(Publicado en Social Investor el 5 de diciembre de 2021)

Las memorias de Timothy F. Geithner, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y, posteriormente, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, en los años más crudos de la Gran Recesión, se titulan “Stress Test: Reflections on Financial Crises”.

La estrategia seguida por Geithner, en estrecha coordinación, según los momentos, con, entre otros, Ben S. Bernanke y Henry M. Paulson Jr., se centró en las pruebas de resistencia. Como él mismo relata, la intención era la de ahondar en los libros de las entidades financieras para calcular cuánto capital adicional necesitarían para sobrevivir a una “recesión catastrófica”. En ese contexto, las compañías tendrían que obtener suficiente capital con recurso a inversores privados para cubrir los gaps detectados, de modo que, ante el posible éxito parcial o el fracaso de estas iniciativas, el gobierno inyectaría el capital faltante. Las pruebas fueron una pieza clave para conocer los verdaderos niveles de solidez y solvencia de las entidades bancarias norteamericanas.

Estas pruebas de resistencia, que, posteriormente, se extendieron a otras jurisdicciones, forman parte, en general, de los procesos de gestión del riesgo, y tratan de anticipar, primordialmente, el impacto de eventuales y determinados escenarios adversos en la estructura de capital. De este modo, se pueden detectar a tiempo vulnerabilidades, con el fin de ponerles solución con la suficiente anticipación.

Las pruebas de resistencia adjetivadas como climáticas no responden a este mismo patrón, pero sí guardan una relación estrecha con él. Los riesgos ambientales y los climáticos, originados en buena medida por la acción del ser humano, se manifestarán en el medio y en el largo plazo, aunque sus efectos ya comienzan a ser observables.

En consecuencia, en este primer estadio de aprendizaje, las pruebas climáticas pretenden la adecuada consideración de estos riesgos emergentes por parte de las entidades, aunque es previsible que la inadecuada gestión en el medio plazo pueda originar la adopción de medidas por parte de las autoridades.

La primera prueba de resistencia climática se desarrolló en 2018, a instancias del Banco Central de los Países Bajos, con el riesgo de inundación, obviamente, ocupando un papel preponderante. Esta prueba sirvió para mostrar que la ratio de CET1 de los diversos bancos podría caer más del 4 % en un escenario de transición grave, pero posible. Los bancos centrales de Francia e Inglaterra, e incluso la Autoridad Bancaria Europea, han desarrollado posteriormente ejercicios de sensibilidad o la exploración de diversos escenarios climáticos.

El BCE/MUS, por medio de la “Guía sobre riesgos relacionados con el clima y medioambientales” (noviembre de 2020), dirigida a las entidades de crédito significativas, parte de que las posibles pérdidas derivadas de estos riesgos “dependen fundamentalmente de la adopción futura de políticas relacionadas con el clima y medioambientales, de los avances tecnológicos y los cambios en las preferencias de los consumidores y del clima del mercado”, aunque, con independencia de ello, “alguna combinación de riesgos físicos y de transición se materializará con toda probabilidad en los balances de las entidades de la zona del euro y en el valor económico de sus exposiciones”.

Esta Guía, que contiene las 13 expectativas supervisoras del BCE, se refiere expresamente a las pruebas de resistencia climáticas en la expectativa nº 10: “Se espera que las entidades vigilen de forma continuada el efecto de los factores climáticos y medioambientales sobre sus posiciones de riesgo de mercado vigentes y sus inversiones futuras y desarrollen pruebas de resistencia que incluyan los riesgos relacionados con el clima y medioambientales”. Asimismo, según la expectativa nº 11,  “Se espera que las entidades con riesgos relacionados con el clima y medioambientales significativos evalúen la idoneidad de sus pruebas de resistencia con vistas a incluirlos en sus escenarios base y adverso”.

Por todo ello, era previsible que, más pronto que tarde, se concretaran el anuncio y la metodología de la primera prueba climática promovida por el supervisor bancario europeo, que se desarrollará en la primera parte de 2022. El BCE publicó en octubre de 2021 el modelo de comunicación cursada a las entidades, la metodología y las plantillas de la prueba.

El sector financiero ha asumido de buen grado su función en el complejo y largo proceso que representa la transición sostenible, en cuya primera fase son los riesgos ambientales y climáticos, precisamente, los que generan una mayor preocupación, sin que ello suponga que los riesgos para las personas deban quedar postergados.

Los supervisores bancarios, en concreto, también han asumido este enfoque para sí y han auspiciado este rol activo de las entidades bajo su supervisión. Ahora bien, como señaló recientemente la Subgobernadora del Banco de España en un discurso sobre la regulación de las finanzas sostenibles, “la transformación hacia esa economía sostenible es, sin duda, responsabilidad primera de los gobiernos, que con sus políticas y decisiones deben orientar el cambio de modelo económico”, por lo que la labor de los supervisores y de las entidades supervisadas debe ser, en cierto modo, instrumental.

Esta transformación está jalonada de la posibilidad (o de la probabilidad, como hemos mostrado), de la materialización de los riesgos físicos y de transición. El sector bancario podría sufrir estos impactos de forma directa, los cuales serían aptos para, por ejemplo, originar dificultades en la prestación continuada de sus servicios, que se antojan esenciales para la sociedad, como ha quedado acreditado en los peores momentos de la pandemia.

Sin embargo, los riesgos físicos y de transición, desde el punto de vista regulatorio, se refieren más que a los impactos directos en las entidades a los causados a sus contrapartes o a los activos, con trascendencia financiera (negativa) para aquellas (véase, en este sentido, el informe de la EBA sobre la gestión y la supervisión de los riesgos ASG por las entidades de crédito y las empresas de servicios de inversión, de junio de 2021).

Conforme a los antecedentes dados a conocer por el BCE en octubre de 2021 resulta que, en el marco de las periódicas pruebas de resistencia desarrolladas, al menos, anualmente, en 2022 tendrá lugar la prueba de resistencia sobre riesgos climáticos (“2022 ECB Climate Risk Stress Test”).

El fin de la prueba es, fundamentalmente, de aprendizaje, tanto para los bancos como para el mismo BCE, con el propósito de identificar vulnerabilidades, las mejores prácticas de la industria y los retos de los bancos. La prueba permitirá, a la par, conocer la disponibilidad y la calidad de los datos, y facilitará un mejor entendimiento de la aproximación de las entidades a la materia.

No obstante, los resultados se incorporarán al Proceso de Revisión y Evaluación Supervisora (más conocido por su acrónimo en inglés: SREP), conforme a un enfoque cualitativo, sin que se prevea una repercusión directa en el capital (aunque, en su caso, sí una indirecta a través de las puntuaciones del SREP).

La prueba consta de tres módulos: (i) módulo 1: cuestionario general; (ii) modulo 2: comparación entre entidades, tomando como referencia determinadas métricas –por ejemplo, la dependencia de sectores intensivos en la emisión de carbono, o el volumen de emisiones de gases de efecto invernadero financiadas–; (iii) prueba de resistencia “bottom-up”, centrada en los riesgos físicos y de transición, tomando en consideración eventos a uno, tres y treinta años vista.

De acuerdo con el principio de proporcionalidad, solo las entidades de mayor tamaño quedarán obligadas a desarrollar los tres módulos, quedando exoneradas de la cumplimentación de las proyecciones del tercero las entidades más pequeñas y las que estén inmersas en procesos de reestructuración.

Las Directrices de la EBA sobre las pruebas de resistencia de las entidades, aprobadas en 2018 y de aplicación desde el 1 de enero de 2019, señalan que el órgano de administración debe “entender de manera plena el impacto de los eventos de estrés en el perfil de riesgo global de la entidad”.

Será clave, por tanto, de cara a reorientar, cuando proceda, la gestión de estos riesgos, que se produzca este entendimiento de los resultados de la prueba climática y se actúe en consecuencia (no parece casual que la próxima versión de la conocida como “Guía de Idoneidad” del BCE –“Fit & Proper Guide”– vaya a incluir, por primera vez, diversas menciones al manejo de competencias para la gestión de los riesgos climáticos y ambientales).

Si con las pruebas de resistencia de Timothy F. Geithner se contuvo la crisis financiera, solo podemos esperar que las pruebas de resistencia climáticas del BCE –y las de otros supervisores– sirvan para que, con un mandato decidido de los poderes públicos, las entidades bancarias puedan adecuar su gestión, adaptarse y mitigar hasta su reducción estos riesgos, previniendo una crisis climática que, de producirse, tendría efectos deletéreos para todos.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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