No es inhabitual la confusión, incluso por especialistas y por representantes institucionales de primer nivel, entre el billón español y el “billion” anglosajón, ni la ignorancia, a propósito de este jaleo, de la palabra millardo.

En uno de sus certeros dardos (“Cosechar”, 1995), el profesor Lázaro Carreter desentrañó los diversos alcances de estas palabras. Han pasado 25 años desde entonces, aunque sigue imperando el desconcierto:

«[…] Palabra nueva traída a nuestro idioma por la Real Academia sin que aún sea normal en el uso, pero sí necesaria, es millardo. Algunos no lo creyeron: la noticia de tal decisión salió en prensa el día de Inocentes. Al leerla en su noticiario la locutora de la televisión madrileña, ilustró con un gentil mohín en su comentario: “¡Qué lío!”. Y el lío consiste en que los norteamericanos (como en francés antiguo) llaman billion a los mil millones, esto es, a la unidad seguida de nueve ceros. Y ocurre que, muchas veces, billion se identifica por inexpertos trujamanes nuestros con nuestro billón, es decir, con un millón de millones (unidad seguida de doce ceros) lo cual produce cantidades literalmente astronómicas. Y no es para tanto: un billion, la experiencia lo demuestra, es cifra bien alcanzable por cualquier corrupto. Pero se hacía preciso acabar con el equívoco, tal como advirtió el Presidente de Venezuela, don Rafael Caldera, a la Academia de aquel país, de la cual es miembro muy eminente. Sugirió que millardo era una buena solución para traducir billion. La Venezolana hizo suya esta sugerencia, la trasladó a la Española, y ésta coincidió con tal dictamen.

No ha sido preciso un gran esfuerzo inventivo: el francés tiene desde el siglo XVIII el término milliard (y, desde el siglo XVI, miliart y milliart) para nombrar los mil millones. A él acudieron el italiano y el alemán para formar miliardo y Milliarde, respectivamente; en algunos diccionarios del inglés británico, figura milliard, pero acogen también billion en el sentido norteamericano. Una prudente medida anti-Babel obligaba a adoptar, como los demás, la solución francesa. Y no existe el lío sonreído por la linda locutora: traduzcamos el billion anglosajón por millardo, y ya está.

Aunque no todo está. Por lo pronto, los yanquis llaman trillion al billón europeo, con lo cual nuestro trillón (un millón de billones, es decir, la unidad seguida de dieciocho ceros) se queda nuevamente a la intemperie. Por otra parte, los franceses tienen milliardaire, los italianos miliardario, los alemanes Milliardär… ¿Llamaremos millardarios en español a los desventurados, corruptos o no, que pasan de los mil millones? ».

 

[Trujamán. Del ár. hisp. turǧumán, y este del ár. clás. turǧumān.

1. m. y f. Persona que aconseja o media en el modo de ejecutar algo, especialmente compras, ventas o cambios].


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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