A través de León Herrera, que propició una reunión con el Club Sénior que asesora al Ayuntamiento de Málaga, debí haber conocido a Joaquín Abós en julio de 2022.
Me habían anticipado que Joaquín, ingeniero industrial con un Máster en Economía y Dirección de Empresas por el IESE (alumni nº 34…), era (y es) un as de las finanzas internacionales, una pieza sumamente singular del panorama financiero español, tras su paso por diversas instituciones españolas y extranjeras, incluso por la OPEP, cosa extraña, pues, como se sabe, España no produce petróleo y no forma parte de esta institución.
He de reconocer que asistí al encuentro con el interés de conocer los diversos perfiles de los miembros del Club Sénior, pero, especialmente, por afinidad profesional, el de Joaquín.
Frustrado este encuentro por razones de salud, debieron pasar varios meses para que nos encontrásemos casi por azar. El 15 de diciembre de 2022, en la sede del Real Club Mediterráneo, intervine en las Jornadas de Seguridad, Defensa y Cooperación promovidas por el Foro para la Paz en el Mediterráneo. Mi ponencia se centró en el análisis económico y financiero de la agresión ilegítima de Rusia a Ucrania de febrero de 2022.
En el turno de preguntas, alguien del público (no sabía que era Joaquín) tomo la palabra y, más que una pregunta, ofreció una intervención fundada en su experiencia profesional y en el conocimiento directo de Rusia y de Boris Nemtsov, opositor del régimen que fue asesinado cerca del Kremlin el 27 de febrero de 2015.
Al finalizar el acto, intercambiamos unas impresiones y le dije, para su sorpresa, que sabía quién era, que debíamos habernos conocido unos meses antes. “Conectamos” al momento como no es frecuente que ello ocurra. Me invitó a la presentación de sus memorias por el Alcalde de Málaga unos días más tarde. Aunque no pude asistir, Joaquín tuvo la deferencia de entregarme un ejemplar dedicado de la obra editada por él mismo: “Una vida hiperbólica. Memorias (1945-2022)”.
Entre los inesperados aspectos positivos de la pandemia, si es que puede haber alguno, fue en aquellos días de confinamiento cuando Joaquín vio claro que había llegado el momento de hacer balance de su carrera, aunque, como se deja entrever en las páginas finales del libro, y volveremos sobre ello más adelante, no sería descartable la próxima publicación de un suplemento con sus retos vitales y profesionales más allá de 2022, fecha de cierre provisional de sus vivencias, en la línea de otro veterano ilustre como Ramón Tamames, al que Joaquín también menciona con cariñosas palabras en sus memorias (50 años antes, precisamente, tuvo que estudiar una de las exitosas obras de Tamames sobre economía).
El libro se lee casi como una novela de acción, pues una vida tan hiperbólica, por necesidad, tiene que ser acelerada, y esa es la sensación que le queda al lector, o a mí, al menos, tras su atenta lectura.
Mi acercamiento al texto ha venido motivado por la afinidad profesional —salvando las distancias entre ambas carreras, obviamente, pero, en último término, todo son finanzas—, aunque, como es lógico, no podemos separar al profesional de su vida personal y más íntima, de la que también se da buena cuenta en la obra.
La persona y el personaje son dos caras inescindibles de una misma moneda, y ambas facetas se entrelazan y necesitan recíprocamente para un adecuado y armónico entendimiento.
Por ello, no chirrían en absoluto las menciones directas a su Barbastro natal (“frío, mucho frío, pero muy feliz”, pág. 17), a su padre prematuramente desaparecido, a su madre, a su esposa…
Son muchas las referencias simpáticas de la obra, con una ironía fina que debe derivar de la condición de recio aragonés (a pesar de la “cierta chepa” que en sus primeros años le produjo la escoliosis —pág. 27—; también era jugador de baloncesto, lo que no debe extrañar a la vista de sus 180 centímetros con apenas 14 años —pág. 26—).
Por ejemplo, a propósito de estas anécdotas, en la pág. 22 leemos que “Parece que lo de jugar con las piedras se me daba muy bien. O tal vez, demasiado bien”. A propósito de su primer viaje a Rusia (1984), relatado con amplitud de detalle, y el paso por Helsinki, apunta que, en esta última ciudad, “no existían los robos y el dinero se facilitaba directamente desde los cajones de las mesas de los ejecutivos encargados de ello y sin protección alguna. Primer contraste bancario hispano-finlandés, pensé para mis adentros” (pág. 79). En esta misma pág. 79 se alude, al paso en este viaje por París, a la invitación a cenar de un alto ejecutivo bancario, que se convirtió en una invitación para asumir el pago de una factura de la cena aparentemente escandalosa: ¡Ah la France!, concluye Abós. En los años del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD; EBRD, en inglés) tuvo que desarrollar algunas operaciones con bancos griegos; la experiencia no debió ser gratificante porque señala que se prometió a sí mismo no volver “a trabajar con ningún banco griego” (pág. 187), de lo que dio cuenta en un artículo publicado en Cinco Días el 5 de mayo de 2015: “Negociar con los griegos: una tarea trágico-bizantina”.
De la vertiente personal, por su evidente impronta en el hombre de negocios, destacaría ahora su permanente, desde joven, lucha contra la enfermedad (hepatitis, a raíz de una transfusión a los 17 años), ampliamente documentada a lo largo de la obra y de manera explícita y separada en su parte final, y su pertenencia al Opus Dei, en particular, su contacto directo con San Josemaría Escrivá, que tanto le ha condicionado, como él mismo expresa, y le ha reforzado para el firme desempeño humano y profesional.
Una de las teorías acuñadas por Joaquín Abós es la del “trípode” (pág. 40), que sirve —o debería servir— de sustento en nuestras vidas: tener salud y mantenerse en buena forma física (lo que comprende la práctica del deporte: baloncesto, natación, golf, tenis, esquí…); desarrollar al máximo la capacidad intelectual; y cultivar la vertiente espiritual y religiosa.
En síntesis, como el propio Abós identifica en la introducción (pág. 15), son hitos de su prolija y profunda carrera su paso por la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (CAZAR, hoy día, Ibercaja, con su fundación bancaria y la entidad bancaria controlada por aquella, conforme a la Ley de Cajas de Ahorros y Fundaciones Bancarias de 2013), el desembarco de la General Motors en Zaragoza en los 70 del pasado siglo (previas las negociaciones con Ford, que finalmente se instaló en Valencia), las intensas semanas en el Banco Atlántico tras la invasión de Kuwait, la actividad en los países comunistas tras la incorporación al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, con sede en Londres, y su paso por el Fondo de la OPEP en Viena.
En resumen, ha trabajado en ocho entidades financieras regionales, nacionales, internacionales y multinacionales, y ha conocido cerca de 70 países, lo que le convierte, en sus propias palabras, en un “experto financiero internacional”.
En CAZAR pasó 15 años de su vida profesional, los primeros, los que uno diría que condicionan todo lo que vendrá después y nunca se olvidan, impulsando, de manera sorprendente, una intensa actividad de banca regional de desarrollo, tan importante para el crecimiento económico y sostenible de la región. Del paso por la Caja guarda especial recuerdo de una de las personas que más influencia ejerció en su trayectoria de aquellos años, el Director General José Joaquín Sancho Dronda. Resulta impactante que al año siguiente de su incorporación (1972) organizó un primer viaje a Japón, fruto del cual aporta alguna interesante reflexión: “Y aprendí el modo de discutir y negociar de los japoneses: con varias personas de diversos niveles y pasando de uno a otro como en un círculo. Y a su modo de pensar y razonar, también era circular” (pág. 54). Propuso y puso en marcha el Departamento de Planificación de Inversiones y Nuevos Proyectos, con el propósito de “convertir la Caja en una entidad de desarrollo regional” (pág. 60), lo que resultó reforzado con la ampliación de atribuciones para la gestión de la cartera de participadas industriales, de infraestructuras, inmobiliarias y agrícolas (pág. 62). Sin duda, esta innovadora experiencia de vanguardia (años 70 del siglo pasado…), que le abrió nuevas puertas y la asunción de más responsabilidades en la Caja, condicionó su visión y su entendimiento de las finanzas a lo largo de toda su carrera. Le correspondió evaluar el Real Decreto 2290/1977, de 27 de agosto, de órganos de gobierno y funciones de las Cajas de Ahorros, lo que permitió la aceptación de su propuesta para crear el Departamento de Internacional —el primero de las cajas españolas— (pág. 63); la primera entidad con la que la Caja abrió cuenta fue la Banca Morgan, en los Estados Unidos. Asumir la dirección del área de internacional le dio la visión internacional que ya nunca le abandonaría.
Curiosamente, en una reunión en Zaragoza en 1983 de los responsables de internacional de las cajas europeas más destacadas, intervino el Dr. Al-Ani, del Fondo de la OPEP para el Desarrollo Internacional (un preludió de lo que vendría después…), quien explicó que el Fondo tenía aportados 1.000 millones de dólares norteamericanos a países en vías de desarrollo, la mitad para proyectos asociados a alternativas al petróleo (pág. 76): un cierto adanismo nos hace pensar que somos la primera generación preocupada por la energía, y que los mismos productores no son conscientes de la ineludible transición energética…
Ya en aquellos años en CAZAR coincidió con Amado Franco, todavía máximo responsable hoy día de la Fundación Bancaria. José Luis Martínez Candial se postuló a Presidente de la Caja, teniendo como candidato a nuevo Director General a Joaquín Abós. Martínez Candial se convirtió en Presidente de la Caja, pero poco antes Abós abandonó CAZAR. Fue Amado Franco quien se convirtió en Director General, finalmente.
Nos queda, por tanto, la duda de cuál habría podido ser el destino de la Caja, y del propio Abós, si este no hubiera abandonado la entidad para convertirse en Subdirector General del Banco Hispano Americano en los primeros meses de 1987. El Área de Internacional de la Caja se cerró tras la salida de Joaquín Abós, “un error”, como él mismo señala (pág. 99).
CAZAR y su ámbito de actuación regional se le “habían quedado pequeños” a Abós (pág. 118), por lo que resultaba en cierto modo natural que su figura llamara la atención de un banco mucho mayor, internacional y cotizado como el Hispano Americano.
A finales de 1988 cometió, como expresamente admite, el “gran error” (pág. 127) de convertirse en Director General Internacional y Financiero de Banco Atlántico, entidad a la que se incorporó el 1 de enero de 1989 tras ser contactado por el headhunter Egon Zender. Las condiciones económicas y laborales, mejores que las inmediatamente anteriores, le indujeron a dar este paso en falso, el cual, a la postre, a pesar de todo, le permitiría pasado el tiempo dar el salto al terreno de las instituciones internacionales y multilaterales.
En el singular Atlántico, desde la perspectiva de la composición accionarial y la gobernanza, debió gestionar la crisis derivada de la invasión de Kuwait por Irak, de lo que da amplia cuenta en las memorias. Uno de los momentos más alucinantes de su trayectoria, con la supervivencia del Atlántico en el aire, se dio cuando mantuvo una llamada telefónica con uno de los responsables del banco, quien le dijo, desde el Cañón del Colorado, que abreviara las explicaciones, “porque esta llamada es muy cara” (pág. 141), lo que le hizo plantearse qué hacía en este banco y por qué se había incorporado a él. En 1992 el Atlántico prescindió de Joaquín Abós, quien no reclamó en juicio lo que le correspondía por no dañar la imagen de la institución, situación (error, incluso) que se reiteró en diversas ocasiones a lo largo de su vida profesional, todas ellas recogidas en las memorias.
Pasado el tiempo se incorporó al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo como Senior Banker, lo que motivó su traslado a Londres con su esposa Virgina y le proyectó nuevamente hacia el Este de Europa y Asia. Fue en esta etapa cuando coincidió con Boris Nemtsov, que llegó a ser Ministro con Boris Yeltsin. La labor de Nemtsov, tras su asesinato, ha sido continuada por Alexey Navalny.
El siguiente gran paso profesional le llevó a Viena, al Fondo de la OPEP, tras el cual ha tenido otras experiencias no menos relevantes, desde España pero siempre con una evidente proyección internacional: EuroArab Management School, Zentral Bank Österreich AG (RZB), su propia condición de consultor (International Bussines Advisor), etc.
A lo largo de su trayectoria vital, son numerosas las personalidades, nacionales y globales, de la política y de los negocios, con las que Abós ha podido interactuar: Rafael Termes, Joaquim Molins, José Mª López de Letona, Antonio Garrigues Walker, Nathaniel Rothschild, José Mª Amusategui, Alberto Oliart, Rafael del Pino, Claudio Boada, Felipe González, Isabel Martín Castellá, Baldomero Falcones, Francisco Luzón, Guillermo de la Dehesa, Aristóbulo de Juan, Ana Patricia Botín, Hugo Chávez, Nicholas Stern…
Pero de todos estas personalidades, hay una que destaca para Joaquín Abós por encima de todas: Jacques de Larosière: “Tras haber conocido en casi 40 años de vida profesional en el mundo financiero a banqueros y hombres de finanzas de todo el mundo, sólo hay uno que me ha dejado parecida huella [que José Joaquín Sancho Dronda]: Jacques de Larosière. Lo que José Joaquín fue en el mundo de las cajas, Jacques lo ha sido en la banca” (pág. 101).
Curiosamente, en una de la primeras charlas con Joaquín, no recuerdo exactamente por qué razón, quizás por la preparación por mi parte de un par de conferencias de un Máster sobre European Banking Union de la Universidad Carlos III, también mencioné mi admiración por Larosière y su extraordinario informe de 2009 centrado en el análisis de la crisis financiera de 2008, en el marco regulatorio y supervisor, y en la emisión de una serie de recomendaciones para su revisión.
Mención aparte requieren las audiencias con los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, especialmente para una persona profundamente religiosa como Joaquín.
Todas las anteriores consideraciones se acompañan en las memorias de las experiencias personales en cada uno de los destinos profesionales. Así, Abós explica las circunstancias históricas y sociales de los países visitados, o la forma de vida en Londres, a modo casi de guía de viaje, o en Viena y en sus respectivos entornos. Incluso, cómo debe uno tratar con la policía en el Reino Unido cuando se supera la velocidad máxima en carretera, a pesar de tener estatus diplomático (pág. 211), o cómo cruzar una vía, como peatón, en Viena (pág. 246).
De Londres afirma Joaquín Abós que se trata de la ciudad más “Smart” del mundo, nada comparable ni siquiera con París (pág. 215). Nos gustaría pensar que de algún modo Abós está tratando de aplicar este modelo a una ciudad como Málaga, en la que ahora reside y a cuyo Alcalde, junto a otros jóvenes veteranos, asesora.
A esta relación especial con Francisco de la Torre se refiere en la parte final de la obra (pág. 328 y siguientes). Al igual que me ocurrió a mí cuando conocí este hiperbólico recorrido, cuando el Alcalde fue consciente de la presencia en Málaga de Joaquín expresó su sorpresa (pág. 329). Así fue como se integró en el Club Sénior, junto a Carlos de Palma o León Herrera, entre otros.
Valga todo lo anterior como apretada síntesis y valoración de esta vida y de estas memorias hiperbólicas, que, para cualquier aspirante a ser un buen financiero, incluso a escala local, si es que ello es posible, son imprescindibles, pues realmente son pocas las personas con la visión del mundo, de la vida y de la banca que atesora Joaquín Abós, quien, con toda probabilidad, seguirá ampliando su horizonte y el de los demás que le rodean…