La primera crisis social que vives intensamente te marca de por vida. En la crisis de 1993 todavía era menor de edad. Recuerdo perfectamente el impacto del primero de los aviones secuestrados en las Torres Gemelas, que vi mil veces a un tiempo, pues me encontraba en el departamento de tecnología de unos grandes almacenes, rodeado de televisores. Todavía no era consciente de lo que las Torres representaban, ni siquiera la ciudad de Nueva York. De las crisis de Enron y de las “dot-com” tuve alguna noticia, capté alguna noción sobre la función de auditoría y las burbujas tecnológicas, pero no les presté excesiva atención, más centrado como estaba en otros quehaceres.

Fue la crisis financiera de 2007 la que me marcó. Prácticamente todo lo que he escrito desde entonces ha guardado relación con aquel hecho histórico y con sus efectos (una síntesis del este periodo se pueden encontrar en “Ensayos 2017-2007: Una década para un nuevo orden”, Etc Libros, 2018).

El origen de esta recesión fue, como la de 1929, financiero, y proyectó sus efectos en las esferas económica, social y política, por este orden.

La crisis del coronavirus COVID-19 ha sido sanitaria, será económica, una vez salgamos de esta reclusión forzada, y todavía está por determinar si también será financiera.

Las crisis de 2007 y de 2020, por tanto, no guardan identidad, no tienen nada que ver la una con la otra en cuanto a su diagnóstico, aunque sus síntomas y el óptimo tratamiento aplicable sí pueden ser parcialmente coincidentes.

En la etapa de 2007 y los años sucesivos nos maravilló el poderío que demostraron los Estados, lo que me llevó a escribir el artículo “Más crisis, más Estado” (Actualidad Jurídica Aranzadi, 2009, pág. 13).

Este breve trabajo, tras plantear que “El súbito e imprevisible desplome de algunas de las más importantes entidades financieras mundiales, no sólo en los Estados Unidos sino en los más importantes países del planeta, ha sido aprovechado por el Estado para recuperar el terreno perdido”, concluía con el siguiente párrafo:

“Queda por conocer si el Estado será capaz de asumir las ingentes obligaciones que está contrayendo (piénsese, entre otros muchos ejemplos, en los 700.000 millones de dólares del Plan Paulson, en el nuevo Plan auspiciado por la Administración Obama, o los 30.000 millones de euros, ampliables a 50.000 millones, del Fondo de Adquisición de Activos Financieros en España). […]”.

Lo relevante, en lo que nos interesa ahora, es retener el importe del fondo habilitado entonces por una sociedad tan poco dada a los rescates (y, menos todavía, a los rescates de entidades financieras) como la norteamericana, que fue suficiente para detener la hemorragia y recuperar la estabilidad en un breve espacio de tiempo: 700.000 millones de dólares. La contrapartida, en los Estados Unidos y en el resto de los países occidentales, fue una mayor presencia y un mayor protagonismo del Estado, tras los años de desregulación y ensalzamiento de lo privado que siguieron, simplificando mucho, a la era Reagan-Thatcher y al desplome del sistema comunista.

Regresando al coronavirus, los estímulos económicos de origen estatal en los Estados Unidos alcanzarán los 2 billones de dólares superando ampliamente, por tanto, los 200.000 millones de euros que se movilizarán en nuestro país.

No pretendemos plantear ahora si estas cuantías serán suficientes o no, ni cuándo el crecimiento volverá a ser el que era, sino cuál será, en lo sucesivo, la relación entre el Estado y sus súbditos.

The Economist (“Everything’s under control. The state in the time of covid-19”, 26 de marzo de 2020) expone con precisión algunas ideas que deben ser retenidas a propósito de este minúsculo virus que ha transformado a las democracias occidentales. Según The Economist, nos encontramos ante “la extensión más dramática del poder estatal desde la Segunda Guerra Mundial”. Esta función ampliada del Estado “tendrá implicaciones no solo para la economía, sino también para la vigilancia de los individuos”. “No es casual que el Estado crezca durante una crisis”, pero, en esta ocasión, “apenas ha habido tiempo para el debate”. La evidencia apunta a “un Estado mayor con carácter permanente, con muchas más competencias y responsabilidades, y a un mayor pago de impuestos para su sostenimiento”. The Economist se refiere al posible regreso de la autarquía, con un aumento dramático, en el largo plazo, de la deuda pública, y una ralentización de la recuperación económica global, pero muestra, a continuación, que quizás no sea este el mayor problema, sino las amenazas —y el eventual abuso— a nuestras libertades. Esta “vigilancia intrusiva”, la recogida de datos y su tratamiento, se expandirán, porque, realmente, permitirán luchar contra la enfermedad. “La tentación será usar esta vigilancia tras la pandemia, del mismo modo que la legislación antiterrorista se extendió tras el 11-S”, por lo que el artículo finaliza con una llamada a los propios ciudadanos para defender sus derechos y libertades.

En esta época de retorno al interior, también hay que volver a los clásicos. De entre ellos, quizás convenga comenzar por Thomas Hobbes y su “Leviathan”. Como muestra Jean Touchard (“Historia de las ideas políticas, 6ª ed., Tecnos, 2006, págs. 259 y 260), y jamás pensamos que tendríamos que leer estas líneas, más allá del enriquecimiento personal, para su aplicación en el siglo XXI: “Aunque Hobbes defiende la causa del poder absoluto, no lo hace […] en nombre del derecho divino de los reyes, sino en nombre del interés de los individuos, de la conservación y de la paz. Seculariza el poder y muestra su utilidad, no su majestad. […] para asegurar la paz y la seguridad, los hombres no disponen de procedimiento mejor que establecer entre ellos un contrato y transferir al Estado los derechos que, de ser conservados, obstaculizarían la paz de la humanidad”.

En esta época en la que todo, incluidas las medidas adoptadas por los respectivos leviatanes, es provisional, el que quiera entender, que entienda.

 

(Imagen tomada de «Almacén de Derecho»)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

2 commentarios

Antonio M. Moreno · 5 abril, 2020 a las 9:11 am

Enhorabuena por el artículo. Una vez más totalmente pertinente y en este caso yo diría que estimulante. Nos esperan tiempos oscuros, en los que esa sensación de libertades que teniamos, quizás errónea, se va transformando en una certeza de que estamos siendo controlados, manipulados y engañados en gran medida, y eso se va a incrementar de una manera inquietante. Un saludo al autor.

España ante la crisis económica provocada por el coronavirus – Foro para la Paz en el Mediterráneo · 5 abril, 2020 a las 3:54 pm

[…] 05.04.2020. Más crisis (sanitaria), más Estado (2020) Publicado por José María López Jiménez […]

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