Mi primer regalo de cumpleaños llegó, por sorpresa, con tres meses de adelanto: en octubre recibí, enviado por mi amigo Antonio J. Paniagua, “The Jordan Rules”, de Sam Smith.

La serie “The Last Dance”, de Netflix, ha servido para que los más jóvenes conozcan a Jordan y para que los más veteranos, entre los que ya me encuentro, digan algunos lo que digan, recordemos su genialidad y su extraordinaria e imponente presencia en las canchas.

Sam Smith es periodista y, en concreto, formaba parte del equipo de Chicago Tribune en 1991, cuando los Bulls consiguieron su primer anillo. Su lectura me ha llevado a aquellos días que recuerdo como de verano, cuando los Bulls derrotaron a los Lakers, con Magic, Divac, Campbell, Perkins…

Si en “The Last Dance”, serie por la que desfila el propio Smith, se ofrece la historia del último anillo, el de 1998, en “The Jordan Rules” se narran todas las vicisitudes de la temporada del primer título (y una referencia un tanto fuera de lugar, en sus últimas páginas, al segundo, en la temporada siguiente).

Es sabido que a Jordan le resultó complicado rodearse de jugadores que le ayudaran a conseguir su primer campeonato, pero la impresión, vista la situación desde fuera, es que, una vez que las piezas encajaron, el resto vino dado por añadidura…

Nada más lejos de la realidad. La obra muestra, en primer lugar, a un Jordan complicado en el trato con todos: con los dueños del club, con los directivos, con sus compañeros… Por lo que se deja entrever, quizás solo mostrara un cierto respeto por su entrenador, Phil Jackson.

“The Jordan Rules” es una especie de cuaderno de bitácora, que avanza día a día y en el que el autor ofrece, además de lo acaecido en el terreno de juego, lo sucedido en los despachos y en la calle, con apoyo, adicionalmente, en referencias a la biografía e incluso a la psicología e inquietudes de los compañeros de equipo y de los rivales de Michael Jordan.

El perfil que se traza del seis veces ganador del anillo es más negativo que positivo: su egoísmo en el terreno de juego, la acaparación del balón, la desconsideración hacia sus compañeros, su pasión por el golf, el juego de apuestas y algunas compañías no recomendables, su desmedida ambición por ganar…

El legado de Jordan sigue ahí, con determinados hechos controvertidos y polémicas: dos retiradas y dos regresos, la asociación de su figura con determinadas marcas comerciales, con reflejo, incluso, en la recogida del oro olímpico en Barcelona, su vida al margen del baloncesto…

No hay personaje histórico que no suscite debate, y Jordan no iba a ser una excepción. De haber sido templado quizás habría pasado por la historia, como tantos de nosotros, sin pena ni gloria, lo que no parece que sea su caso…

Está bien saber lo que cuenta Smith, que, como periodista, emplea con sutileza un estilo de mero cronista, pero si atendemos a lo que Jordan ha representado y representa, y si revisamos los números y las imágenes de esos maravillosos años, es mucho más lo que hay en el haber que en el debe, en esta hipotética contabilidad de lo que Jordan ha aportado al mundo del baloncesto universal.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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