Por Victoria Coronas Muñoz (estudiante de 1º Periodismo en la UMA, y responsable de redes sociales de ElDebatiente, un proyecto de Cánovas Fundación)

El pasado jueves 16 de marzo tuvo lugar, en el auditorio del Museo Picasso de Málaga, la proyección del documental “Siempre te llevo conmigo”, sobre los orígenes y la evolución del equipo de baloncesto Unicaja de Málaga.

A pesar de ser una de las ciudades con más historia de la península, en lo que al baloncesto respecta Málaga no siempre ha tenido la tradición que tienen otras provincias del país. Sin embargo, cuando este deporte empezó a ganar la importancia que merecía entre los locales, lo hizo de una manera más que especial. El documental “Siempre te llevo conmigo” muestra, pues, la historia del baloncesto malagueño. Tal y como contaba su director, José Rodríguez Vergara, minutos antes del visionado, “era necesario escribir esta historia”.

El principio de todo (Capítulo 1) se localiza en El Palo a mediados de la década de los 60, donde Alfonso Queipo, una de las personas que más han aportado al club incluso cuando ni siquiera existía, fundó el CD El Palo.

Algo después surge el Caja de Ronda, que durante años compitió con el también recién nacido Mayoral Maristas. Ambos equipos concentraron sus esfuerzos en obtener una plaza para competir en lo que algunas temporadas después se conocería como la ACB, liga en la que nuestra ciudad llegó a tener a los dos equipos compitiendo simultáneamente. De estos años, hay ciertos miembros de ambos clubes de obligado nombramiento, tales como Ray y Mike Smith, jugadores del Mayoral Maristas decisivos como los primeros extranjeros que aterrizaban en la ciudad verde, o Dan Caldwell y Mark McNamara, por parte del Caja de Ronda, que, de la misma forma, dejaron una impronta inolvidable.

Ya en 1992 empezaba a retumbar el pabellón de Ciudad Jardín con cada partido que se disputaba, donde el Unicaja Mayoral estaba comandado por Javier Imbroda, entrenador histórico del equipo, del que muchos miembros del Club siguen todavía destacando su valentía, ambición e ideas claras; el entrenador melillense se mantuvo siempre firme en la idea de que con trabajo e ilusión no habría reto que se le resistiera al equipo malagueño.

La década de oro (Capítulo 2) comenzaba con la llegada de Bozidar Maljkovic. Conforme el equipo iba ganando afición y renombre, aumentaba el presupuesto al mismo tiempo que la presencia en Europa. El Unicaja disputó su primera final de la Copa Korać, perdiendo el partido pero ganando descubrimientos y futuras incorporaciones como fueron Marcus Brown o Frédéric Weis. En esos momentos, a Málaga le unía lo verde y morado. Precisamente durante estos años empezaron a hacer ruido unos jóvenes que venían de proclamarse Campeones del Mundo Junior: Berni Rodríguez, Carlos Cabezas y Germán Gabriel. Ningún malagueño en esos momentos era capaz de imaginar que dos de esas tres camisetas estarían retiradas y colgadas en lo alto del Carpena veinte años después.

Ya en 2001 no se iba a repetir la historia, sino que los cajistas iban a crearla de nuevo: el Unicaja de Málaga se hizo por fin con la Copa Korać.

Aterrizaba en 2004 en la ciudad de la Manquita Sergio Scariolo, y poco después también lo hacía Jorge Garbajosa. Después de cinco temporadas sin hacerse con ningún título, los verdes vencieron al Real Madrid, proclamándose así campeones de la Copa del Rey en el año 2005, y obteniendo otro trofeo más para la vitrina de la ciudad.

En un subidón de adrenalina, y prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, cada vez eran menos los títulos que quedaban por conquistar, de manera que, tras innumerables entrenamientos y una temporada dura para los jugadores, la plantilla del Unicaja llegó a la final de la liga 2005-2006 contra el TAU de Vitoria, al que vencieron, alzando por fin los de Scariolo el segundo título del Club en poco más de año.

Sin embargo, no todo fue tan fácil, y después de la calma también puede llegar la tormenta, pero eso no preocupaba a los altos cargos del Unicaja, porque si algo han tenido siempre claro es que Málaga no se rinde (Capítulo 3). Tras varias temporadas, llegó la hora de cambiar de entrenador, y lo cierto es que no fue fácil dar en el clavo: Aíto García Reneses, Chus Mateo, Jasmin Repesa… Entrenadores que tuvieron auténticos diamantes en bruto entre sus manos pero no supieron verlo, todo ello mientras el equipo poco a poco iba a menos y cada vez sonaba más bajo la música en el Carpena.

Parecía que el declive era insalvable. Málaga no iba a volver a ser lo que fue al abrir el milenio. Pero llegó Joan Plaza, que desde el primer día exigió el respeto que el equipo se merecía, y no paró hasta que logró dos semifinales de liga seguidas. Al tercer año ya se sentía necesario otro trofeo para la ciudad de Málaga, y así fue: en 2017, el Unicaja se hizo con la Eurocup después de tres durísimos encuentros frente al Valencia Basket. Así fue que jugadores como Alberto Díaz levantaban por primera, pero no última vez, un título en representación de su equipo y ciudad. 

La vida son ciclos, y el baloncesto no iba a ser menos. Tuvo que acontecer una pandemia mundial para acabar con el frenesí malagueño. Pero no fue suficiente, porque en 2021 entraba sin concitar gran expectación Ibon Navarro… y bueno, el resto es historia.

En 2023, una plantilla completamente distinta y renovada alzaba la segunda Copa del Rey del Unicaja, renaciendo una vez más, cuando pocos confiaban.

Si alguien preguntara cómo definir al Unicaja en tres palabras, no sería un reto difícil: sueños, ambición y humildad. Desde sus orígenes, han sido los tres ingredientes que nunca han faltado para alimentar de ilusión a la ciudad de Málaga.

Después de casi 50 años de historia, este equipo, formado no solo por grandes jugadores, sino por personas con valores, ha demostrado que David y Goliat son poco más que una historia bíblica que ya no asusta a nadie.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *