Aunque los grandes rescates fueron los de Grecia, Irlanda y Portugal, en 2013 también se tomaron medidas en relación con Chipre. Rusia ya amagó entonces con rescatar a este país, merced a los intereses mantenidos en la isla. El caso chipriota muestra otro cariz, pues la isla está invadida parcialmente desde 1974 por Turquía. Además, en la zona económica exclusiva de Chipre yacen importantes reservas energéticas.  
 
En estos primeros días de 2015, además del vendaval griego, han surgido discrepancias entre la Troika y las autoridades chipriotas.
 
Bernard-Henri Lévy («¿Qué quieren los griegos?», El País, 8-2-2015) considera que «Sabemos que el primero en felicitar a Tsipras fue el embajador de Rusia. Sabemos también que Syriza ha expresado numerosas veces su solidaridad cultural y política hacia Rusia. Y hemos escuchado la declaración del nuevo ministro de Energía, Panagiotis Lafazanis, que, apenas nombrado, proclamaba su oposición al “embargo” (sic) impuesto a Rusia”. ¿Cómo interpretar estas señales? ¿Hay que concluir que esta proximidad con Rusia podría traducirse algún día en una alianza alternativa? ¿Es concebible que Vladímir Putin pueda llegar a tener en la persona del griego Tsipras, y después del húngaro Orbán, un segundo caballo de Troya en la guerra de larga duración que parece haber entablado con la Unión Europea y sus valores?».
 
Tanto en la crisis griega como en la de Chipre se ve, en consecuencia, la sombra de Rusia, lo que, dado el denominador común ortodoxo, nos hace recurrir a Samuel Huntington y su «Clash of civilizations» (1996) en busca de respuestas, si es que se puede considerar que este choque en concreto se está dando entre distintos ámbitos de civilización, que nos parece que no.
 
Rusia está jugando una partida con dos barajas, en el ámbito de la pura fuerza militar («high politics»), y en el de los factores sociales, económicos, comerciales y financieros («low politics»). Europa y Estados Unidos, con prudencia, solo se han atrevido a imponer sanciones económicas y financieras sobre Rusia y a prestar apoyo moral y financiero a la principal víctima rusa (Ucrania).
 
Esto nos permite concluir lo siguiente:
 
– Las normas del Derecho Internacional se deben respetar, aunque el hecho de que Rusia sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dificulta las soluciones legales y muestra la debilidad del sistema de arreglo pacífico de controversias.
 
– Para desarrollar la «guerra económica» todos los contendientes deben estar, expresa o tácitamente, de acuerdo en el respeto de ciertas reglas. Si, en cualquier momento, alguno de los adversarios decidiera, unilateralmente, sobrepasar este terreno y saltar al de la «alta política», la tensión se elevaría ostensiblemente, llevando a un callejón sin salida.
 
– Siempre queda abierta la vía a la solución negociada de los conflictos.
 
Sobre la trama secundaria chipriota escribimos este artículo en 2013, que sirve para entender el atasco con la Troika de 2015: «La crisis financiera chipriota: una ocasión propicia para superar conflictos geopolíticos» (Instituto Español de Estudios Estratégicos).

José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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