En el normal discurrir de las estaciones, todos recordamos el impacto del clima en nuestras ciudades y en nuestras vidas: picos de frío y de calor, inundaciones, nevadas (nunca en mi caso), sequías… Ciertamente, con el paso del tiempo hemos incorporado al catálogo conocido otros fenómenos más extremos, como los tornados o los grandes incendios, y, sobre todo, para quienes habitamos en las zonas costeras, comienza a anunciarse desde hace algunas décadas la amenaza del aumento del nivel del mar.

Según el Banco Central Europeo y la Junta Europea de Riesgos Sistémicos (“Climate-related risk and financial stability”, 2021, pág. 12), los riesgos físicos para las empresas europeas (y, por tanto, para toda la población) asociadas al cambio climático derivan, principalmente, de las siguientes fuentes: inundaciones, incendios forestales, estrés por calor o estrés hídrico (sequía).

The Economist («To prevent floods, China is building “sponge cities”», 20 de noviembre de 2021) ha prestado atención al fenómeno, proveniente de Asia, de las “ciudades esponja” (“sponge cities”).

Según investigadores chinos, el promedio de las pérdidas anuales por inundaciones se duplicó en este gran país, desde alrededor de 100.000 millones de yuanes (unos 15.600 millones de dólares) en la primera década del milenio, hasta más de 200.000 millones de yuanes a principios de la década de 2010. El 70 % de la población china habita llanuras inundables.

El gobierno chino ha asumido la idea del desarrollo de las “ciudades esponja”, inspirada en los tradicionales sistemas de irrigación. Este nuevo modelo de ciudad neutralizaría la capacidad destructiva del agua cuando corre sin control, y, además, permitiría acumular el agua captada, gracias a la permeabilidad de los nuevos materiales de construcción. El propósito es que el 80 % de las ciudades capturen y reciclen el 70 % del agua proveniente de la lluvia en 2030, superando los sistemas, bajo tensión en condiciones extremas, de presas, diques y barreras. El coste aproximado de esta adaptación rondaría el billón de dólares.

Como se aprecia, el coste de actuar a tiempo resultaría compensado en el medio-largo plazo, a pesar de la magnitud de las cifras.

 

(Imagen tomada de https://www.amazon.es/Bob-Esponja-rescate-cuento/dp/8448855205)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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