En una entrevista en El País de 30 de diciembre de 2018, el historiador económico Adam Tooze señaló que “A nivel bancario la estructura sigue igual, aunque el riesgo de que caiga un banco ahora es mucho menor y se ha restringido el mercado en el que estas entidades pueden pedir fondos a corto plazo. Técnicamente, estamos más protegidos que hace 10 años”, para apostillar que “Hasta la próxima crisis no sabremos si estamos suficientemente protegidos”.

Llegada la siguiente crisis en 2020, de origen no bancario sino sanitario, puede que más previsible que imprevisible (según Bill Gates, “To anyone who knows the history of pandemics, the devastation caused by COVID-19 was not a surprise”, “How to Avoid a Climate Disaster”, 2020, pág.12), los bancos han resistido bien, y con su acción, en el marco de las medidas políticas puras y las técnico-regulatorias y supervisoras adoptadas por las autoridades, han coadyuvado a la conservación de la cohesión de nuestras sociedades.

Si a una crisis sanitaria, social y económica se le hubiera sumado una financiera, la batalla plantada al virus habría sido otra, y los daños más dolorosos, duraderos y profundos aún.

Durante años se ha discutido sobre la complejidad de Basilea III, pero se ha de reconocer que en buena medida el sistema financiero ha mostrado solidez durante la crisis del coronavirus gracias a esta iniciativa, tras los errores generales que desembocaron en la crisis financiera de 2008 y las enseñanzas adquiridas en esos oscuros días.

Al papel de la banca en los últimos meses y a la relevancia de Basilea III se ha referido Pablo Hernández de Cos en el discurso “Crossing the Basel III implementation line” (abril de 2021).

El Gobernador del Banco de España y Presidente del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea constata que los bancos con más y mejor capital incrementaron su actividad crediticia durante la pandemia en comparación con otras entidades similares, con reflejo en una menor caída del PIB, lo que confirma los beneficios que se desprenden de la existencia de bancos con más capital y liquidez. Obviamente, apostilla, es cuestión de tiempo que las pérdidas de los bancos comiencen a cristalizar.

Los desarrollos finales de Basilea III quedarán plenamente implementados en 2028, 20 años después de la Gran Recesión, y casi 10 años después de la aparición de la primera pandemia global de la Historia.

Se ha demostrado con hechos concretos que los bancos bien capitalizados y adecuadamente gobernados pueden desarrollar la función social que les es propia en los escenarios más complicados y extremos. La pandemia llegó con la tarea sin concluir en su totalidad, como se ha indicado, pero se ha acreditado la pertinencia de los planteamientos de Basilea III, no siempre entendidos apenas unos años atrás.

No obstante, la banca debe huir de la complacencia, pues como señala Hernández de Cos en este discurso, la digitalización de las finanzas, los riesgos financieros asociados al cambio climático y los modelos de negocio bancarios siguen planteando retos fabulosos, que afectan a la propia esencia del sector.

(Imagen de la autoría de pikisuperstar – www.freepik.es)


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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