«El efecto arrastre del paso atrás climático de BlackRock«, Social Investor, 14 de mayo de 2022.

A propósito de: «BlackRock: taking foot off the pedal on climate change and resetting stakeholder capitalism«, Financial Times, 11 de mayo de 2022.

Declaraciones completas

BlackRock ha desempeñado un papel relevante, sin duda, para elevar el tono general de las cuestiones relacionadas con la transición sostenible, no solo en lo ambiental sino también en lo social, en un contexto recalentado de por sí por la presión gubernamental, la regulatoria y la de determinados grupos de interés especialmente reivindicativos y exigentes.

Se ha llegado a presentar a Larry Fink como un “ecoguerrero” (“eco-warrior”), lo que no es extraño si se analizan con cierto detalle los planteamientos de los últimos ejercicios, aunque nunca haya ocultado su creencia en el capitalismo… de grupos de interés: “Nos centramos en la sostenibilidad no porque seamos ecologistas, sino porque somos inversores y fiduciarios de nuestros clientes”.

El capitalismo —y el capitalismo de grupos de interés— va a acusar las consecuencias en el corto plazo de este parcial reajuste, aunque no cabe descartar que este reposicionamiento sea, además de parcial, transitorio y que, según se relajen las tensiones geopolíticas y energéticas, y las presiones inflacionarias, se retome la senda iniciada años atrás vinculada a determinados valores (ecologismo, igualdad, diligencia debida empresarial, participación en la gestión de los grupos de interés…) comúnmente aceptados, y legitimadores, por otra parte, de un modelo político-productivo que también tiene sus detractores aunque pocas alternativas reales.

El giro en el apoyo —o no— a las propuestas climáticas presentadas a las juntas generales de accionistas evidencia, lo que sorprende en cierto modo, una falta de cálculo de los riesgos geopolíticos y energéticos asociados a la agresividad de Rusia con sus vecinos europeos, lamentablemente materializados con la invasión de Ucrania iniciada en febrero de 2022, a pesar de los serios antecedentes de 2014 y los años posteriores.

Partiendo de ahí, no cabe duda de que todos los agentes gubernamentales y empresariales se encuentran ante un nuevo escenario como resultado de la guerra, lo que provoca que casi por necesidad haya que reajustar la estrategia a corto y medio plazo.

Es posible que otras gestoras también aminoren el ritmo, aunque quizás lo que haya que plantearse es si este respiro puede obedecer, además de a cuestiones geopolíticas, a una fatiga ante las innumerables medidas gubernamentales y regulatorias, que, como un caudal descontrolado, tampoco han servido para traer una cierta seguridad jurídica a los mercados de inversión (justo ahora, cuando, curiosamente, se comienza a acuñar una expresión de sentido opuesto a “greenwashing”, como es la de “greenbleaching”, que se podría traducir como “blanqueamiento verde”).

En todo caso, no creemos que esta ralentización, para ninguna gestora, vaya a suponer ni mucho menos que se haya entrado en un callejón sin salida: los retos climático y social siguen estando ahí, el tiempo pasa, y, por una vez, la gravedad de la situación aconseja atender, además de a los factores ESG, a otros igualmente críticos para el mantenimiento de la convivencia y del bienestar social, con un ojo puesto en el binomio rentabilidad-riesgo, sobre todo cuando se invierte por cuenta ajena.

(Imagen de la autoría de wirestock – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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