(Publicado en EnFintech el 9 de agosto de 2020)

BBVA y Google han aprovechado el atípico mes de agosto de 2020 para dar a conocer su nueva alianza para la apertura de cuentas digitales en los Estados Unidos (“BBVA y Google ofrecerán cuentas digitales en EE UU”, El País, 4 de agosto de 2020).

Este acercamiento —otro más, en general— entre una entidad representativa del sector financiero tradicional y una de las “Bigtech” del grupo GAFAM, confirma la, en principio, inesperada evolución de los acontecimientos: ni los bancos de siempre han permanecido pasivos e inactivos tecnológicamente, ni las “Bigtech” han dejado de admitir una cierta preeminencia de aquellos, ni se han desatado, como predijeron algunos, manifiestas hostilidades entre unos y otros. Más bien al contrario, se aprecia una cordial entente, una tendencia a cooperar antes que a competir, en beneficio, sobre todo, de los consumidores.

La filial norteamericana del banco español ofrecerá, a partir de 2021, “cuentas bancarias digitales” a través de la herramienta Google Pay, con una referencia a ambas marcas. La cuenta se sustentará “sobre la actual infraestructura tecnológica de BBVA, mientras que Google aportará la interfaz que se muestra al cliente”.

La cuenta bancaria otorgará a sus titulares, como es natural, el respaldo del FDIC (el organismo equivalente a nuestro Fondo de Garantía de Depósitos), al margen de cuál sea la intervención en el proceso de formalización y ejecución contractual de la entidad tecnológica y no financiera (Google).

Según la entidad bancaria, “La colaboración con Google está plenamente alineada con nuestro plan estratégico y aún más en el mundo actual donde la capacidad para gestionar la vida financiera de manera digital, desde abrir una cuenta, realizar operaciones o entender la salud financiera, es un imperativo”. Según la entidad, el gran ganador de esta interacción entre los bancos y las tecnológicas será el consumidor. Por su parte, Google destaca su compromiso para que beneficien “los usuarios, las entidades bancarias y todo el ecosistema financiero”, dejando la puerta entreabierta a compromisos similares con otras entidades.

Realmente, en la actualidad, todas las cuentas bancarias de los sistemas financieros más evolucionados son digitales (la “cuenta bancaria documental” desapareció hace años, no demasiados, del panorama financiero, como acreditan, como vestigios, la libreta de ahorros o el talonario de cheques y pagarés).

Lo novedoso es que esta nueva cuenta, al parecer, no se comercializará desde la red de negocio o con apoyo en la banca “on line” o móvil, ni siquiera a través de agentes, sino, directamente, por la plataforma Google Pay. La cuenta, en puridad, y con la información disponible, no se abrirá por Google, sino por BBVA, por lo que la mención al empleo de “ambas marcas” puede inducir a confusión, al poner en un mismo nivel lo sustantivo (la cuenta en sí, con un saldo cubierto por sistema de garantía de depósitos) y lo accesorio (el medio de contratación o el interfaz mostrado al usuario).

Da la impresión de que es Google quien sabe ganando, y de que es la entidad bancaria la que da cabida en su negocio “core” a un tercero ajeno al ámbito de las finanzas, renunciando, en cierto modo, a una parte de su ventaja competitiva —legalmente salvaguardada, por el momento—, como es la captación de depósitos a la vista.

Hasta la aparición de “Libra” de Facebook, los supervisores bancarios habían contemplado las incursiones de las “Fintech” en la prestación de servicios financieros con cierta complacencia, dado su carácter no sistémico y, por tanto, la inexistencia de riesgos para la estabilidad financiera. La emergencia de las “Bigtech”, con su entrada, inicialmente, en el sector de los servicios de pago, y, particularmente, el citado anuncio de lanzamiento de “Libra”, ha alterado esta percepción de los supervisores, cuya sensibilidad ante la creciente actividad financiera de las “Bigtech” es mucho mayor.

Estamos de acuerdo en que los consumidores, los más familiarizados con la tecnología, sobre todo, serán los grandes beneficiarios de este tipo de alianzas. No obstante, también sería interesante conocer la opinión de los accionistas de las entidades bancarias, así como la de los potenciales inversores, de este tipo de movimientos, cuando en una región como la europea el coste del capital sigue siendo superior a la rentabilidad ofrecida por las entidades a los inversores.

Quizás exagera Bill Gates cuando afirma que la banca es necesaria pero los bancos no. La crisis sanitaria ha revelado el papel crucial que pueden desarrollar los bancos tradicionales como movilizadores de financiación —pensemos, además, en la recién comenzada “transición verde”—, además de para llegar a una cantidad no desdeñable de ciudadanos —urbanos y rurales— no interesados en lo tecnológico (o que no son del interés de las tecnológicas) y que siguen necesitando el acceso a la sucursal bancaria para su inclusión financiera.

Acuerdos entre gigantes como el que comentamos muestran que las entidades bancarias seguirán formando parte del “ecosistema financiero”, aunque todavía nos resulte arduo vislumbrar cómo será el sistema financiero de mediados del siglo XXI.

 

(Imagen de la autoría de macrovector – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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