“Una empresa no puede lograr beneficios a largo plazo sin contar con un propósito y sin tener en cuenta las necesidades de un amplio elenco de partes interesadas”.

La anterior frase podría parecer una exigencia del coordinador de una ONG dirigida a los administradores y directivos de las grandes corporaciones, sean financieras o no, pero, sin embargo, es parte de la carta de 2020 de Larry Fink, presidente y CEO de la mayor gestora de fondos de inversión del planeta, BlackRock, para los consejeros delegados de las grandes compañías del mundo.

La carta anual de Fink se convierte, ejercicio tras ejercicio, en un anticipo de las tendencias de la inversión global, por lo que debe leerse atentamente. El paulatino acercamiento de los últimos años de BlackRock (7,4 billones de dólares administrados) al adecuado tratamiento de las partes interesadas (a la RSC, por tanto) ha desembocado en el carácter prioritario de la sostenibilidad en su estrategia de 2020, asociada al cambio climático pero también a la vocación social de las empresas y al largo plazo.

En su opinión, nos encontramos ante un cambio de paradigma en las finanzas: “nos encontramos en los albores de un replanteamiento de las finanzas desde sus cimientos”.

Fink se percata de lo obvio, en la línea de la gran industria norteamericana: que todo está cambiando a una velocidad hiperacelerada (nada nuevo: “todo fluye”) y, que lo financiero y lo no financiero deben entenderse armónica e integradamente, por definición (ya hemos señalado en múltiples ocasiones que no deja de maravillarnos este “gran y reciente descubrimiento”).

Para llevar el cambio a las empresas, en un marco de cierta presión regulatoria e incluso política, hay que llegar a sus gestores, por lo que Fink lanza alguna andanada, no sabemos si un órdago, a los consejos de administración, que deben conocer el nuevo enfoque y actuar en consecuencia, separando el cumplimiento de la ley y la voluntariedad (la visión estrecha y ya superada de la RSC) de las expectativas supervisoras, regulatorias y sociales[1]: “En vista del trabajo que ya hemos realizado en materia de implicación sobre la presentación de información y los crecientes riesgos de inversión en torno a la sostenibilidad, estaremos cada vez más dispuestos a votar en contra del equipo directivo y los miembros del consejo cuando las empresas no progresen lo suficiente en la divulgación de información sobre sostenibilidad y en las prácticas empresariales y planes subyacentes” (es decir, la divulgación, otra obviedad, no un fin en sí mismo, sino una potente herramienta para contar lo que hay por debajo, lo que de verdad se hace, y lo que se espera hacer, para establecer una “narrativa de la sostenibilidad”, útil en el orden externo, pero más aún en el interno).

De la carta de Fink de 2020 destacamos algunos de sus extraordinarios pasajes, por decir lo que dicen, y por venir de donde vienen:

“Estas cuestiones [asociadas, en general, al cambio climático y sus efectos] están propiciando una profunda revisión de la valoración del riesgo y de los activos. Y, dado que los mercados de capitales anticipan los riesgos futuros, asistiremos a cambios en la asignación de capital mucho antes que a los cambios climáticos propiamente dichos. A corto plazo —y antes de lo que muchos prevén— se producirá una importante reasignación del capital”.

“Y, en vista de que la sostenibilidad ejerce un efecto cada vez mayor en las rentabilidades de la inversión, creemos que la inversión sostenible será la piedra angular de las carteras de los clientes de ahora en adelante”.

“Sea como fuere, la transición energética llevará décadas. A pesar de los rápidos progresos logrados recientemente, aún no existe la tecnología necesaria para sustituir de forma rentable muchos de los usos actuales de los hidrocarburos que resultan imprescindibles. Debemos ser conscientes de las realidades económica, científica, social y política de la transición energética. Los Gobiernos y el sector privado deben colaborar para lograr una transición justa y equitativa: en nuestra travesía hacia un mundo bajo en carbono, no podemos dejar atrás a estratos de la sociedad o a países enteros en los mercados en vías de desarrollo”.

“A nuestros ojos, todos los inversores, además de los reguladores, las aseguradoras y la población, necesitan tener una idea más clara sobre la forma en que las empresas están gestionando las cuestiones relativas a la sostenibilidad. Estos datos deben ir más allá del clima y abarcar aspectos sobre cómo responden las empresas ante todas sus partes interesadas (stakeholders), como el grado de diversidad de su plantilla, la sostenibilidad de su cadena de suministro o la protección de los datos de sus clientes. Las perspectivas de crecimiento de todas las empresas están inextricablemente vinculadas a su capacidad para operar de forma sostenible y satisfacer las necesidades de todas sus partes interesadas”.

“Utilizaremos esta información [la divulgada por las entidades, preferiblemente conforme a los estándares del TCFD y el SASB] y nuestras actividades de implicación con las empresas para determinar si estas están gestionando y supervisando estos riesgos de forma adecuada en sus negocios y si están planificando correctamente el futuro. En ausencia de una presentación de información eficiente, cada vez más inversores, incluido BlackRock, concluirán que las empresas no están gestionando adecuadamente el riesgo”.

“Los jóvenes han liderado las exigencias a las instituciones —incluido BlackRock— para que aborden los nuevos retos asociados al cambio climático. Reclaman más a empresas y Gobiernos, tanto en términos de transparencia como de medidas a tomar. Y, cuando billones de dólares pasen a manos de los millennials en las próximas décadas conforme se vayan convirtiendo en consejeros delegados y directores de inversiones, políticos y jefes de Estado, reconfigurarán aún más el enfoque del mundo a la sostenibilidad”.

Nos acercamos a un periodo de drástica reasignación del capital, y las empresas ostentan la responsabilidad —y la obligación económica— de ofrecer a los accionistas una panorámica clara de su nivel de preparación. […] Las empresas deben estar determinadas y comprometidas para adoptar un propósito y responder ante todas las partes interesadas: los accionistas, los clientes, los empleados y las comunidades donde operan. Así, su empresa disfrutará de una mayor prosperidad a largo plazo, al igual que los inversores, los trabajadores y la sociedad en su conjunto”.

[1] Esta llamada a los hechos se aprecia con nitidez en el apartado 37 del Plan de Acción de la EBA sobre Finanzas Sostenibles, de 6 diciembre de 2019: “Although there remains uncertainty about the precise manifestation of both transition risk and physical risk, financial institutions will need to have in place metrics, strategies and risk management to deal with these changes. This requires consideration now (i.e. before the EBA completes its mandates included in this action plan) and action as early as possible notably on (i) strategies and risk management, (ii) disclosure of key metrics and (iii) scenario analysis.

(Imagen de la entrada de la autoría de Freepik – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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