La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha concedido el Premio Nobel de Ciencias Económicas de 2022 al alimón a Ben S. Bernanke, Douglas W. Diamond y Philip H. Dybvig, por su análisis del papel de los bancos y de las crisis financieras.
(Referencias a la obra de Ben S. Bernanke se pueden encontrar en nuestro comentario a su libro “The Federal Reserve and the financial crisis” (eXtoikos, nº 14, 2014, accesible aquí), o en el siguiente post: “Firefighting. The Financial Crisis And Its Lessons”).
(Referencias a las quiebras bancarias y a los «pánicos bancarios» en el blog: «Ética en las finanzas: siguiendo la estela de George Bailey«; «Economía y Finanzas: una aproximación desde el mundo del cine«).
(Sobre la crisis financiera de 2008, entre otras muchas entradas, véase: «Lehman Brothers y la crisis financiera: cuando la vida nos da una segunda oportunidad«).
Para quienes hemos seguido de cerca, de un modo u otro, la crisis financiera de 2008 y sus secuelas, no resultan llamativos ni novedosos los criterios de la Real Academia, algunos de los cuales reproducimos seguidamente, tomándolos de la nota de prensa publicada el 10 de octubre de 2022:
-Que los bancos no quiebren es vital.
-Que para que la economía funcione adecuadamente los ahorros se deben canalizar hacia la inversión.
-Que concurre un conflicto de intereses entre los depositantes, que desean mantener en todo momento la disponibilidad del ahorro, y los prestatarios, que no pueden resultar forzados a devolver los préstamos antes de la fecha de reembolso pactada.
-Que los bancos ofrecen la solución óptima al problema apuntado en el párrafo anterior, pues, como intermediarios, facilitan la liquidez a los depositantes mientras que ofrecen préstamos a largo plazo a los demandantes de crédito.
-Que, a pesar de todo, los bancos pueden ser vulnerables ante rumores que apunten a su inminente colapso, lo que podría originar una “corrida bancaria” (“bank run”) si un número elevado de depositantes acudieron de manera simultánea a retirar sus ahorros, favoreciendo una “profecía autocumplida” (“self-fulfilling prophecy”).
-Que esta dinámica peligrosa se podría prevenir con el establecimiento de fondos de garantía de depósitos respaldados por los gobiernos, y con el recurso a estos como figura de cierre del sistema en la modalidad de “prestamista de último recurso” (“lender of last resort”).
-Que los bancos, como intermediarios entre los depositantes y los prestatarios, están preparados para evaluar la solvencia crediticia de sus clientes y, así, asegurar que los préstamos se canalizan hacia inversiones productivas.
-Que la quiebra de los bancos supondría la pérdida irreparable de este historial crediticio.
Reiteramos que la evidencia de todos estos argumentos (muchos de la autoría de W. Bagehot, “Lombard Street: A Description of the Money Market” —1873—) es más que palmaria para quienes cuentan con un mínimo de experiencia en la regulación, la supervisión o el funcionamiento del sistema bancario, sin que ello suponga, desde luego, que no se tenga valorar merecidamente a los tres premiados.
Podría ser conveniente mirar menos hacia el pasado y tratar de incentivar la investigación que trate de revelar cuáles son los riesgos para el sistema bancario del futuro más inmediato: banca en la sombra, monedas digitales privadas, monedas digitales soberanas —con su previsible impacto en la intermediación bancaria clásica—, política monetaria no ortodoxa y su impacto en el valor de las monedas soberanas y el poder adquisitivo del dinero, la transición energética y su impacto en el valor de las divisas, etc., etc.
(Imagen tomada del siguiente enlace: https://www.nobelprize.org/prizes/economic-sciences/2022/summary/)