De las actividades conmemorativas del Día de la Educación Financiera de 2020 (5 de octubre) cabe resaltar, entre muchas otras, la intervención de Adela Cortina, catedrática emérita de Ética de la Universidad de Valencia, a la que se puede acceder en la cuenta de YouTube de Finanzas para Todos.

Desde hace años se viene escribiendo y hablando sobre la ética de las finanzas o en las finanzas (véase como muestra, por ejemplo, el post “Ética en las finanzas: siguiendo la estela de George Bailey”), aunque quizás menos en relación con la educación financiera, lo que justifica el especial interés de este breve pero profundo discurso de 19 minutos de duración.

Desde la Reserva Federal de Nueva York ya se señaló en 2014 (Dudley, W. C., “Remarks at the Workshop on Reforming Culture and Behavior in the Financial Services Industry”, Federal Reserve Bank of New York, New York City, 20 de octubre de 2014) la necesidad de reforzar la ética imperante en el sistema financiero, vinculada no tanto con “unas pocas manzanas podridas” sino con el “tonelero que hace el barril que las contiene”. Asimismo, que, aunque los problemas culturales y éticos no son exclusivos de la industria de las finanzas, las empresas financieras difieren de otras en aspectos importantes. En primer lugar, el sector financiero ejerce una función pública en la asignación de capital escaso a través de los mecanismos de mercado. Para que la economía alcance su potencial de crecimiento a largo plazo, es necesario un sector financiero sólido y vibrante. Las entidades financieras existen no solo para beneficiar a sus accionistas, empleados y clientes. A menos que el sector financiero pueda recuperar la confianza, no podrá desempeñar con eficacia sus funciones esenciales. Solo por esta razón, se concluye, esta industria debe hacerlo mucho mejor (téngase en cuenta la cercanía a la crisis financiera de 2007 y 2008).

Y lo cierto es que la última crisis sirvió para identificar y apartar a un buen número de “manzanas podridas” y para elevar los generales estándares éticos y de comportamiento de un sector tan necesario y estratégico para el bienestar de todos.

Aunque sin mencionar expresamente la ética, desde el Mecanismo de Supervisión del Banco Central Europeo se ha referido recientemente que “La integridad y competencia de los altos cargos de las entidades de crédito es una de las líneas de defensa más importantes frente al fraude y a la mala gestión” (“El BCE aumenta el nivel de control sobre la gobernanza bancaria”, Mersch, Y., miembro del Comité Ejecutivo del BCE y vicepresidente del Consejo de Supervisión del BCE, 1 de octubre de 2020).

Por ello, como decíamos, el discurso de la profesora Cortina es especialmente pertinente, porque, además de haberse pronunciado en el marco de las actividades organizadas por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, va un paso más allá y vincula la ética con la educación financiera, un área de especial relevancia que va a permitir el desarrollo no solo de competencias técnicas, sino también de otras esenciales para el normal desenvolvimiento de los ciudadanos en nuestras sociedades. Por ejemplo, como se indica en el informe de la OCDE “PISA 2018 Results. Are students smart about money? —vol. IV—” (2020), “A medida que las sociedades cambian, nuevos conceptos y cuerpos de conocimiento, considerados de importancia clave para que los estudiantes los aprendan en la escuela, emergen. Hoy día, los mismos incluyen las habilidades, las actitudes y los valores necesarios para desenvolverse en un mundo cada vez más interconectado, alfabetización financiera, visión de futuro, innovación y pensamiento computacional”: es ciertamente significativo que se incluya, dentro de ese repertorio estratégico, la destreza financiera (Domínguez Martínez, J. M., y López Jiménez, J. Mª., “El nivel de la cultura financiera de los jóvenes: los resultados de PISA 2018”, Edufinet, EdufiAcademics, Working Paper 8/2020).

El discurso de la profesora Cortina se centra en “la responsabilidad y la educación financiera”, y, más en concreto, en el trinomio “ética, educación [financiera] y finanzas”. Según Adela Cortina, la ética puede servir, en este espacio, para ahorrar costes, en términos económicos y de sufrimiento, así como para forjar el “carácter financiero” (“ethos” significa carácter, en griego). Las excelencias del carácter conducen a la felicidad y a la justicia. La educación permite cultivar las cualidades y predisposiciones que nos ayudan a vivir mejor como individuos y a configurar sociedades más justas. La profesora desarrolla el sugestivo concepto de “ciudadano financiero”. Cita a Amartya Sen, para quien una buena economía debe dar forma a buenas sociedades [hemos echado de menos la cita a Robert J. Shiller, Nobel de Economía, y de su obra “Las finanzas en una sociedad justa”]. Un sistema financiero virtuoso debe ser apto para convertir el ahorro en inversión que sirva para mejorar la sociedad, por lo que la meta de la actividad financiera debe ser el logro de que se beneficie la sociedad en su conjunto. Las cuatro cualidades del ciudadano financiero, según Adela Cortina, son las siguientes: (1) autonomía (que conduce a la toma de decisiones por uno mismo); (2) responsabilidad (el anticipo y la asunción de las consecuencias —positivas y negativas— de los propios actos, y el  deber de formarse e informarse, incluso con apoyo en asesores financieros, para la toma de decisiones de ahorro e inversión —lo que comprende el respeto a la palabra dada, sobre todo si se recoge en un contrato, y el rechazo de la suscripción de los contratos cuyo alcance no se entienda—); (3) prudencia (saber qué conviene en cada momento y en el conjunto de la vida, lo que permite la toma de decisiones y, en lo financiero, acompasar el desarrollo personal con el financiero, lo que podría prevenir, por ejemplo, los casos de sobreendeudamiento); y (4) justicia (dar a cada uno lo suyo; en el ámbito financiero, el ciudadano puede fijarse en si la entidad financiera con la que se relaciona ejerce o no su responsabilidad social corporativa —RSC—, más allá, por supuesto, de las obligaciones legales, dando adecuada respuesta a los derechos humanos, al Pacto Mundial de las Naciones Unidas y al desarrollo sostenible). Concluye la profesora Cortina con una atinada apelación a la confianza que el mundo financiero debe suscitar para que pueda cumplir su función social.

El discurso de Adela Cortina debe valorarse, naturalmente, de forma muy positiva, pues trata de unir dos orillas (la ética y la educación financiera) que, como nadie puede dudar, forman parte de un todo que debe aprehenderse armónicamente.

En esta difícil tarea, igual que los principios morales que todos llevamos impresos en nuestra conciencia nos facultan para evaluar si una situación es justa o injusta, los principios de las finanzas son mucho más complejos y requieren un conocimiento técnico previo para su pleno entendimiento. En este sentido, en el discurso de Cortina se pueden echar en falta algunos mandatos más claros dirigidos a los profesionales del sector, y, especialmente, a los que asumen las responsabilidades más altas, así como a los poderes públicos, incluidos los supervisores.

Además, hay dos aspectos, a nuestro juicio, que no se entienden del todo bien, muy probablemente por el medio de comunicación empleado y por la escasa duración de la alocución. Así, la afirmación de que “la fortuna y la suerte tienen una gran fuerza en las finanzas”, debe ser matizada, pues, precisamente, hay que huir de la impresión de que las finanzas son un casino. Más bien, habría que concienciar sobre la complejidad de los mercados y sobre la necesidad de formarse y de informarse, incluso, como ella misma señala bien, con apoyo en asesores financieros, y, por supuesto, con base en la leal actuación de los proveedores de servicios financieros y de otros agentes que intervienen en este ámbito. Más que de suerte, podría ser conveniente introducir el elemento del riesgo y de su adecuada gestión, en un contexto en el que prácticamente ningún agente, ni en la oferta ni en la demanda de servicios financieros, dispone de toda la información para vislumbrar, a ciencia cierta, qué deparará el futuro. Actos como elegir un banco al que confiar los ahorros o un vehículo para canalizar la inversión que nos procure un retorno económico aceptable, por ejemplo, nunca deben ser concebidos como ejercicios de buena suerte, sino de reflexión y de ponderación de pros y contras, a la vista de toda la información disponible.

Por otra parte, a propósito de la justicia, Adela Cortina se refiere a una “banca tradicional que tiene como prioritaria la rentabilidad”, por contraposición a una banca ética que persigue la satisfacción de las necesidades humanas y la prevención de la exclusión social. No podemos compartir este punto de vista, porque la banca tradicional sí que ejerce su responsabilidad social, también combate la exclusión financiera y social, y es igual de ética, al menos, que la llamada banca ética (nos remitimos para más detalle a López Jiménez, J. Mª., “Un sistema financiero… ¿ético?”, Actualidad Jurídica Aranzadi, nº 784, 2009), al margen de que para que se puedan cumplir los ambiciosos objetivos de sostenibilidad de la Agenda 2030 será necesario contar, primero, con entidades financieras sólidas y sostenibles económicamente, y, segundo, con la financiación concedida por estas entidades, que no se podrá proveer ni por los Estados ni por otros agentes económicos mucho más pequeños.

Sería interesante contar con una narrativa de la ética, las finanzas y la educación financiera forjada desde el propio seno del sector financiero, como complemento de construcciones valiosas y sugerentes como la de la profesora Cortina, elaboradas desde su exterior.

 

(Imagen de la autoría de freepik – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

1 comentario

Carlos Trias Pintó · 13 octubre, 2020 a las 8:09 am

Muy atinada la reflexión. Hay de una vez por todas que superar las ‘marcas’ acuñadas (banca tradicional vs banca ética, desde esa dicotomia deberíamos también hablar del término ethical washing). Se debe calificar a partir del balance (memoria integrada, con indicadores verificables) qué exhiba cada actor financiero

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