Bartleby es uno de los finos comentaristas de The Economist. En el artículo “The open questions of hybrid working” (1 de diciembre de 2022) reflexiona sobre el “trabajo híbrido”, es decir, el que se realiza entre la tradicional oficina y el propio hogar, en días alternos.
Entre sus reflexiones, en relación con el ámbito del comportamiento, laboral y personal, identifica el sesgo de proximidad (“proximity bias”), en virtud del cual pueden resultar preferidos por sus jefes los empleados que mantienen un contacto presencial (“face-to-face), lo que ilustra con el siguiente ejemplo, que transcribimos en el idioma originario: “Fred may be useless but at least he’s being useless here”. Surge la duda de si Michael, por ejemplo, puede ser más útil empresarialmente, aunque teletrabaje o trabaje con acceso remoto, además de que concilie el trabajo con la vida familiar con más sencillez.
En realidad, este sesgo se podría combatir si los directivos convirtieran su hogar en despacho de manera ocasional, de lo que se desprende que “Fred cannot gain as much of an edge by being seen if the boss isn’t always there to see him”.
El trabajo híbrido acaba de comenzar su reinado, luego los gurús del “management” deberían comenzar a pensar sobre sus implicaciones y sobre el impacto en la conducta de la “fauna” que puebla el mundo empresarial, que tan bien conocido es por Bartleby.
El sentido común, una vez más, demanda el espacio que le corresponde, en el hogar y en la oficina, sobre todo para aquellos privilegiados que pueden elegir desde dónde trabajar.
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