XXVIII Congreso EBEN (European Business Ethic Network) España – Universidad de Córdoba

Economía social y ética: un nuevo pacto empresa-sociedad

Mesa redonda: “Solidaridad y responsabilidad en tiempos de incertidumbre”

La relación entre la ética y el mundo económico y el empresarial viene de antiguo. Nos podríamos retrotraer sin dificultad al pensamiento griego o, en época más reciente, al de Adam Smith, que quizás más que economista se considerase a sí mismo como un moralista.

Este elemento ético no se puede separar de la función social de la empresa —o de la propiedad—.

Desde este punto de vista, hay que considerar la conocida como doble materialidad, es decir, cómo impacta la empresa en la sociedad y cómo la sociedad modula la actividad de la empresa. Los supervisores financieros ya comienzan a aceptar expresamente este enfoque de la doble materialidad desde el punto de vista del conocido como reporte de información no financiera (ej., CNMV).

Esta función social de la empresa se ha modulado a lo largo del tiempo según cuáles han sido las preferencias predominantes de nuestras sociedades.

Tenemos el ejemplo de cómo el enfoque centrado en el accionista ha evolucionado en 3 o 4 décadas para dar cabida al de la atención a todos los grupos de interés sin excepción.

Sin embargo, en el contexto de la globalización, la pandemia iniciada en 2020 lo ha transformado todo: a los individuos, a la sociedad, al sistema político, al sector empresarial…

Esto ha impactado en nuestros valores compartidos, y ya no se discute tanto sobre si hay que prestar más atención a lo individual o a lo colectivo, a shareholders y stakeholders, a lo público o a lo privado.

Lo que se plantea es cómo articular una acción coordinada, particularmente entre las esferas pública y privada.

Antes de seguir avanzando, es necesario añadir que desde antes de la pandemia ya se venía observando una mayor preocupación por la acción colectiva para dar una adecuada respuesta al reto ambiental y climático, con sus derivaciones sociales.

Prueba de ello es el cambio de rumbo de la gran industria de los Estados Unidos, agrupada en la conocida como Business Roundtable, que en agosto de 2019 se posicionó con el propósito de considerar además de lo financiero lo no financiero.

La fase posterior a la pandemia, y tenemos el ejemplo del Plan de Recuperación de la Unión Europea (“Next Generation”), se va a inspirar, precisamente, en esta senda de la sostenibilidad y la digitalización, lo que acelerará los esfuerzos para el logro de la nueva agenda de la humanidad: la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La RSC con sus intangibles, se ha revalorizado, con la paradoja de que además de para servir a fines éticos y de interés general, también puede ser una palanca para la generación de un legítimo beneficio por parte de las empresas y sus accionistas. Para el debate queda si la RSC va a quedar integrada en la Sostenibilidad y en la gestión de los factores ASG, o si realmente nos encontramos ante dos realidades diferenciadas.

En cuanto al papel del sistema financiero, realizaré algunas aportaciones adicionales.

Tras la crisis financiera de 2008, con las secuelas de los años posteriores, el sector ha sufrido una importante reestructuración, además de que no ha dejado de buscar durante estos años unas nuevas señas de identidad.

Es posible que este nuevo encaje y aceptación por la sociedad se estuviera logrando con el apoyo a la financiación sostenible para la consecución de los fines del Acuerdo de París contra el cambio climático y los 17 ODS.

Si la pandemia no va a tener efectos duraderos va a ser gracias al esfuerzo compartido de los poderes públicos, el sector privado, el sector financiero y la ciudadanía.

A diferencia de lo ocurrido en 2008, la acción conjunta de los sectores público y financiero ha tratado de preservar la mayor parte del tejido productivo, abriendo para ello los canales de la liquidez prácticamente sin restricción.

Esta acción conjunta ha servido para evidenciar la función social del sector financiero cuando la ciudadanía lo ha demandado.

Por otra parte, este impulso, una vez superado este reto, servirá para poder hacer frente al reto climático y ambiental, con sus derivaciones sociales, que sigue siendo una fuente de preocupación.

En cuanto a la reputación empresarial, hasta ahora, el no seguimiento de los compromisos voluntariamente asumidos por las empresas de todo tipo, de los deberes sociales y éticos, y de la consideración del interés de toda la comunidad, tenían un efecto limitado en términos de reputación empresarial.

Hoy día, no dar cumplimiento a estas consideraciones no es una alternativa, es una necesidad.

La reputación se puede ver seriamente afectada, y los consumidores pueden cambiar sus pautas de adquisición de bienes y servicios, con impacto en el negocio.

No obstante, considero que las compañías, sobre todo las de mayor tamaño, son plenamente conscientes de lo que la sociedad espera de ellas, y actúan en consecuencia por convicción.

Habrá que reflexionar sobre cómo integrar la sostenibilidad en las PYMES y microempresas, cuyas prioridades van por otros derroteros.

Como idea final, el presupuesto para que una empresa pueda cumplir su función social y contribuir al logro de los factores ASG es que sea sostenible económicamente: en caso contrario, no podrá cumplir su propósito empresarial, ni el financiero ni el no financiero.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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