En 2019 se publicó la obra “Firefighting: The financial crisis and its lessons” (Profile Books), de la autoría de tres de los “bomberos” de la crisis financiera comenzada en 2008, esto es, Ben S. Bernanke, Timothy F. Geithner y Henry M. Paulson, Jr.
Cada uno de ellos ofreció individualmente su impresión de la crisis financiera (por el orden citado, “The Courage to Act”, “Stress Test” y “On the Brink”), aunque la ocasión de compartir reflexiones potencia, sin duda, la fuerza de los mensajes. Admiten que lo que les movió a escribir este libro fue el deseo de explicar “lo que hicieron y aprendieron juntos sobre la teoría y la práctica de la extinción de los incendios financieros” (pág. 3).
Este es el principal objetivo de la obra que comentamos, que, en apenas 129 páginas (algunas más —139-212— si se incluyen los cuadros y los gráficos del apartado “Charting the financial crisis”), sintetiza la experiencia de sus autores en el combate para doblegar los perniciosos efectos de la crisis.
Se les ha criticado mucho por haber defendido los intereses de Wall Street, aunque sostienen que, realmente, trataron de preservar la economía real (“Main Street”). Es inevitable que este esfuerzo suponga prestar cierta ayuda a los que originaron la crisis, argumentan: “los tres creemos en el poder del mercado libre, y éramos reacios a rescatar de sus propios errores a los banqueros y a los inversores temerarios” (pág. 5).
Bernanke, Geithner y Paulson constatan que las crisis financieras son recurrentes (“las crisis financieras nunca serán cosa del pasado”, pág. 13), y que, en parte, se deben a la debilidad de la memoria. Sin embargo, es “increíblemente difícil predecir un colapso financiero” (pág. 25).
La Gran Depresión de 1929 puso a prueba la resistencia del sistema, pero la crisis de 2008, mucho más dura que la anterior, obligó a adoptar medidas extraordinarias, y estímulos monetarios y fiscales que impulsaran la recuperación.
Algunos principios básicos, explicados en la obra, naturalmente, podrían servir para apagar cualquier incendio del sistema financiero. No nos interesa tanto profundizar en el origen de una crisis financiera superada y ampliamente conocida como tratar de identificar algunos de estos principios para su eventual aplicación en crisis financieras venideras, ya provenga la chispa del sector financiero directamente, ya de su exterior.
Estos tres autores alertan de que los “bomberos” de la próxima crisis financiera dispondrán todavía de menos recursos que ellos, y tendrán que pedirlos a los políticos con la casa en llamas (pág. 7), aunque admiten que es difícil que una reforma se realice sin una crisis de por medio (pág. 27). “Las acciones necesarias para estabilizar el sistema financiero nunca son populares” (pág. 80).
Es interesante la cita a Lenin (pág. 5), antípoda, a priori, del pensamiento de estos autores, por su aplicabilidad a la crisis financiera: hay décadas en las que nada ocurre, y semanas en las que ocurren décadas. Un largo periodo de calma puede conducir a la “complacencia” (pág. 26).
Otras paradojas del pensamiento del Bernanke, Geithner y Paulson, fieles al credo del mercado libre (“El capitalismo depende de la destrucción creativa”, pág. 36), resultan cuando afirman que la mano invisible del capitalismo no puede parar el colapso del sistema financiero, lo que solo está al alcance de los gobiernos (pág. 5), o que los rescates internos (“bail-in”) impuestos por la nueva regulación solo generarán daños económicos más severos (pág. 7).
Son conocedores de que los mercados financieros, frágiles por definición, están alimentados por sesgos psicológicos, por lo que no hay mucho margen para combatir el exceso de confianza o la confusión de los agentes económicos.
En “Firefighting” se relata la anécdota, ocurrida ante una comisión del Senado, que le valió a Paulson el apodo de “bazuca”, cuando solicitó un cheque en blanco (700.000 millones de dólares, finalmente concedidos) para rescatar entidades en situación delicada (pág. 58): “If you want to make sure it´s used, make it small enough and it´ll be a self-fullfilling prophecy. If you´ve got a squirt gun in your pocket, you may have to take it out. If you´ve got a bazooka, and people know you´ve got it, you may not have to take it out” (aún así, Paulson tendría que emplear, más adelante la bazuca…).
Por supuesto, la crisis de Lehman es citada: “muchos observadores asumieron que dejamos caer Lehman a propósito” (pág. 62), aunque, al parecer, no fue esa la realidad. El pánico se desató el día en el que Lehman solicitó la apertura de un procedimiento de quiebra, la mayor de la historia de los Estados Unidos. Ocurrió el 15 de septiembre de 2008, lunes, a la 1:45 de la madrugada. “El capitalismo sin quiebras es como el cristianismo sin el infierno” (pág. 74), es una de las frases más llamativas de su ideario.
El enfoque de las autoridades europeas, con las que se mantuvo una comunicación fluida durante los peores momentos de la crisis, fue más tradicional, lo que, a juicio de Bernanke, Geithner y Paulson, provocó una peor capitalización de los bancos europeos y una recuperación más lenta (pág. 91). Las pruebas de resistencia desarrolladas en los Estados Unidos fueron un instrumento útil para acelerar el retorno a la normalidad.
El libro finaliza con el apartado “El fuego la próxima vez” (págs. 109-129), del que destacamos los siguientes argumentos:
– Ninguna de las posibles catástrofes —incluido el fin del capitalismo de libre mercado en los Estados Unidos— se materializó, lo que pudo obedecer a la ayuda financiera prestada por el Congreso, a la pericia de los tres “bomberos”, o quién sabe, al azar, en un contexto de incertidumbre radical.
– “La mejor estrategia para luchar contra una crisis financiera es no tener una [estrategia]”, y la mejor forma de limitar el daño consiste en proveer a los gestores de las herramientas adecuadas.
– Desgraciadamente, las crisis financieras nunca se podrán prevenir del todo, pues son producto de las emociones y de las percepciones humanas, y de los lapsus inevitables de los reguladores y de los responsables de elaborar las políticas públicas.
– Las manías y los pánicos son contagiosos, lo que no es un argumento para fomentar la pasividad o la inacción. Nadie sabe cómo será la siguiente crisis financiera exactamente, aunque todas las anteriores han respondido al mismo patrón (excesiva asunción de riesgo y endeudamiento), por lo que la capacidad para absorber pérdidas (capital) y la reducción del apalancamiento son esenciales.
– El nuevo marco regulatorio (Ley Dodd-Frank; Basilea III) es mucho más exigente, luego habrá que procurar que no se ceda a la tentación, cuando pasen los años y los recuerdos se olviden, de regresar a una regulación laxa.
– Que las entidades financieras sean siempre grandes no es negativo, como tampoco es bueno que siempre sean pequeñas.
– El empleo masivo de datos (“big data”) puede ser útil en la fase de prevención, aunque nuestros tres autores sospechan que el monitoreo “high-tech” y la supervisión prudencial no serán suficientes para detener el poder de la imaginación y la fragilidad de la memoria.
– La lucha contra la crisis de las autoridades financieras y las políticas macroeconómicas deben ir de la mano; la habilidad de un gobierno para limitar la intensidad de la crisis financiera dependerá del espacio macroeconómico de maniobra. Hoy día, el recurso al arsenal keynesiano está limitado, lo que podría ser un hándicap ante una crisis severa.
(Imagen tomada de https://www.fnlondon.com/articles/review-bernanke-geithner-and-paulson-team-up-for-firefighting-20190513)