El conocimiento jurídico y el económico resultan reforzados con el recurso a otras disciplinas de las Ciencias Sociales como la Historia (también esta se refuerza con la profundidad jurídica y económica: el conocimiento auténtico no admite departamentos estancos).

He transitado por este arduo camino en varios de mis artículos. Baste mencionar ahora, a modo de ejemplo, los trabajos contenidos en los números especiales de la revista eXtoikos dedicados a Cervantes y su época, o a la primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano.

En el nº 17 (2015), también de eXtoikos, se publicó el artículo «Economía y finanzas en el siglo XVI: la visión de Ramón Carande en “Carlos V y sus banqueros”».

La lectura de la monumental obra de Carande sirvió de inspiración para la redacción de este artículo discreto, carente de grandes pretensiones, elaborado, prácticamente, a título de reconocimiento y homenaje a “Carlos V y sus banqueros”, y para una cierta reivindicación de la necesidad de revisar la Historia, además de para profundizar en el conocimiento económico, para superar visiones sesgadas, interesadas e incluso peyorativas de lo que fuimos y de lo que somos (véase, en este mismo blog, “El oro y la plata de América: otra visión de la crisis del siglo XVII”).

Santos Juliá fue un célebre historiador español, fallecido en 2019, muchas de cuyas columnas de opinión publicadas en prensa leí con avidez por la atención prestada a la situación política del presente y su relación con la Historia (o quizás sea a la inversa…).

En la preparación de mi trabajo sobre los banqueros de Carlos V leí, sin esperarlo, que fue Santos Juliá uno de los ayudantes de Ramón Carande en la labor de reducir la magna obra para el lanzamiento editorial de una versión más accesible para el público no especializado.

Véase, por ejemplo, este extracto de la entrevista a Santos Juliá publicada en Jot Down, en 2016 (párrafo segundo, sobre todo):

«En Sevilla conoces a un personaje fascinante y relativamente heterodoxo como es Ramón Carande, biógrafo de los banqueros de Carlos V. ¿Cómo acabó en el mundo franquista alguien en origen republicano?

Él ha dado explicaciones de su trayectoria. Era claramente alguien muy unido al mundo de valores de la Institución Libre de Enseñanza. Había pasado por Alemania, por una educación germana, y en su biografía política, siendo rector, evita a la policía de Primo de Rivera entrar en la universidad de Sevilla. Como muchos catedráticos de su tiempo perdió sus archivos, estaba trabajando en los Trastámara, y acabó en las finanzas de Carlos V. Cuando triunfan los franquistas no lo persiguen como lo hicieron con otros, pero pasa al anonimato. Lo depuran, lo echan de la universidad, y probablemente los que le rodean y le quieren le dicen que colabore. Pedro Camero del Castillo, un falangista, le dice que como protección se deje nombrar para un cargo y publique un artículo en la revista de estudios políticos.

Él se retira, conserva su finca en Cáceres, y se mete en el archivo de Simancas. Pasa años en ese archivo y pergeña Carlos V y sus banqueros. Él se fascinó con el personaje, no pretendía desmitificar al emperador, y fue consecuencia de sus estudios económicos en Alemania. El libro es excepcional, yo le ayudé en la edición resumida. Me agradeció llamándome en el prólogo “desprendido auxiliar en el uso de las tijeras”. Me mandó un cheque y yo se lo devolví (risas). Por eso el desprendido.

En 1945, con el indulto general, le devuelvan la cátedra de hacienda pública en Sevilla y permanece en ella hasta que se jubila. Él decía a sus amigos que llevaba sobre la espalda ese peso. Esto es, cuando a todos ellos los habían perseguido o exiliado, a él solo le expedientaron y depuraron. Nunca llamaría a don Ramón colaboracionista; quería salvar el pellejo, fue una cuestión nominal».

Empujado por una posible falta de conciencia por los riesgos asumidos, le envié al Profesor Juliá mi trabajo, a través de un correo electrónico, a finales de 2015.

De forma sorpresiva para mí, tuvo la deferencia de contestar amablemente, felicitándome por el artículo (con toda probabilidad, como fórmula puramente de cortesía) y por la nueva vida encontrada por “Carlos V y sus banqueros” en sus páginas.

Transcurrido el tiempo, comparto las palabras del Profesor Juliá, coincidentes con lo manifestado tanto por él mismo como por el Profesor Carande: “[el artículo] Me ha recordado aquellas jornadas en Sevilla, cuando, según él mismo escribió, le serví como desprendido auxiliar en el uso de las tijeras: lamentaba don Ramón verse obligado a utilizarlas para abreviar su magna obra. Y no sin muchos lamentos pusimos fin a la tarea”.

A veces, aunque sea de manera indirecta, se tiene ocasión de entrar en contacto con los grandes, como D. Ramón y como D. Santos, incluso con Carlos V. Uno, que también tiene algo de “desprendido”, se da sobradamente por pagado con ello para compensar el esfuerzo que supone bucear en la mejor bibliografía histórica, aunque sea en versión resumida, y tratar de poner de relieve su valor a estas alturas del siglo XXI.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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