengo bastantes amigos en Málaga, casi todos los jugadores son amigos míos, ya que lo mejor del deporte son los deportistas, los más sanos. Pero hay mucha gente ahora, que por diversas circunstancias son directivos y no deberían de serlo. No porque no sirvan, sino porque anteponen sus problemas particulares a los del equipo. Lo usan como trampolín y no debería existir esto en el deporte”. Con todo, ahí sigue Unicaja, como uno de los patrocinadores más longevos, en claro ejercicio de su responsabilidad social, del deporte en nuestro país, incluso en Europa…

En el número 1.500 también se recoge el testimonio de Arlauckas sobre su llegada a Málaga: “Ahora la mayoría de la gente habla inglés. Cuando llegué a Málaga tardé casi cuatro meses en tener teléfono en casa. No tenía contacto con mis padres ni mis hermanos. Tenía que llamar desde el club, que me cobraba un pastón por llamar”. La casa en la que Arlauckas residía, no sé si durante todo su periplo en Málaga o sólo durante parte de él, fue aquella a la que me referí en la entrada “Sí, yo conocí a Chewbacca”, que también acogió, entre otros, a Mark McNamara.

Y por cerrar estas palabras dedicadas al Caja de Ronda/Unicaja, que, sin pretenderlo, se han extendido más de la cuenta, también se recoge en el número 1.500 de Gigantes una extraordinaria imagen de Kareem Abdul Jabbar ejecutando el mítico “sky hook” en las instalaciones de Los Guindos. Kareem visitó un campus para niños a finales de junio de 1991, sin cobrar, con el gancho de un viaje a la Alhambra… Esta foto de Mariano Pozo, que no conocía, podría ocupar, por todo lo que supone, un lugar de privilegio en Los Guindos.

En fin, como decía, gracias a este número de Gigantes he podido rememorar recuerdos casi olvidados, y enlazarlos con el presente, dotando al conjunto de una solidez prácticamente indestructible ya, en línea con las sensaciones experimentadas al leer “La Pitipedia”, meses atrás: el primer All-Star de Don Benito —a apenas 10 kilómetros de Villanueva de la Serena, donde residía un José Manuel Calderón de cuatro años—; el fichaje de Drazen Petrovic por el Real Madrid y su escapada a Portland; el retorno de un Sabonis que pasó de ser soviético a lituano en cuestión de días; la fuerza de un Fernando Martín que perdió la vida trágicamente un 3 de diciembre de 1989 —jugaba al “Fernando Martín Basket Máster”, de Dinamic, en mi Spectrum +2 cuando me enteré de la noticia—; el primer anillo de Jordan, al que después seguirían otros cinco, con todos los detalles y la intrahistoria que conocimos en “The Last Dance”; la participación de Jordan en un partido de exhibición de la ACB; la enfermedad de Magic Johnson y su reaparición en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, con el mejor equipo de baloncesto de todos los tiempos; a Epi acercando la llama olímpica hasta el arquero (Antonio Rebollo) que iluminó el pebetero olímpico; el Estudiantes de Pinone y compañía, que nos encandiló en nuestra adolescencia; el campeonato de Europa de Dominique Wilkins con Panathinaikos; a Andre Turner (MiniMagic, según Magic), un jugador pequeño pero de enorme talla baloncestística; el campeonato europeo del Joventud, que compensó el mazazo del triple de Djordjevic —el Partizan de Fuenlabrada—; la liga del TDK liderado por un Creus de 41 años; la aparición de los “juniors de oro”, con su consagración en 1999, y el reinado de la mejor selección nacional de todos los tiempos, con un Pau Gasol eterno; los 81 puntos de Kobe Bryant; la Liga ACB de 2005-2006 del Unicaja, con un Garbajosa estelar; la aparición de Doncic…

El baloncesto, más allá de las anormales burbujas impuestas por la pandemia, volverá, y alegrará nuestros corazones, y Gigantes estará ahí otros 35 años, al menos, para contarlo, con la frescura de siempre. Directamente, o a través de nuestros hijos, a los que ya hemos “inoculado” el amor por el baloncesto y sus valores, esperamos ser testigos de estos nuevos hitos.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

1 comentario

Francis Arjona · 6 agosto, 2020 a las 10:53 am

Buen artículo José María. Antes la revista era semanal y tenía todos los números hasta el año 2003 creo. En el número 500 salimos como nombre de equipo al quedar segundos en el Buckler 3×3 q se celebraba en el Parque del Oeste. Nos entregó el trofeo Chechu Biriukov

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