“Comercios malagueños que dejaron huella”, Fernando Alonso González y Jorge Alonso Oliva, Ediciones del Genal, Málaga, págs. 67 y 68.

«En una entrevista concedida al diario ABC en 1931, Salvador González Anaya nos cuenta cómo era su vida cotidiana. Se levantaba entre las ocho y las nueve y, tras leer, los periódicos del día, decidía si se quedaba escribiendo en su biblioteca o se pasaba por la imprenta y por la librería. También aprovechaba la mañana para visitar a alguna de sus tres hermanas. La hora del día en la que se encontraba más a gusto “es la de dos a tres, porque es cuando me quedo solo para trabajar a mis anchas, sin que nadie perturbe mi ocupación. Entonces escribo a mi gusto, en la soledad de mi despacho”. A las cinco de la tarde acudía a la tertulia del Círculo Mercantil o a las reuniones de la Academia de Bellas Artes de San Telmo. Después iba otro rato a la librería, cenaba frugalmente a las ocho y luego iba al cine o al teatro. Se recogía a las once de la noche y, tras escuchar música clásica, leía un rato en la cama antes de dormirse. Así era el día a día de un intelectual en la Málaga de los años 30».


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

1 comentario

JENARO QUINTANILLA ARAGONES · 3 mayo, 2020 a las 5:56 pm

Tiene un titulo el libro, muy atractivo, me gustaria leerlo, pues debe desarrollarse en un ambiente al parecer conocido por mi, nostalgico y evocador. Saludos.

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