Uno de los mejores momentos de la semana es la sobremesa del sábado, en la que me suelo entregar a errar por alguna gran librería. Estas visitas, que a veces también realizo, con mucho menor deleite, en formato «on line», son, excepcionalmente, el origen del descubrimiento de alguna joya.
De esta forma, vagabundeando por FNAC, encontré un librito, del que tenía alguna remota referencia anterior, titulado «Ulises y la comadreja. Una simpática introducción a los mercados financieros» (2013). Su autor, desconocido hasta ahora para mí, es Georg von Wallwitz, muniqués nacido en 1968, con formación en matemáticas y filosofía y experiencia en la gestión de fondos de inversión.
No es extraño que los matemáticos y los filósofos se aproximen al sistema financiero y a los mercados. Otros ejemplos los podemos encontrar en obras como «Cuando los físicos asaltaron los mercados. El fracaso de querer predecir lo impredecible» (2013), de James Weatherall, o en «El nuevo paradigma de los mercados financieros. Para entender la crisis económica actual» (2008), de George Soros, el inversor y discípulo de Popper.
El ensayo de von Wallwitz nos ha parecido apasionante. El prólogo comienza, contundentemente, con un aviso para el lector: «El mundo financiero es un mundo singular, que resulta incomprensible para cualquiera que no forme o haya formado parte de él». No obstante, la lectura de la obra, escrita con un brillante estilo impregnado de ironía, permite hacerse una idea bastante cabal de qué son los mercados y de quiénes son sus agentes.
Por cierto, la calidad de la obra es igualmente atribuible a la excelente traducción del original alemán. Si, por ejemplo, el profesor Robert Shiller tuviera conocimiento de la pésima calidad de algunas de sus traducciones al español, probablemente no permitiría adaptaciones futuras, al menos, las de algunos traductores en concreto…
El libro de von Wallwitz está regado de referencias literarias y filosóficas. Evidentemente, la más relevante es la de Ulises, de Homero (Iliada, Odisea), pero en sus páginas también aparecen Tucídides, Marx, Zola, Schiller, san Agustín, Descartes, Maquiavelo, Spinoza, John Law, Voltaire, Oscar Wilde…Un plantel de lujo.
Se destaca, como comienzo de lo financiero, el año 1602, fecha que se anuda a la creación en Ámsterdam de la primera sociedad anónima. No es casual que Hugo Grocio proclamara en 1605 la libertad de navegación en un informe emitido a petición de la Compañía de las Indias Orientales, y que en 1609 se creara el Banco de Ámsterdam.
Se presta especial atención a la obra de Keynes, pero también a la de otros autores más cercanos temporalmente, entre los que destacan Graham y Dodd (con su «Security Analysis»), Samuelsson, Minsky…
Tras la elaboración de este más que sólido armazón teórico y conceptual, von Wallwitz presenta a los protagonistas del «drama» de los mercados financieros. El principal tipo ideal sería el erigido en torno a la figura de Ulises, «que posee una serie de cualidades que no sólo son útiles para enfrentarse a cíclopes, sirenas, ninfas y troyanos, sino también para desenvolverse en los mercados financieros». Y el otro, es evidente, sería el de las comadrejas, que son mayoría y se identifican con los analistas, «brokers» y gestores de fondos: modestos depredadores que no tienen capacidad para cobrarse piezas mayores, pero depredadores al fin y al cabo, por lo que todos esperan que se comporten como tales. Las comadrejas son demasiado pequeñas para cazar en campo abierto, por lo que solo les queda el recurso a las trampas.
La obra desentraña la forma de actuar de unos y otros, y nos deja frases dignas de ser guardadas para la posteridad, como esta: «La hybrises una tentación en la que todos, incluso los científicos, podemos caer, aunque lo más probable es que ellos ni siquiera conozcan el concepto. En cualquier caso, a la hybris le sigue Némesis».
Especialmente delicioso y aprovechable es el capítulo 6, titulado «A este lado de la moral», en cuyo comienzo leemos una sentencia exculpatoria del sistema financiero: «No es una casualidad que, históricamente, las sociedades más avanzadas hayan tenido los mejores artistas, las mayores garantías jurídicas y también los mercados financieros más eficientes».
La ética, si se piensa fríamente, no tiene cabida en el mundo de los mercados: «Los mercados financieros no son malos por naturaleza. […] En cualquier caso, no más que el sistema de salud, las universidades o la industria del automóvil. Querer ganar dinero negociando valores o materias primas no es moral ni inmoral. Si las comadrejas tienen un déficit de honradez, no es culpa del mercado, es culpa suya», lo que nos recuerda la frase que tanto se repite en la actualidad de que no hay rescatar a los banqueros deshonestos sino al sistema financiero, dada la utilidad social que procura.
A pesar de todo, se apostilla, es palmario que el sistema financiero puede arruinar a un país entero. Que todas las comadrejas oculten la misma información al mismo tiempo puede ser letal por sus desastrosas consecuencias, y ahí tenemos para confirmarlo la crisis de 2008 asociada a las hipotecas de baja calidad norteamericanas.
Esto no es óbice para que se rechacen abiertamente los sistemas de distribución de riqueza que prescinden de los mercados libres y encargan esta tarea a burócratas: «los experimentos llevados a cabo en la Unión Soviética (la deskulakización que se desarrolló entre 1929 y 1932) y en China (el gran salto delante de 1958 a 1961) no animan precisamente a renunciar a la libertad de precios, sobre todo en lo referente a los productos agrícolas».
Tratar de unir los reinos del dinero y la moral es absurdo: «el poder del dinero tiene más peso que cualquier argumento metafísico».
La obra concluye con una serie de consejos prácticos, extraídos de la experiencia, para los que se atrevan a acercarse al mundo del sistema financiero, los mercados y el dinero.
En conclusión, este ensayo merece la pena ser leído. El excesivo tono irónico y su posicionamiento en contra del pensamiento predominante puede provocar que algunas de las reflexiones que contiene puedan ser malentendidas o malinterpretadas, pero no deja de ser una obra muy recomendable.