Cap. incluido en la obra Crecimiento y desarrollo sostenible. Aportaciones para la Ciudad de Málaga, Cátedra de Economía y Finanzas Sostenibles de la UMA (ed.), UMAEditorial, Málaga, 2023.
Vida Económica, 4 de julio de 2023.
(Imagen tomada del siguiente enlace: https://www.vidaeconomica.com/2023/07/desarrollo-sostenible-malaga/)
Italo Calvino, en “Las ciudades invisibles”, va intercalando en las conversaciones del comerciante Marco Polo y del emperador Kublai Jan, solo con aparente aleatoriedad, las ciudades visitadas por aquel, agrupadas por su principal característica. Así, podemos encontrar, entre otras, referencias a “las ciudades y la memoria”, a “las ciudades y el deseo”, a “las ciudades y los signos”, a “las ciudades y los ojos”, a “las ciudades y el nombre”, a “las ciudades y el cielo” o a “las ciudades y los trueques”.
Entre ellas podríamos incluir sin dificultad, entonces y ahora, “las ciudades sostenibles”, porque, más allá del componente material apto para arrojar prosperidad durante algún tiempo, la ciudad ha de convertirse, a modo de ágora, en un nudo donde se funden lo privado y lo público, el pasado y el presente, y se vislumbra el porvenir.
El carácter de eslabón entre el pasado y el futuro ya fue puesto de manifestó por Edward Glaeser, uno de los mayores especialistas en el análisis económico de las ciudades, quien llegó a afirmar que “la vida urbana es probablemente la mayor invención de la humanidad”, y que “las ciudades son también nuestra mejor esperanza para el futuro” (citado por José M. Domínguez en Fundación Ciedes, 2018, pág. 10).
Por ello, sigue siendo pertinente en el ámbito urbano el concepto de “desarrollo sostenible” acuñado en 1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en el célebre “Informe Brundtland”, que se puede describir como el que satisface las necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
De no ser así, como las ciudades que quedaron desplazadas de las rutas comerciales y languidecieron poco a poco con el paso del tiempo, o aquellas otras que, de forma más o menos súbita, quedaron engullidas por la arena o por las aguas, el único eco que quedará de las urbes in-sostenibles será el de la memoria que se pierde, o el de la leyenda, en el mejor de los casos…
La ciudad sostenible es cálida y respetuosa, en lo tangible y en lo intangible, con sus habitantes y visitantes. Es, por tanto, una ciudad abierta, en la que, paradójicamente, muchos quedan enredados sin pretenderlo, y echan raíces. Permite ganarse la vida económicamente, y disfrutar de ella (de la vida y de la propia ciudad).
La ciudad sostenible es verde, armoniza el urbanismo con la naturaleza, minimiza el impacto ambiental, las emisiones, las externalidades negativas, los residuos: es circular.
José M. Domínguez (Fundación Ciedes, 2018, pág. 10) refiere que en las ciudades reside el 55 % de la población mundial y se genera en torno al 80 % de la producción mundial. Si tenemos en consideración que se prevé que, en 2050, 7 de cada 10 personas en el planeta se concentrarán en núcleos urbanos (BBVA, 2022, pág. 6), se constata que la ciudad será sostenible, para lo cual se habrán de superar una buena cantidad de desafíos, o difícilmente será.
A ello habría que añadirle que las ciudades emiten el 75 % de las emisiones de carbono y consumen el 70 % de la energía global, a pesar de ocupar tan solo 3% de la superficie terrestre (BBVA, 2022, pág. 34). Podríamos reflexionar con más profundidad sobre el gusto de las personas por concentrarse en espacios de tanta densidad poblacional, lo que quizás guarde relación directa, como apuntó Aristóteles, con la natural vocación social y política del ser humano.
La transición hacia la implantación y la efectividad de un modelo de convivencia —en sentido amplio— sostenible, se ordena por los Estados, directamente o a través de determinados foros o instituciones internacionales, pero se ejecuta por las ciudades, como capa de los poderes públicos más cercana a la ciudadanía y como punto de encuentro de la sociedad civil.
Según el paradigma de la sostenibilidad avanza y cristaliza, las ciudades le dan nuevo brío, conformando así un verdadero círculo virtuoso entre la sostenibilidad teórica y la aplicada, abierto incesantemente a la permanente mejora.
No es de extrañar, por lo tanto, el papel atribuido a las ciudades y a la ciudadanía por la Agenda 2030 (Naciones Unidas, 2015), o por el Pacto Verde Europeo (Comisión Europea, 2019). La española Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética, también contempla, entre los objetivos de descarbonización relacionados con lo digital, la consideración estratégica de los retos y las oportunidades que genera la incorporación de la tecnología al sector energético, al sector de la movilidad sostenible, a la economía circular, a la gestión del capital natural, a las redes y ciudades inteligentes y, en general, a las actividades de lucha contra el cambio climático.
En lo que compete a la Agenda 2030, a diferencia de otros textos similares aprobados con anterioridad, los países firmantes de la Resolución por la que se aprueba hacen extensiva la responsabilidad para su cumplimiento, además de a los gobiernos, los parlamentos nacionales, el sistema de las Naciones Unidas y otras instituciones internacionales, a “las autoridades locales, los pueblos indígenas, la sociedad civil, las empresas y el sector privado, la comunidad científica y académica y toda la población” (López, 2019).
Al margen de la multitud de referencias genéricas a las ciudades de la Agenda 2030, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11, tiene a aquellas por objeto explícito: “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. Para Rincón (2021, págs. 683-689), a propósito del ODS 11, la ciudad sostenible es aquella que realiza acciones efectivas para contribuir a mitigar el cambio climático, en tanto que las resilientes se definen por que desarrollan programas para prevenir y reaccionar de la mejor manera posible ante fenómenos naturales o circunstancias adversas como lluvias torrenciales, terremotos, golpes de calor, etc.
Una visión más amplia es la de ECODES (citado en BBVA, 2022, pág. 17): una ciudad sostenible es aquella que apuesta por un modelo más inclusivo, participativo y humano con un impacto social y económico positivo.
Desde la perspectiva de la Agenda 2030, este modelo de ciudad englobaría, en síntesis, el acceso a la vivienda y a servicios básicos; el transporte; la urbanización inclusiva y sostenible; la preservación del patrimonio cultural y natural; la resiliencia ante las catástrofes naturales; la reducción del impacto ambiental negativo, la calidad del aire y la gestión de los desechos; el acceso a zonas verdes; la interrelación con las áreas periurbanas y rurales limítrofes; y el uso eficiente de los recursos.
Como se puede apreciar, sería un error limitar el carácter sostenible de lo urbano al elemento ambiental o climático. Sin apenas dificultad se podrían aplicar a la ciudad los comúnmente conocidos como “factores ASG” (o ESG, por sus siglas en inglés), que son los ambientales, los sociales y los de gobernanza: tan importante como lo verde, en sentido estricto, es el tratamiento de lo social por los municipios, y la forma en que estos se gobiernan y se relacionan con los individuos y con las empresas, incluso con otras ciudades y Administraciones.
La transición sostenible, y la de los municipios, en concreto, requiere financiación. Esta aparente perogrullada ya ha sido subrayada por algunos (por ejemplo, De las Rivas, 1999, pág. 148: “La cuestión está en si nuestra sociedad está dispuesta a asumir los costes de todo ello [de la perspectiva ecológica en el desarrollo urbano]”).
Es tal la magnitud del cambio, que son necesarias grandes sumas de dinero para su realización. Los fondos públicos no son suficientes, luego el recurso a los financiadores privados es una condición necesaria para, con el año 2050 como meta y con 2030 y 2040 como hitos intermedios de este largo recorrido, poder acometer con éxito esta transformación.
Los poderes públicos son conscientes de la necesidad de articular esta aproximación público-privada, cuya pertinencia y potencial para atender situaciones de estrés ya se evidenció, especialmente, en los peores momentos de la pandemia. Esta alianza entre personas, políticos e instituciones es clave, pues representa una vuelta a la esencia de la creación de las ciudades (BBVA, 2022, pág. 10), es decir, a un ambiente de acuerdo y pacto con el que todos ganan.
Según el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea (2018), aprobado en 2018 y revisado en 2021, “Europa tiene que colmar un déficit de inversión anual de casi 180.000 millones EUR para lograr los objetivos en materia de clima y energía de aquí a 2030. Según estimaciones del Banco Europeo de Inversiones (BEI), el déficit de inversión global en infraestructura de transporte, energía y gestión de recursos ha alcanzado la increíble cifra anual de 270.000 millones EUR”. Solo los edificios verdes ofrecerán en 2030 una oportunidad de inversión de más de 4 billones de dólares (fuentes del Banco Mundial citadas en BBVA, 2022, págs. 30 y 31).
Este Plan de Acción de la Comisión, partiendo del Acuerdo de París de 2015, trata de conectar las finanzas con las necesidades específicas de la economía europea y mundial, en beneficio del planeta y de nuestra sociedad, con tres fines que consideramos que merece la pena conocer y son los siguientes:
- Reorientar los flujos de capital hacia inversiones sostenibles a fin de alcanzar un crecimiento sostenible e inclusivo.
- Gestionar los riesgos financieros derivados del cambio climático, el agotamiento de los recursos, la degradación del medio ambiente y los problemas sociales.
- Fomentar la transparencia y el largoplacismo en las actividades financieras y económicas.
Las ciudades, la escritura y las finanzas nacieron hace 5.000 años prácticamente a la par (Goetzmann, 2017). El elemento financiero, en un giro que, como se ve, no se puede calificar de inesperado, seguirá siendo necesario, milenios más tarde, para la efectividad de la evolución natural de las ciudades hacia su destino y fisonomía sostenibles.
Decíamos anteriormente que los recursos públicos no son suficientes para la gran metamorfosis de la sostenibilidad, tanto en general como en las urbes. En cambio, deseamos destacar sucintamente dos tendencias a considerar.
Por una parte, el recurso a los llamados “impuestos verdes o medioambientales” es creciente. La finalidad de estos impuestos es obligar a pagar una tasa a los contaminadores bajo el principio “quien contamina paga”, de tal forma que el precio de los bienes y de los servicios refleje también el coste de estas externalidades (Iberdrola, sin fecha). Los impuestos, en consecuencia, pueden ser un elemento idóneo para incidir en el comportamiento de los agentes económicos que despliegan conductas menos respetuosas con un bien colectivo como es el medioambiente.
Por otra parte, el Tesoro Público realizó en 2021 la primera emisión de bonos verdes soberanos del Reino de España, por importe de 5.000 millones de euros a un plazo de 20 años. Estos fondos, “además de financiar proyectos que impulsen la transición ecológica y dirigidos a la mitigación y adaptación al cambio climático, también están enfocados al uso sostenible y la protección de recursos hídricos y marítimos, la transición hacia una economía circular, la prevención y control de la contaminación, y la protección y recuperación de la biodiversidad y los ecosistemas” (La Moncloa, 2021). Las emisiones de este tipo de bonos muestran otro punto en el que los intereses públicos y los de los mercados financieros coinciden.
Pero además del esfuerzo de las instituciones, de los individuos y del sector financiero, será imprescindible contar con el entendimiento del empresariado para transformar nuestras ciudades. En este ámbito, no son solo las grandes corporaciones sino, primordialmente, las pequeñas y medianas empresas, incluso las microempresas, las que tendrán mucho decir por su cercanía a la ciudadanía.
Los empresarios tendrán que centrarse, por supuesto, en la sostenibilidad económica y financiera de sus compañías, lo que se evidenciará con la capacidad para generar beneficios de manera recurrente. Partiendo de esa premisa básica e irrenunciable, el desarrollo de una función social será exigido con más intensidad por los ciudadanos en su conjunto. Realmente, no se trata de una novedad, pues a esta vocación social y ética inherente al desarrollo de la actividad económica se le hado respuesta desde hace décadas a través del enfoque de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) (López, 2021), ahora renovado a través de la consolidación de los factores ASG, anteriormente mencionados.
En lo que concierne a Málaga y su provincia, no nos parece que los anteriores argumentos sean desconocidos por sus instituciones y corporaciones, sino todo lo contrario. Centrándonos en la capital —cuyo influjo no solo se proyecta en el resto del territorio de la provincia sino en un ámbito regional, nacional e internacional mucho más amplio— y en la vertiente institucional, el esfuerzo desplegado en los últimos años ha sido notable.
Con ánimo de no extendernos, nos remitimos al documento “La Estrategia Europa 2020 y el desarrollo sostenible 2030: una adaptación para la ciudad de Málaga” (Fundación Ciedes, 2018).
Desde la Fundación Ciedes, con un Patronato que aglutina a una parte significativa de las instituciones públicas y privadas más relevantes de la ciudad, se elaboró, con la colaboración de Analistas Económicos de Andalucía, el trabajo citado en el párrafo anterior, para identificar indicadores válidos para cada uno de los ODS integrantes de la Agenda 2030, a efectos de su aplicación en Málaga.
Como señala José M. Domínguez en su prólogo (Fundación Ciedes, 2018, pág. 11), “Con independencia de su orientación finalista en el marco del compromiso con la Agenda 2030, el trabajo realizado tiene un gran valor intrínseco como instrumento primordial para el conocimiento de la situación socioeconómica y del posicionamiento de nuestra ciudad, al tiempo que constituye un elemento de extraordinaria utilidad en el plano de la gobernanza económica”.
Es decir, la ciudad dispone de una hoja de ruta para su aplicación práctica. Y no solo se dispone de un plan, sino que, además, los avances en su ejecución comienzan a ser perceptibles.
De entre estos avances destacamos como uno de los más significativos la presentación de una candidatura por la ciudad para acoger una Exposición Internacional en 2027 que tendría por denominación, precisamente, “La era urbana: hacia la ciudad sostenible. Ciudadanía, innovación y medioambiente”. El Real Decreto 59/2022, de 25 de enero, crea y regula la Comisión Nacional para la candidatura de Málaga como sede de una Exposición Internacional en el año 2027.
Según Analistas Económicos de Andalucía (Unicaja Banco, 2020), la cifra total de visitas a la Exposición podría situarse en 11 millones y, la de visitantes, en torno a 4,6 millones de personas. A esto hay que añadir el gasto agregado directo en la Exposición que realizarían los visitantes durante los tres meses de duración del evento, que ascendería a 730 millones de euros. Del mismo modo, habría que considerar un tercer grupo de inversiones y gastos indirectos, que estaría formado por las inversiones complementarias o adicionales en infraestructuras, que se han valorado en 140 millones de euros, así como otros gastos turísticos que los visitantes a la Exposición podrían realizar en la provincia (fuera del recinto), unos 301 millones de euros. Con todo ello, el informe explica que los impactos totales, directos, indirectos e inducidos, de la inversión y el gasto que podrían realizarse en la “Expo 2027 Málaga” superarían los 2.900 millones de euros y generarían aproximadamente 31.000 empleos, todo lo cual redundaría, además, positivamente, en el logro de la Agenda 2030.
Comenzamos escribiendo sobre las ciudades imaginadas de “Las ciudades invisibles” y cerramos este rápido recorrido de lo que pueden llegar a ser las ciudades sostenibles con el ejemplo concreto de una urbe que aspira a serlo y ya ha comenzado a recorrer el camino, no exento de complejidades, como es Málaga: cuanto más tangibles sean los logros, más sencillo resultará seguir imaginando cómo queremos que sean las ciudades del futuro.
Referencias bibliográficas
BBVA (2022): “La ciudad de 2050”, Monográficos Sostenibilidad, núm. 2, enero. Accesible en el siguiente enlace: https://www.bbva.com/wp-content/uploads/2022/01/Monografico-La-Ciudad-de-2050-BBVA-sostenibilidad-premium.pdf
Comisión Europea (2018): “Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al Banco Central Europeo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones. Plan de Acción: Financiar el desarrollo sostenible”, COM/2018/097 final, 8 de marzo. Accesible en el siguiente enlace: https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/ALL/?uri=CELEX%3A52018DC0097
Comisión Europea (2019): “Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones. El Pacto Verde Europeo”, COM(2019) 640 final, 11 de diciembre. Accesible en el siguiente enlace: https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=COM%3A2019%3A640%3AFIN
De las Rivas Sanz, J. L. (1999): “Ciudades en busca de riquezas, ¿competitividad, calidad o quimera?”, Ciudades: Revista del Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid, núm. 5. Accesible en siguiente enlace: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=569810
Fundación Ciedes (2018): “La Estrategia Europa 2020 y el desarrollo sostenible 2030: una adaptación para la ciudad de Málaga”, Cuadernos 18, II Plan Estratégico de Málaga. Accesible en el siguiente enlace: https://ciedes.es/images/stories/Cuadernos/Cuaderno_Plan_Estrategico18.pdf
Goetzmann, W. N. (2017): Money changes everything. How finance made civilization possible, Princeton University Press, New Jersey (USA).
Iberdrola (sin fecha): “Los impuestos ambientales se abren paso para proteger el medio ambiente”. Accesible en el siguiente enlace: https://www.iberdrola.com/sostenibilidad/impuestos-verdes-o-ambientales
La Moncloa (2021): “El éxito de la primera emisión de bonos verdes del Tesoro permite reducir el tipo de interés y ampliar la base inversora”, nota de prensa, 7 de septiembre. Accesible en el siguiente enlace: https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/asuntos-economicos/Paginas/2021/070921-bonos_verdes.aspx
López Jiménez, J. M.ª (2019): “La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, UniBlog, 3 de octubre. Accesible en el siguiente enlace: https://uniblog.unicajabanco.es/la-agenda-2030-y-los-objetivos-de-desarrollo-sostenible–ods-
López Jiménez, J. M.ª (2021): “Las empresas y el reto de la sostenibilidad (ASG)”, diario Sur, 17 de mayo.
Naciones Unidas (2015): “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, Resolución aprobada por la Asamblea General, 25 de septiembre. Accesible en el siguiente enlace: https://unctad.org/system/files/official-document/ares70d1_es.pdf
Rincón Castejón, F. (2021): “Ciudades sostenibles, resilientes e inteligentes”, en La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles, López Jiménez, J. M.ª, y Zamarriego Muñoz, A. (dirs.), Thomson Reuters Aranzadi, Cizur Menor (Navarra).
Unicaja Banco (2020): “Analistas Económicos de Andalucía elabora un estudio de mercado e impactos económicos de la Expo 2027 Málaga”, nota de prensa, 22 de diciembre. Accesible en el siguiente enlace: https://www.unicajabanco.com/es/sala-de-comunicacion/buscador-noticias/2020/12/analistas-economicos-de-andalucia-elabora-un-estudio-de-mercado-