Invitado por el profesor Víctor Heredia, el pasado 15 de enero de 2020 impartí en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UMA, que cada vez siento más como propia, una sesión de la asignatura “Historia Económica” a los alumnos de 6º curso del Grado en Administración y Dirección de Empresas – Derecho.

Tocaba, por tanto, hablar menos de regulación y más de la evolución histórica del sector financiero, con la ventaja de la doble formación de los alumnos en materia jurídica y económica. Por esta razón titulé la ponencia «La evolución de la banca: desde el siglo XVI a “Bitcoin” y “Libra”», para evidenciar la importancia del análisis histórico y la pertinencia de este enfoque para explicar fenómenos novísimos, como el de la disrupción digital y los criptoactivos en su vertiente de las monedas virtuales.

Tras la puesta en contexto y algunas precisiones conceptuales, admití la dificultad, casi la aparente arrogancia, de tratar de explicar en apenas 40 minutos 500 años de historia, incluida la transformación digital en curso, la evolución del dinero, las monedas virtuales y el dinero digital de banco central.

El punto de partida fue la explicación de la intermediación bancaria: la captación de depósitos pare conceder crédito, y, por ende, la oportunidad para la banca de intervenir intensamente en los sistemas de pago, inspirados en el dinero bancario o escriturario. Como es evidente, los pertinaces tipos de interés negativos, un fenómeno complejo e  inexplicado, que obedece a las medidas no convencionales de los bancos centrales adoptadas en los últimos años, pero también al envejecimiento de la población y, a pesar de la liquidez abundante, al miedo a invertir y a la mayor propensión a ahorrar, socaban este modelo centenario.

Una banca estrechamente relacionada con los Estados, no siempre de modo sano, nexo al que la Unión Bancaria en la Unión Europea trata de poner coto (véase, por ejemplo, el reciente discurso de la Subgobernadora del Banco de España, pronunciado el 14 de enero de 2020, en este sentido), va perdiendo cuota de mercado ante el avance de las entidades conocidas como “Fintech” y “Bigtech”. No obstante, las finanzas han sido innovadoras de por sí desde el punto de vista tecnológico, y posibilitaron hace 5.000 años el nacimiento de la civilización, como ha mostrado el profesor Goetzmann.

Para Hernández de Cos, las finanzas y la tecnología han mantenido una larga relación recíprocamente beneficiosa, que ha motivado que aquellas siempre moldeen los desarrollos tecnológicos. Hernández de Cos identifica tres oleadas de disrupción tecnológica en las finanzas: (i) la primera (“Fintech 1.0”), fue impulsada por la finalización del primer cable telegráfico transatlántico en 1866 y provocó que las finanzas transitaran gradualmente de lo analógico a lo digital; (ii) la segunda (“Fintech 2.0”), llegó con el advenimiento del cajero automático (ATM, por sus siglas en inglés) en 1967 ; (iii) la tercera (“Fintech 3.0”), se está desarrollando en la actualidad, con la aparición de nuevos actores y canales de comercialización, y un ritmo de innovación más rápido que en épocas anteriores.

Por contraposición a esta aparente inadecuación del sistema financiero a la tecnología y las demandas de los ciudadanos, que no es tan real, como mostré, las empresas tecnológicas representan la innovación y, especialmente, satisfacen las expectativas de los consumidores financieros, sobre todo de los “millennials”. El desarrollo de estas empresas tecnológicas que ofrecen servicios financieros es beneficioso para la sociedad (mayores oferta de servicios y eficiencia, menores costes…) pero también tiene aristas, como una propensión a la creación de monopolios y oligopolios y a la imposición de la lógica de que el ganador se lo lleva todo, y la avidez por recabar datos de los usuarios, evaluables económicamente, de forma gratuita, para llevar a cabo un tratamiento no siempre conocido ni consentido por sus legítimos titulares, a los que quizás también habría que exigir una mayor responsabilidad y menos ligereza.

“Bitcoin” y, especialmente, “Libra” de Facebook, en realidad, no descubren nada, sino que modernizan un concepto milenario, el de dinero, gracias a una base tecnológica (la economía colaborativa, los sistemas de registros distribuidos y “Blockchain”) y otra ideológica (la “democratización” del dinero y la eliminación de la autoridad central —los bancos centrales— y de los intermediarios —la banca tradicional—).

“Bitcoin” y “Libra” no son dinero de curso legal (solo el dinero emitido por los bancos centrales lo es), y tampoco son dinero en sentido económico, pero forman parte de la “genealogía del dinero”, de la que destaqué algunos hitos:

(i) Siglo VII a. C.: Las primeras monedas, aleación natural de oro y plata, se acuñan en Lidia —actual Turquía—.

(ii) Siglo VII: China comienza a utilizar el billete de madera.

(iii) Siglo XIII: Surge en Italia el billete como título-valor.

(iv) 1656: Aparecen los primeros billetes de banco en Ámsterdam.

(v) 1694: Aparecen los primeros billetes oficiales, emitidos por el Banco de Inglaterra.

(vi) Siglo XIX: Tras una época de convivencia del dinero privado con el público, se retira a los bancos privados el privilegio de emitir billetes, facultad que se atribuye en exclusiva a los bancos centrales.

(vii) Siglo XIX-1971: Convertibilidad del billete de banco central en moneda metálica de oro o plata, cuya composición y peso, en mayor o menor rigor, se garantizan por el Estado.

(viii) 1971 en adelante: Dinero “fiat” / Compromiso de los bancos centrales de mantener el poder adquisitivo – lucha contra la inflación.

(ix) 2007-2008: Crisis financiera.

(x) 2009: Nace “Bitcoin”.

(xi) 2020: Se prevé que nazca “Libra”, inaugurando, presumiblemente, a falta del test empírico, la era de las “monedas estables” (“stablecoins”), característica que “Bitcoin”, con sus oscilaciones, no ha podido adquirir.

“Libra” podría ser una criptomoneda sistémica y representar el fin de algunas monedas soberanas, pero los bancos centrales parecen haber reaccionado y están analizando la próxima emisión de dinero soberano digital, lo que podría suponer un duro golpe a la intermediación bancaria, en la medida en que las empresas y los ciudadanos podrían abrir cuentas, movilizar fondos y pedir crédito directamente a los bancos centrales.

Con algunas conclusiones, al hilo de todo lo anterior, puse fin a la intervención.

Agradezco al profesor Heredia la invitación, y a los alumnos la atención prestada y las interesantes y agudas preguntas que me dirigieron en el coloquio, que respondí de la mejor forma que pude.

(Imagen de la entrada de la autoría de Freepik – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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