De Grecia y su crisis se ha dicho ya casi todo, luego poco vamos a añadir con este post sobre sus finanzas o su economía, sus flaquezas y quién sabe si alguna fortaleza, que para algo Aristóteles Sócrates Onassis era griego. 

El último acto de este verdadero drama, no solo para los griegos sino para todos los europeos, que nos representamos el mundo, en prácticamente todas las facetas, gracias en buena parte al pensamiento clásico helénico, está a punto de comenzar. Dudamos de que Eurípides, Sófocles o Esquilo hubieran mantenido con tanta tensión y maestría el pulso narrativo, estremeciendo tan profundamente las entrañas del público, casi tan perceptibles y palpitantes como las de un Prometeo encadenado.
Sobran los argumentos superficiales, los evidentes yerros, el maniqueísmo, la apelación a buenos y malos, a la ética y a las lecciones a dictar a unos por otros. Estamos donde estamos, y lo único de lo que no dudamos es de que Europa no se entiende sin Grecia, ni Grecia sin Europa. 
Polis, hombres libres, ciudadanos orgullosos y altivos, equilibrados a la hora de defender lo privado y lo público, que, milagrosamente, no sucumbieron milenios atrás al empuje uniformador asiático y preservaron, primero geográficamente y después idealmente, lo que hoy día es Europa, que, sin duda, no es una zona geográfica delimitada sino una forma de ser universal y abierta, a pesar de sus muchos y evidentes yerros (quién no los ha cometido…).
Rafael Muñoz Zayas me entregó días atrás el número 28 (mayo de 2015) de la revista «El rapto de Europa», con el tema principal «La cultura en la Grecia de hoy», en la que cuatro griegos vinculados con el mundo del cine, el teatro, la historia del arte y la literatura de este país, relatan el momento presente de sus diversas disciplinas, y las tendencias, si es que es posible definirlas, más inmediatas. Se trata, en concreto, de los siguientes cronistas y materias:
– Stathis Athanasiou (cine): «El nuevo cine griego y la crisis social que lo acompaña desde su nacimiento».
– Dimitris Psarrás (teatro): «Soñar en tiempos revueltos».
– Vana Verroiopoulou (historia del arte): «La crisis presionará a la imaginación para que esta recupere el sueño».
– Dimitris Angelís (literatura): «El libro griego en los años de la crisis».
En la portada del número aparece una deslumbrante Atenea, serena y bella, pero bien pertrechada para el combate, con casco, escudo y lanza.


Merece la pena detenerse brevemente en las reflexiones de estas personalidades de la cultura griega, pues los efectos de la crisis se han extendido a todas las manifestaciones de la vida griega, y también al mundo del pensamiento y la expresión artística.
Stathis Athanasiou es director de cine. Tras exponer la evolución del cine griego desde finales de los años 40 del siglo XX, nos sitúa en 2015 y en la caída de Grecia. Curiosamente, el cine griego está concurriendo a festivales internacionales y ganando premios (por ejemplo, en el Festival de Cannes). Los creadores griegos, en cambio, carecen de medios, y arriendan las ganancias a su creatividad y a la solidaridad, «en el trabajo que los camaradas regalan el uno al otro». Los directores griegos tienen la sensación de pertenecer ya al tercer mundo, ante la incomprensión de sus colegas europeos. Una de las películas más destacadas de los últimos años, rodada casi sin medios, es Boy eating the bird´s food, de Éktoras Lygizos, en la que el personaje, privado de todo, se alimenta con la comida de su canario mientras trata de cuidar de este. Según Athanasiou, «si hay algo que la crisis social ha logrado en Grecia ha sido aumentar la tensión, la ansiedad y el miedo en cada uno de nosotros», lo que ha llevado a comportamientos extremos, como al apoyo parlamentario recibido por un partido nazi (la tercera fuerza política del país). «A lo mejor, lo que está pasando a Grecia es una nueva guerra mundial que se hace con armas nuevas, invisibles e intocables». Su última obra, Alpha, se financió en 2013 gracias al crowdfunding, y se puede ver gratis en la red. Athanasiou concluye que «el orden mundial está transformando el mundo hacia algo oscuro mientras sus cimientos se tambalean. En Grecia todo lo que conocíamos ya no existe y la caída del país ha producido un vacío tan grande que a nosotros nos toca llenarlo ya. Y así seguimos trabajando y viviendo nuestras vidas en Grecia».
Dimitris Psarrás es traductor de teatro e intérprete. No duda de que, con independencia de cómo se resuelva, la crisis «marcará un antes y un después en la historia del país, o incluso en la historia de la Unión Europea y del continente europeo en general». Sin embargo, Grecia ha pasado otras veces por esto en varias ocasiones desde su liberación de los turcos en el primer tercio del siglo XIX. La troika no es sino una nueva cicatriz. En cuanto al teatro, este se ha sostenido tradicionalmente por las ayudas públicas. Al recortarse las ayudas por los planes de austeridad se ha agudizado la crisis del teatro. Fuera de Atenas y Tesalónica la situación es más desoladora. La Fundación Cultural Onassis ha mitigado la penuria del teatro griego, especialmente a partir de 2010. También los Festivales de Atenas y Epidauro aportan algo de color. El Festival de Atenas trata debatir sobre temas sensibles como «los sin techo, los refugiados o los inmigrantes». Lo más sorprendente es el continuo estreno de obras en las 150 salas de Atenas. Psarrás cree que «los griegos, al perder en cinco años más de una cuarta parte de su poder adquisitivo, se iluminaron y desde entonces se han dado cuenta de la vanidad de todo lo material y se precipitaron a las salas de teatro, haciendo colas para poder disfrutar de las cosas que realmente valen la pena: y el teatro es una de ellas». En cambio, el panorama televisivo nunca había sido tan pobre, lo que ha conducido a los actores de cine y televisivos a un callejón sin salida, en el que trabajar gratis puede llegar a ser un privilegio. Los actores de teatro griegos han debido ignorar las ayudas públicas y poner en funcionamiento proyectos puramente privados, como The Greek Play Project (www.greek-theatre.gr). Psarrás remata su artículo con esta reflexión: «No cabe la menor duda de que la crisis está arrasando y la cultura es siempre lo primero que cae, cuando se complican las cosas y se ajusta la economía. Sin embargo, la crisis ocasiona situaciones contradictorias en las que surge la miseria y a la vez la creatividad; renace el fascismo y a la vez la resistencia; florece el egoísmo y a la vez la solidaridad; aumenta en número de los que viven por debajo del umbral de la pobreza, y al mismo tiempo de los que están dispuestos a luchar; quedan suprimidas las ayudas y las subvenciones públicas y al mismo tiempo se crean sinergias que amplían nuestro horizonte».
Vana Verroiopoulou es historiadora del arte y comisaria de exposiciones. Tiene claro que «la crisis financiera actual no se limita a lo obvio. Se trata sin duda de una crisis política y social, pero por encima de todo es un golpe humanitario», por lo que es también un desafío para los griegos, un motivo «para crear nuevas formas de colaboración y difusión del arte». Muchas galerías han cerrado en los últimos años. Los artistas no tienen mercado en el que vender sus obras, y el fin de las ayudas públicas acentúa su desamparo. Algunos, los mejores, pocos, consiguen salir al extranjero y triunfar. Pero se da la paradoja de que «dado que los artistas no esperan ninguna recompensa material, se sienten más libres a la hora de tomar riesgos y crean sobre todo para sí mismos». La colaboración entre artistas también está en boga. Pero en un sector en decadencia, mientras algunos desaparecen, otros muchos artistas emergen, y se centran en «la angustia existencial en un sofocante sistema político y socioeconómico, la memoria, el deterioro, el vacío…». Interesa, asimismo, el futuro de Europa. Ante la caída del Estado, también aquí es imprescindible la puesta en valor de la producción artística con medios privados, a pesar de lo cual, no sin optimismo, se espera el retorno del Estado del Bienestar. Verroiopoulou finaliza su exposición con la cita al «espectacular incremento de las obras relativas a la noción de la decadencia, de la destrucción, del fragmento, de la ruina o del residuo. La calidad del deterioro siempre supone un proceso en marcha hasta la “eliminación”, es decir, una transformación. Los artistas contemporáneos en Grecia entienden el deterioro como referencia simbólica a los límites entre la vida y la decadencia, entre el pasado y el futuro. El deterioro puede ser visto como negación del sistema actual y motivo para la revaluación y la reconstrucción social (percepción cíclica del tiempo), o por el contrario puede ser interpretado como tolerancia hacia la realidad y como pesimismo para el futuro (percepción lineal del tiempo)». Sobre todo ello revolotea la catarsis, pues parece que los artistas griegos optan por la percepción cíclica del tiempo.
Dimitris Angelís es poeta y ensayista. Parte de que la crisis, además del significado que habitualmente le atribuimos, nos ayuda «a enjuiciar, a reflexionar y a autoevaluarnos». La literatura, desde siempre, está en crisis. El predominio de la imagen y de Internet agravan este punto de partida. El verdadero escritor debe romper la superficie y profundizar en la realidad, para liberarse a sí mismo y servir a la de otros. Con la crisis, los despidos y la bajada de sueldos, «lo primero que sacrificaron los consumidores […] fue la cultura». Las editoriales, casi todas pequeñas, comenzaron a cerrar una tras otra, así que los autores no pudieron publicar sus libros. Algunas medidas de la troika agravaron la crisis de los pequeños editores. Los autores jóvenes han podido crear sus propias revistas y ediciones, en un mundo menos cerrado que antaño. En los últimos años han tenido gran acogida los libros que han tratado de explicar la crisis y han denunciado el capitalismo global, aunque no han menudeado las visiones populistas que han librado de toda culpa al «intachable pueblo griego». Las novelas rosa siguen siendo las más vendidas y la poesía sigue siendo minoritaria. 
En fin, el pueblo griego tiene la última palabra. Todo es posible, pero merece poner en silencio el «modo de lectura económico, político o financiero» y activar el «modo espíritu del pueblo», el de la cultura, el de los sentimientos y razones más íntimas, el de los desagravios y las frustraciones, el de las esperanzas y las expectativas de futuro, pues nos puede proporcionar argumentos más que convincentes para avizorar lo que ocurrirá cuando el demos dicte su sentencia, tanto en relación con sus gobernantes como con sus acreedores.

José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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