La crisis sanitaria nos obliga a redefinir la relación con el espacio y con el tiempo, el equilibrio entre lo urbano y lo rural, incluso a nosotros mismos.

Desde las ventanas y balcones nos duele contemplar las calles de nuestra ciudad, ayer repletas de confianza y de vida, de una actividad económica y mercantil fulgurante, hoy vacías.

El coronavirus nos ha obligado a revisar nuestros planes vitales y profesionales, la agenda y las prioridades. Uno de los proyectos más ilusionantes de 2020 era el provisionalmente llamado Proyecto Mlk, auspiciado por el Instituto Econospérides. A mediados de marzo se iba a desarrollar la reunión de trabajo que, en principio, serviría para impulsar definitivamente el proyecto. En cualquier caso, los avances han sido notables, como se puede comprobar si se visita su página web.

Por el contrario, apenas unos meses antes de la Gran Interrupción, en el lejano mes de noviembre de 2019, vio la luz “Comercios malagueños que dejaron huella”, de Fernando Alonso González, con la colaboración de Jorge Alonso Oliva, y con un objeto parcialmente coincidente con el de Proyecto Mlk, lo que denota el interés que despierta la historia de Málaga.

La obra ha sido editada por Promotora Cultural Malagueña, con la coordinación de Ediciones del Genal, la colaboración de Librerías Proteo y Prometeo, y el patrocinio de Edufinet (Edufiemp), el proyecto de educación financiera de la Fundación Unicaja y Unicaja Banco.

Se presentó, ante casi todas las familias que aparecen en el libro, en el salón de actos de Unicaja Banco de la Plaza de la Marina, el 22 de enero de 2020, con la intervención de José M. Domínguez, en su condición de Director del Proyecto Edufinet, previa a la de los dos autores. En el blog Tiempo Vivo se puede acceder a los principales aspectos de su exposición.

Si en “Comercios históricos malagueños” (aquí se puede leer nuestra reseña) Fernando Alonso se centró en establecimientos todavía vivos en el momento de su publicación (tristemente, algunos han desaparecido entre obra y obra), los de “Comercios malagueños que dejaron huella” forman parte de ese firmamento de tiendas e industrias definitivamente desaparecidas, pero que sirvieron para tejer los recuerdos y los sueños de quienes, en mayor o menor medida, los pudimos conocer.

Jorge Alonso, tras el apartado introductorio (“Fernando Alonso, un artesano de la memoria”) y el que sirve de broche final (“Regreso a la Ciudad del Paraíso”), se encarga, a través de breves comentarios intercalados a lo largo de la obra (el fútbol en Málaga, la vida en el Parque, el colegio de San Agustín, los cines de verano, los balcones…), de mostrar toda la fuerza de los indelebles sentimientos asociados a cada rincón y a cada manifestación de lo que fue nuestra ciudad antes de convertirse en una gran metrópoli.

El estudio de Fernando Alonso se basa en el análisis documental (entre otros archivos, del Díaz de Escovar, de la Fundación Unicaja) pero, sobre todo, en las entrevistas personales a los descendientes de quienes fueron titulares de todos estos comercios (el lector más atento me podrá encontrar en las páginas de la obra; gracias a Fernando, por otra parte, he descubierto que también podría tener raíces en Laguna de Cameros, en esa extraña pero fructífera conexión que une a La Rioja con Málaga, al ahorro con la inversión, a lo rural con lo urbano*).

En ocasiones, se deja ver en la obra una cierta amargura por la inadecuada gestión pública de la transformación de nuestra ciudad, que podría haber acelerado la pérdida de su carácter más propio y definitorio (en este sentido, véase el apartado “Al curioso lector”, págs. 19-22).

Se trata de un fenómeno que trasciende los límites de nuestro municipio, en una época en la que la globalización ha alcanzado, prácticamente, todos los rincones del planeta. Entre la preservación de la fisonomía más tradicional y el desarrollo económico y social se debe encontrar un punto de equilibrio, cuya efectiva realización no es solo responsabilidad del sector público, sino también del privado, y, por supuesto, de los propios ciudadanos, que con sus decisiones también contribuyen a conformar la apariencia y la esencia de una ciudad, nunca terminadas de perfilar del todo…

La crisis sanitaria nos sitúa ante un nuevo escenario, que bien podría llevarnos a echar de menos las grandes concentraciones de público en las calles del Centro, o la propia presencia turística. Hasta las opiniones más asentadas tienen que revisarse en estos momentos de cambio.

Como dice Jorge Alonso en la introducción, “… la ciudad más grande y distante de ahora, debe conocer y vincularse de todas las maneras, a la ciudad pequeña y encantadora de nuestros padres y abuelos, especialmente a aquel mundo proverbial y cercano de los comercios, si no queremos que se pierdan para siempre en la penosa deriva del olvido”.

La obra de Fernando Alonso y Jorge Alonso se presenta como imprescindible para quienes deseen conocer la realidad del comercio malagueño y de la ciudad en el periodo comprendido, aproximadamente, entre 1850 y 2020, y como un anclaje sólido para que sigamos creciendo sin olvidar de dónde venimos.

 

(*) Fernando Alonso enumera algunos de los apellidos malagueños con posible origen en la comarca camerana: Alcázar, Alfaro, Alonso, Álvarez, Benito, Calvo, de la Cámara, de los Riscos, Díaz de Tejada, Díez de Tejada, Domínguez, Elías, Enciso, Esteban, Fernández, Fraile, de la Fuente, García, Garrido, Giménez, Gregorio, Gómez, González, Gutiérrez, de las Heras, Heredia, Hernández de Tejada, Herreros de Tejada, Hurtado de Mendoza, Illera, Íñiguez, Jiménez, Larios, Lasanta, Lerdo, López, Lorenzo, Lozano, Llera, Marín, Martínez, Martínez de Tejada, Moreno, Mugüerza, Muro, Pascual, Portal, Rubio, Sáenz, Sáenz de Tejada, Sorzano, Tejada, Valle e Ysasi.

Para más detalle, nos remitimos al artículo de su autoría “Apuntes para una historia de los cameranos en Málaga (2 de 3)”, accesible en el blog del Proyecto Mlk.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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