De acuerdo con las tesis de Locke y de Montesquieu, son tres los poderes que deben regir, legítimamente, los designios de nuestras sociedades: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Nuestra Constitución de 1978 recoge con nitidez esta clasificación en sus títulos III a VI: (i) Título III. De las Cortes Generales; (ii) Título IV. Del Gobierno y de la Administración; (iii) Título V. De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales; (iv) Título VI. Del Poder Judicial.
Junto a estos poderes institucionales se recogen los conocidos como los “poderes fácticos”. Según el Diccionario de la RAE, el poder fáctico se define como el “Sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas que ejerce sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión; p. ej., la banca, la Iglesia, los medios de comunicación”.
Los medios de comunicación, en lo que nos ocupa ahora, han sido calificados con frecuencia —y con razón— como el cuarto poder. Los medios han hecho caer altas torres, tanto en el mundo de la política (recuérdese, por ejemplo, el caso “Watergate”, investigado por The Washington Post, Time y The New York Times), como en el de la empresa (entre las investigaciones más recientes, destacamos la de la entidad financiera “Wirecard” por el periódico Financial Times).
Justamente, “The powerful and the damned. Life behind the headlines in financial times” (WH Allen, 2020) representa las memorias, un tanto sui generis, de Lionel Barber, editor de Financial Times entre 2005 y 2020, es decir, durante la etapa de gran crecimiento inmediatamente anterior a la Gran Recesión, la crisis financiera, la posterior recuperación y el advenimiento de la pandemia.
Antes del prefacio del autor se recoge el listado, clasificado por bloques temáticos (política; negocios y finanzas; realeza; periodismo; y diplomacia) de los protagonistas de este drama (“Dramatis personae”). No vamos a enumerar a todos estos personajes, ni a otros muchos secundarios identificables en el índice final (otra buena costumbre de las editoriales anglosajonas), pero baste citar ahora a algunos de ellos, para comprobar la altura de las vivencias de Barber y el trasfondo de Financial Times: Shinzo Abe, Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Mario Draghi, Theresa May, Angela Merkel, Benjamin Netanyahu, Vladimir Putin, Donlad Trump, Lloyd Blankfein, Bob Diamond, Dick Fuld, el Príncipe Carlos, Mohammed bin Salman, Martin Wolf…
Se podría pensar que es el periodista el que activamente se acerca a sus fuentes en busca del hecho noticiable, pero Barber expone con claridad que, en muchas ocasiones, ocurre a la inversa, y son los poderosos empresarios o los representantes públicos los que se acercan a los medios para amplificar el eco de una determinada materia.
A propósito de la toma de contacto con Hank Paulson, a instancias de este, Barber reflexiona (págs. 31 y 32): “Taking the FT to the top of the premier division, I’m starting to understand, is not about nuts and bolts —great reporting, intrepid investigations, majestic commentary. It’s also about being ‘in the mix’, meeting and dining with the movers and shakers, detecting big economic, financial and political trends”.
Son numerosas las anécdotas, relatadas con un fino toque de humor, generalmente, que salpican estas memorias. Memorable debió ser el encuentro con Donald Trump celebrado el 31 de marzo de 2017, en el que el antiguo presidente norteamericano afirmó (págs. 346-349): “‘Without the tweets, I wouldn’t be here… I have over 100 million followers between Facebook, Twitter and Instagram’. […] ‘Over 100 million. I don’t have to go to the fake media’”.
Por las páginas de “The powerful and the damned” también desfilan personajes de nuestro círculo peninsular. Por ejemplo, se cita a Felipe González, a José M.ª Aznar, a Javier Solana o a Ana P. Botín. Pero destacamos aquí algunos de los hechos de José L. Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy.
De Rodríguez Zapatero se recogen referencias al encuentro mantenido en Madrid, en La Moncloa, el 7 de abril de 2010, cuando el leonés era presidente del Gobierno (págs. 153-155). Rodríguez Zapatero ha elegido al Financial Times como el medio para lanzar el mensaje, en pleno ataque de los mercados contra la deuda griega, de que España no es Grecia… Barber pone en boca del presidente las siguientes palabras: “‘We have a plan, a credible, quantified plan. If we need more austerity and more extreme measures, then we will implement them’”.
Barber valora el encuentro del siguiente modo: “Zapatero introduced austerity measures a month later, but he left it too late and paid the electoral price. His centre-right successor Mariano Rajoy looked like a plodder but took on the task of economic reform. Spain slowly turned the corner”.
El 14 de enero de 2013 el entrevistado es Rajoy (págs. 225-226), quien carece del “encanto felino” de Felipe González. Rajoy, “by contrast, is a grey character with spectacles and a wispy beard, a Galician from Spain’s north-west. […] you can never be sure whether they are going up or down”. Barber concluye que, en aquel entonces, Rajoy es el hombre del momento, un reformador creíble que quiere que España juegue en la “liga de campeones económica” europea.
El libro se cierra con un epílogo con un tono menos sarcástico y más serio que el de las páginas precedentes, que arranca, precisamente, con las primeras noticias del virus de Wuhan, en diciembre de 2019. La pandemia no hizo, según Barber, sino ampliar la tendencia del periodo 2005-2020: la crisis de la globalización.
El editor añade una interesante reflexión cuando expone que, por segunda vez en apenas una década, el sector público ha tenido que rescatar al sector privado. Si en 2008 fue por la crisis financiera, en 2020 fue por la crisis sanitaria. De este modo, la deuda se ha incrementado de forma extraordinaria: “These sums amounted to debts of a size which could only be reduced seriously by a burst of inflation or sustained economic growth, at a rate more readily associated with emerging markets than advanced western economies”.
En este entorno, los bancos centrales siguen desempeñando un papel fundamental. Barber cita a Martin Wolf: “central banks used to have the role of taking away the punch-bowl when the party was getting out of hand; now the central bankers were offering a second helping”.
El epílogo finaliza con cinco tendencias que, según Barber, impactarán en los negocios, la política, la economía y las relaciones internacionales, especialmente en la relación entre los Estados Unidos y China, así como en el papel de Europa. Se trata de las siguientes:
(1) Una lucha, la más peligrosa, en el terreno de la competición, no regulada, entre los Estados Unidos y China, que podría conducir a la conocida como “trampa de Tucídides”.
(2) La convicción, beneficiosa para todos, de que los grandes poderes deben cooperar para gestionar los intereses comunes, así como por sentido de responsabilidad.
(3) La reconfiguración del papel del Estado en Occidente.
(4) La reforma del sistema capitalista y el establecimiento de un nuevo pacto social.
(5) La determinación del alcance de la tecnología en nuestras sociedades, especialmente tras la aceleración imprimida en este ámbito por la pandemia, lo que comprende la limitación del poder de los gigantes tecnológicos.
En cuanto al periodismo, su misión, para Barber, será explicar todas estas tendencias. El periódico de papel se convertirá en una reliquia y su lugar será ocupado por las ediciones digitales. Los medios del mañana, para cumplir su función social, tendrán que financiarse, además de por los nuevos “Hearsts” y “Pulitzers”, por fundaciones filantrópicas y con base en otras fuentes diferentes de las publicitarias. Surgirán nuevas formas de propiedad y de colaboración, con el fin de reducir costes y de desempeñar la actividad periodística eficientemente. Probablemente, surgirá el mercado de las “noticias a demanda”.
Como dijo C.P. Scott, editor durante años de The Guardian, citado por Barber, “la opinión es libre pero los hechos son sagrados”, lo que motiva que los periodistas tengan el deber de presentar a los ciudadanos la verdad, o algo tan cercano a ella como sea posible. La democracia, nada menos, está en juego.