Alejandro Luque, “Marrakech no es Oriente”, Jot Down, sin fecha.
«La realidad es que esa forma de regateo que consiste en pedir, de entrada, el triple del precio real del producto, es solo una deformación de las costumbres provocada por el boom del turismo. De hecho, la obligación de no mentir, es decir, de no inflar el precio, es una prescripción coránica, que se pasa por alto solo con los infieles: hacerlo con un musulmán es pecado. Entre buenos musulmanes, dentro de los usos y costumbres habituales, el precio no se discute.
Pero los vendedores que abusan de esos clientes despistados no son más aborrecibles que los viajeros capaces de discutir durante horas un dirham arriba o abajo, todo para marcharse jactándose de haber hecho una gran compra a un precio ridículo.
Goytisolo recordaba que una vez vio en Marrakech al exministro socialista Miguel Boyer en compañía del entonces director del Banco de España, y corrió a decirle a los bazaristas que conocía: “¿Veis a aquellos dos? ¡Están podridos de dinero! ¡Pedidles un precio cien veces superior a lo normal!”».
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Y más sobre el regateo, párrafo tomado de Víctor Heredia, «Una breve historia del Mercado de Atarazanas«, Sur, 16 de agosto de 2023:
[El Mercado de Atarazanas, según Grice-Hutchinson]: La hispanista británica Marjorie Grice-Hutchinson describió en su libro «Un cortijo en Málaga» sus impresiones del Mercado Central a mediados del siglo XX: «A diferencia de las señoras en Andalucía, que piensan que es impropio dejarse ver en público con la cesta de la compra, yo bajo al centro de la ciudad varias veces a la semana para hacer la compra. El mercado es un enorme edificio cubierto, situado en lo que en su día fue un astillero árabe (…). Todavía hoy se conserva la majestuosa puerta de estilo árabe que sirve de entrada principal al mercado(…). El regateo puede llegar a ser tan intenso como el de cualquier bazar oriental, y, ¡pobre del extranjero que no esté familiarizado con los precios locales! Apenas ponemos un pie en el mercado nuestros oídos se ven invadidos por las discusiones de las partes contendientes y por los gritos de los vendedores: ‘¡Coliflor, a la rica coliflor! ¡Recién cortada esta mañana!’ ‘¡Merluzas vivas y coleando!’ ‘¡Caballa riquísima para la gente de buen gusto, a sólo cinco pesetas el kilo!’, etc.».