En la misma semana en la que gracias a Gigantes me he sumergido en el baloncesto de los irrepetibles 80 (“Así fueron los ochenta”, nº 1.505, mayo de 2021), he seguido profundizando en la historia del baloncesto malagueño, para llegar a los 60 y a los 70.

“Gigantes del baloncesto malagueño” (Fundación Málaga-Fundación Málaga Club de Fútbol, 2021) ofrece el testimonio de lo que fue la sección de baloncesto del Club Deportivo Málaga, cuya existencia se prolongó entre las temporadas 1963-1964 y 1975-1976. La sección baloncestística del equipo de balompié se presentó el 14 de enero de 1965 (pág. 33). Los partidos se disputaban en una pista de cemento en La Rosaleda, primero al aire libre, después bajo una rudimentaria cubierta.

Según se relata en las páginas finales de la obra, la Sociedad Deportiva Caja de Ronda recibió en su creación en 1977, en los años de Paco Moreno, formalmente, parte de este legado histórico a través del Centro de Deportes El Palo. A este conglomerado se sumaría, años más tarde, el Club Baloncesto Maristas de Málaga (Ademar Basket Club).

El Caja de Ronda, redenominado como Unicaja años después, se conforma por la  entidad Baloncesto Málaga, S.A.D. (equipo profesional de la Liga ACB, propiedad de la Fundación Unicaja y patrocinado por Unicaja Banco, en un caso de apoyo deportivo de una longevidad inusitada en el mundo del deporte continental) y por Unicaja, Sociedad Deportiva (equipos de cantera).

Pero tras esta rápida síntesis, regresamos a la obra que comentamos, que viene a recoger de primera mano los testimonios de los protagonistas de esta hazaña que representó la consolidación del baloncesto en Málaga, cuando esta disciplina era, más que un deporte minoritario, un deporte prácticamente desconocido.

Como relata Queipo de Llano (pág. 13), la andadura en este deporte comenzaba “en colegios, instituciones, sindicatos, etc.”. Colegios como San Agustín o Maristas, o el Sindicato de Frutos sirvieron para impulsar la práctica del baloncesto en nuestra ciudad.

La figura de Manuel Jato (apodado como “El Maestro”, pág. 37), entrenador gallego llegado a Málaga en los años 60, fue clave para el avance desde la práctica amateur a otra más moderna, bajo los auspicios del Club Deportivo Málaga.

En la obra se incluyen los testimonios personales de los protagonistas de esta gesta que supuso la movilización del baloncesto en Málaga, con desplazamientos, según las temporadas, por una buena parte de la geografía española, a veces en coches propios, otras en vehículos de alquiler —cedidos por José Paterna—, en otras ocasiones en el microbús del padre de la cantante y actriz Marisol, raramente en avión e incluso en vehículos para cargar pescado sin acondicionar para el transporte de personas de la envergadura de los jugadores de baloncesto.

Las anécdotas vividas, de las que estamos convencidos que solo se recoge una mínima parte, abundan en el libro. Estas memorias, a veces esquivas, de los jugadores, dado el tiempo transcurrido, o el relato indirecto a través de sus familiares, se acompañan de una buena cantidad de datos de cada una de las temporadas, incluidas todas las plantillas, así como de imágenes de los archivos personales de los protagonistas, fundamentalmente.

En el libro aparecen algunas de las grandes figuras del baloncesto español, como Antonio Díaz-Miguel, Aíto García Reneses, Ignacio Pineda, Sagi-Vela, Moncho Monsalve, Lolo Sáinz, Emiliano Rodríguez… algunos vinculados años más tarde con nuestro baloncesto o con nuestra ciudad. Ello evidencia, asimismo, que aunque el baloncesto malagueño no fue de primer nivel competitivo, sí que lo rozó en ocasiones.

El mismo Ramón Guardiola, antes de recalar en el Real Madrid, pasó por Málaga,  donde regresó en la etapa del Caja de Ronda como entrenador (temporada 1981-1982). Históricos fueron los encuentros del Club Deportivo Málaga contra el Estudiantes o Real Madrid.

En los últimos años del Club Deportivo Málaga, impulsado casi en solitario por el singular Jesús Bonilla, cerca ya, en el contexto de una enorme rivalidad deportiva, de la integración en el Centro de Deportes El Palo, pasaron por el equipo figuras de largo recorrido en la historia posterior, como José Mª Martín Urbano y Bernardo Rodríguez, especialmente, cuyo hijo Berni destacó no solo en la obtención de los primeros grandes títulos del baloncesto malagueño, sino también en el engrandecimiento mundial del deporte de la canasta español.

Cinco jugadores del Club Deportivo Málaga militaron en la Sociedad Deportiva Caja de Ronda en la temporada 1977-1978 (pág. 207): Paco Ramos Llorca, Bernardo Rodríguez, Joaquín Entrambasaguas, José Herrero y Manolo Rubia.

El jugador José Luis “Otto” Jiménez del Nido llegó a asumir responsabilidades de cantera en la etapa del Caja de Ronda y Unicaja años después. Ya fallecido, la referencia a su figura en el libro es de la autoría de su hijo Alejandro, quien recoge una frase atribuida a su padre (“Más que a jugadores hay que tratar y formar a personas, esto para mí es fundamental. A mayores llegan todos y a jugadores solo unos pocos”) y aporta una reflexión personal: “A veces ese legado o esa labor que realizaron tan generosa y altruistamente no es reconocida en su justa medida” (pág. 97).

Nos quedamos con estas dos últimas ideas: la del reconocimiento a estos precursores, a estos valientes, que, cuando todos jugaban al fútbol, decidieron en vez de patear una pelota botarla con las manos y lanzarla a una canasta, y la de la función social y educativa del deporte en general y del baloncesto en especial.

Esas fueron las bases del baloncesto malagueño y de todo lo que vino luego, con una profesionalización —en la cancha y en los despachos— y unos recursos de otro nivel, pero, ahora mismo, nos parece que esa es otra historia…


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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