“Acepto entonces que Harvey, que se asemeja a un Tommy Dorsey menos robusto pero poseedor de un caleidoscópico surtido de tics faciales, sea mi representante y, en efecto, él me hace entrar en el Programa de Desarrollo de Guionistas de la NBC. Yo lo recompenso firmando el contrato de siete años que él me trae. Uno de sus muchos errores: un acuerdo demasiado cochino que yo jamás debería haber firmado. En primer lugar, siete años era demasiado tiempo. Él estaba aprovechándose de mi ingenuidad. No solo eso: en lugar de la comisión habitual de los agentes, que es un diez por ciento, él afirma que es un representante, que no es lo mismo, y, por lo tanto, merece recibir más. Treinta por ciento, dice. Bien. A ver, yo era un adolescente. ¿Qué demonios sé? Y aún más: hay una cosa llamada escala deslizante que por lo general consiste en que el porcentaje del agente disminuye a medida que el artista va aumentando sus beneficios. Cuanto más elevado es el rendimiento del artista, menos se queda el agente. En el contrato que yo firmé, la escala deslizante se deslizaba en la dirección equivocada. De modo que, cuanto más ganaba yo, mayor era el porcentaje de Harvey. En siete años pasaron muchas cosas y me volví más sabio. Pero jamás traté de anular el contrato; cumplí con mis siete años honorablemente”.

Woody Allen, “A propósito de nada”, Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2020, 2021, págs. 98 y 99.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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