Haruki Murakami, “Sauce ciego, mujer dormida” (“Conitos”), 12ª ed., 2017, Tusquets Editores, S.A., Barcelona, págs. 275 y 276.
“Un mes después recibí una llamada de Confiterías Conitos diciendo que me personara en la empresa al día siguiente. Me puse una corbata y salí para allá. Hablé con el director general en la sala de visitas.
—El pastel Nuevo Conito que usted ha presentado ha tenido una excelente acogida en la compañía —dijo el director—. Ha recibido muy buenas críticas, especialmente, ¡ejem!, entre el sector joven de la empresa.
—Muchas gracias —le dije.
—Por otra parte, ¡ejem!, entre los miembros de más edad hay quien dice que su pastel no es un Conito. En definitiva, ¡ejem!, que cabe hablar de confrontación de ideas.
—¡Ah! —dije. No tenía ni idea de adónde quería ir a parar.
—En consecuencia, la junta directiva ha acordado pedirles la opinión a los señores Cuervos Conitos.
—¡Los Cuervos Conitos! —exclamé—. ¿Y qué son los Cuervos Conitos?
El director general me miró con expresión atónita.
—¿Usted se ha presentado al concurso sin saber quiénes son los señores Cuervos Conitos?
—Lo siento mucho. Nunca me enteró de qué va el mundo.
—¡Menudo problema! —exclamó el director y sacudió la cabeza—. Conque ni siquiera conoce a los señores Cuervos Conitos… Bueno, ¡en fin!, sígame”.
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