«—Lo que yo todavía no entiendo es si hay una conexión entre que me guste la anguila y me guste el okayodon.

—Pues, simplificando, sí la hay. Entre tú, Nakata, como ser humano, y las cosas relacionadas contigo seguro que hay una conexión. De la misma manera que la hay entre la anguila y el okayodon. Y si este esquema de conexiones lo vamos ampliando y ampliando, irá surgiendo de forma natural tu relación con el capitalismo, tu relación con el proletariado.

—Pro…

— Proletariado —repitió Hagita y apartó sus grandes manos del volante y se las mostró a Nakata. A Nakata le parecieron guantes de beisbol. El proletariado somos la gente que trabajamos duro, que nos ganamos el pan con el sudor de nuestra frente. Y los que están sentados en una silla sin mover un dedo, que van mandando a los demás que hagan esto y aquello y que ganan cien veces más que yo, pues ésos son los capitalistas.

—A los capitalistas, yo no los conozco. Nakata es pobre y no conoce a la gente importante. De la gente importante, Nakata sólo conoce a al señor gobernador de Tokio. ¿El señor gobernador de Tokio es un capitalista?

—Pues, sí, más o menos. Los gobernadores son los perros de los capitalistas.

—¿El señor gobernador es un perro? —preguntó Nakata recordando el enorme perro negro que lo había llevado a casa de Johnnie Walken. Y su siniestra imagen se sobrepuso a la del gobernador.

—El mundo está lleno de ese tipo de perros. Claro que no responden más que a la voz de su amo.

—¿La voz de su amo?

—Perros que corren a decir lo que les dice su dueño.

—¿Y no hay gatos capitalistas? —preguntó Nakata.

Al oírlo, Hagita soltó una carcajada.

—¡Mira que eres raro, Nakata! ¡Ostras! Me encanta la gente cómo tú. ¿Qué si hay gatos capitalistas? ¡Jo! Ésa sí que es una opinión original».


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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