En “Las ciudades invisibles”, de Italo Calvino, se suceden las conversaciones entre el mercader (Marco Polo) y el emperador (Kublai Jan), con una serie de extraordinarias ciudades imaginadas de trasfondo. El poder político, el económico y el urbano forman en este relato una triada que tiende a la perfección.
Primero fueron las ciudades y después otras formas sociales y políticas más abstractas, con la cualificada excepción de las ciudades-estado helénicas, en las que lo público y lo privado, lo civil y lo militar, lo mercantil y lo político, formaron un todo capaz de resistir, casi milagrosamente, el empuje de vastos imperios que avasallaban a cuantos se interponían en su camino.
No es de extrañar, por tanto, que las ciudades hayan sido “durante milenios grandes centros de actividad, impulsores de crecimiento y productividad”, o que “ningún país haya logrado crear una clase media sin urbanizarse” (“El triunfo de las ciudades frente a los Estados”, Forbes, nº 58, noviembre de 2018, pág. 76).
Si nos remitimos a la Málaga decimonónica como antecedente más inmediato de la ciudad actual, sin necesidad de llegar a las raíces históricas que vinculan su origen con los mismos ideadores de la escritura o del comercio, también descubrimos la confluencia de los desarrollos urbano, político y empresarial.
No es extraño que en una ciudad abierta como Málaga, por necesidad y por convicción, se asentaran personas procedentes de otros ámbitos geográficos, pero sí es singular el papel desempeñado por los oriundos de La Rioja, en concreto, de la comarca de los Cameros. Entre estas familias podemos encontrar, por ejemplo, a “los Larios, los Heredia (Manuel Agustín Heredia llegó a ser en su día el hombre más rico de España) o Félix Saénz (dueño de los almacenes más grandes de Andalucía a principios del siglo XX” (Alonso González, F., “Comercios históricos malagueños”, Ediciones del Genal, Málaga, 3ª ed., 2018, pág. 51).
En un anterior artículo ya prestamos atención a Manuel Agustín Heredia, luego ahora nos centraremos en el primer Larios que llegó a Málaga, Martín Larios Herreros (1798-1873). Como aclaración, su hijo Manuel Domingo, ante la incapacidad mental de su hermano Martín, se convirtió en el segundo marqués de Larios, inmortalizado en la estatua que preside el acceso a la Alameda Principal y a la calle Larios de la capital malagueña. Los Larios forman, por tanto, una parte inescindible del imaginario de la ciudad.
Seguimos para destacar los aspectos más relevantes de la biografía de Martín Larios a Antonio Parejo Barranco, en “Grandes empresarios andaluces” (Parejo Barranco, A. —coordinador—, LID Editorial Empresarial, S.L., Madrid, 2011, págs. 74-80).
En línea con lo señalado por Alonso González, Parejo Barranco también incide en la colonia camerana. Detrás de estos movimientos migratorios “existían contactos económicos previos […], pero también unos niveles formativos situados por encima de la media de la época: en otras palabras, aquellos emigrantes cameranos disponían de unos conocimientos y de una actitud para los negocios que, en un medio económico en eclosión como eran el malagueño o el gaditano de la época, les permitieron convertirse rápidamente en referentes empresariales”.
El origen de la fortuna de Larios, como el de la de Heredia, se encuentra en la agitación de los primeros años del siglo XIX español. Esta riqueza se canalizará hacia la industria textil-algodonera, el azúcar de caña y los vinos. Para el establecimiento de sus ingenios industriales y para determinar la forma de organización del trabajo siempre trató de reproducir el modelo imperante en Inglaterra, no siendo infrecuentes los viajes a Manchester de las personas de su círculo más cercano.
Martín Larios también formó parte de la oligarquía financiera malagueña, destacando su interés en el proyecto ferroviario y en la banca.
En cuanto al ferrocarril, su interés superó el afán meramente especulativo, pues también tenía interés en que Málaga contara con carbón a un precio competitivo para hacer viable la siderurgia andaluza frente a la del norte de la península. Aunque los sucesores de Heredia, los Larios y los Loring participaron en este proyecto ferroviario inicial, fue Jorge Loring el que mostró una actitud más decidida al respecto, consiguiendo unificar en 1877 todos los ferrocarriles de la región en la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces. Jorge Loring y sus socios, entre ellos, el político liberal Francisco Silvela, emprendieron entonces una política de construcción de nuevas líneas y de mejora de la gestión.
En lo atinente a las finanzas, en 1856 se creó en Banco de Málaga, en el que, como promotores, junto a Martín Larios, volvemos a encontrar a los Heredia (los sucesores de Manuel Agustín) y a los Loring: “[…] el Banco de Málaga fue un negocio inicialmente rentable —su actividad fundamental fue, en el activo, el descuento de letras, y en el pasivo la emisión de billetes—, aunque pronto comenzó a ofrecer síntomas de debilidad: en parte por la crisis financiera de 1866, y sobre todo tras la nueva legislación bancaria de 1874, que otorgaba al Banco de España el monopolio de emisión de billetes. Eses mismo año, el Banco de Málaga dejaría de existir como entidad independiente, fusionándose con el Banco de España”.
Referencias bibliográficas
Alonso González, F., “Comercios históricos malagueños”, Ediciones del Genal, Málaga, 3ª ed., 2018.
Forbes, “El triunfo de las ciudades frente a los Estados”, nº 58, noviembre de 2018.
López Jiménez, J. Mª:
—“El sistema financiero y su histórica y estrecha relación con el arte y la cultura”, eXtoikos, nº 18, 2016.
—“Italo Calvino y las ciudades de los trueques”, blog Todo Son Finanzas, 9 de marzo de 2018.
—“Las ciudades, Málaga y el paso de los días: Manuel Agustín Heredia”, blog Todo Son Finanzas, 25 de diciembre de 2018.
Parejo Barranco, A., “Martín Larios Herreros [1798-1873]”, en “Grandes empresarios andaluces”, Parejo Barranco, A. —coordinador—, LID Editorial Empresarial, S.L., Madrid, 2011.