Desde los años 60 del siglo XX solo ocho ciudadanos honorarios han sido reconocidos por los Estados Unidos: Winston Churchill (1963), Raoul Wallenberg (1981), William y Hannah Callowhill Penn (1984), la Madre Teresa de Calcuta (1996), el Marqués de Lafayette (2002) y Casimir Pulaski (2009). Se trata de uno de los mayores reconocimientos que un ciudadano extranjero puede obtener. El nombramiento de Churchill fue firmado por Kennedy.
Citamos separadamente al español y malagueño, nacido en Macharaviaya, Bernardo de Gálvez, reconocido en 2014, como exponente de una saga familiar encabezada por su tío José de Gálvez tan extraordinaria como, en general, desconocida.
Como reza en la nota de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de 19 de diciembre de 2014, el 16 de diciembre de 2014 «el Presidente de los Estados Unidos de América (Barack Obama) firmó la Resolución Conjunta del Congreso de este país por la que se concede la ciudadanía honoraria de los EEUU al español Bernardo de Gálvez. Tal y como recoge expresamente en la mencionada Resolución […], la ciudadanía honoraria de este país “es y debe continuar siendo un honor extraordinario no conferido a la ligera ni frecuentemente otorgado”».
En la obra “Y Bernardo de Gálvez entró en Washington” (Los Papeles del Sitio, 2019, copatrocinada por la Fundación Unicaja), Francisco Reyero ofrece un análisis de corte periodístico de las vicisitudes para que, con más de 200 años de atraso, se diera respuesta a la promesa asumida por los norteamericanos y el retrato de Bernardo de Gálvez, personaje clave para la victoria sobre los ingleses en la Guerra de Independencia, se ubicara en el Senado de los Estados Unidos.
En nuestros días, fue el empeño de Teresa Valcarce, norteamericana de origen español, y el de algunas asociaciones que se negaron al olvido, el que posibilitó que el Congreso de los Estados Unidos cumpliera en 2014 el compromiso asumido en 1783 para colgar un cuadro de Bernardo de Gálvez, de la autoría del también malagueño Carlos Monserrate, en el Senado: “Solo quiero que mi país (Estados Unidos) haga honor a su palabra”, expresó Valcarce.
Este reconocimiento y estas circunstancias han permitido incidir en la influencia española y en los lazos entre ambos países, a pesar de los desencuentros del siglo XIX y la práctica ignorancia durante una buena parte del siglo XX. Reyero muestra que “las antiguas posesiones de la Corona acabaron dando origen a 26 de los 50 estados de la Unión frente a los 13 que originaron las colonias británicas” (pág. 114).
En la Resolución del Congreso de los EEUU confiriendo la ciudadanía honoraria a Bernardo de Gálvez, que abre, en inglés, y cierra, en español, la obra de Reyero, se recogen los méritos del ciudadano malagueño, de los que transcribimos algunos:
“[…]
Whereas Bernardo de Gálvez y Madrid, Viscount of Galveston and Count of Gálvez, was a hero of the Revolutionary War who risked his life for the freedom of the United States people and provided supplies, intelligence, and strong military support to the war effort;
[…]
Whereas Bernardo de Gálvez was wounded during the Siege of Pensacola, demonstrating bravery that forever endeared him to the United States soldiers;
Whereas Bernardo de Gálvez’s victories against the British were recognized by George Washington as a deciding factor in the outcome of the Revolutionary War;
[…]
Whereas the United States Continental Congress declared, on October 31, 1778, their gratitude and favorable sentiments to Bernardo de Gálvez for his conduct towards the United States;
[…]
Whereas Bernardo de Gálvez played an integral role in the Revolutionary War and helped secure the independence of the United States: Now, therefore, be it Resolved by the Senate and House of Representatives of the United States of America in Congress assembled, That Bernardo de Gálvez y Madrid, Viscount of Galveston and Count of Gálvez, is proclaimed posthumously to be an honorary citizen of the United States”.
En el prólogo de “Y Bernardo de Gálvez entró en Washington”, de Pedro G. Cuartango, se dan algunas claves para entender la personalidad de Bernardo de Gálvez, y la propia idiosincrasia española: «[…] el ilustre soldado jamás se arredró ante las dificultades. Cuando planeaba tomar la fortaleza de Pensacola, un lugar de enorme valor estratégico en Florida, Gálvez se enteró de que sus superiores le negaban los refuerzos que había solicitado para emprender el asedio. En lugar de resistir de su peligroso empeño, exclamó: “Yo solo”».
Reyero cierra la obra con una frase contundente pero abierta a un cierto optimismo, a pesar de todo y a pesar de nosotros mismos: “El reloj de Gálvez se paró en la hora exacta del olvido, pero también quedó detenido para ser honrado sin la carga posterior de la difícil relación de España con Estados Unidos durante el siglo XIX” (pág. 135).
No podemos evitar rememorar la frase de Sebastián Copons dirigida a Íñigo Balboa instantes antes de encontrarse con la eternidad: “Cuenta lo que fuimos”.
Imagen: “Gálvez en América”, cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau, tomada de https://www.elespanol.com/cultura/historia/20191124/secreta-espana-francia-eeuu-decidio-guerra-independencia/446456207_0.html