Recuerdo las largas tardes de los sábados, en los años ochenta, escuchando misa durante una buena parte de ellas, lamentando perderme, por la coincidencia horaria, la emisión de la serie de moda “V”. A pesar de todo, ya en aquel entonces quedaron grabadas en mi memoria algunas lecturas y homilías, especialmente las relacionadas con las parábolas de Jesús, como, por ejemplo, la del grano de mostaza, la de las bodas de Caná o, sobre todo, la de los talentos. También me causó una honda impresión la expulsión de los mercaderes y cambistas del templo de Jesusalén por un enfebrecido Jesús, lo que confirma que quienes manejan mercancías o dinero despiertan pasiones, no siempre positivas, desde hace milenios.
Centrándonos en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30, transcrita en la parte final de este artículo), en mi entendimiento de niño, tendía a relacionar los talentos con la capacidad de cada uno de los tres siervos para satisfacer los deseos de su señor —en cierto modo, vista la cuestión desde el presente, esta interpretación no estaba desenfocada del todo—, aunque años más tarde supe que, realmente, se trataba de una unidad de cuenta, de monedas.
Dos artículos relativamente recientes sobre esta parábola, que contienen inspiradoras reflexiones, se pueden encontrar en el blog de José M. Domínguez: “La parábola de los talentos: la necesidad del talento financiero” (16 de junio de 2018) y “La parábola de los talentos: las claves interpretativas y la creación de valor” (19 de agosto de 2018).
El mismo Papa Benedicto XVI dedicó el “Ángelus” del domingo 16 de noviembre de 2008 a los talentos, con un enfoque teológico como es natural, pero con alguna referencia histórica y social sumamente apetitosa: “La enseñanza evangélica que la liturgia nos ofrece hoy ha influido también en el plano histórico-social, promoviendo en las poblaciones cristianas una mentalidad activa y emprendedora” (en este sentido, nos parece ineludible la cita a nuestro artículo incluido en el nº 21 de eXtoikos “La religión y su relación con la empresa y el capitalismo”).
Mihir Desai dedica el capítulo 3 de “The wisdom of finance” a este mismo relato (esta obra ha sido objeto de comentario, asimismo, en el nº 21 de la revista eXtoikos: “La teoría de las finanzas como fuente para la enseñanza de la Economía: la contribución de M. Desai”). El poder de las parábolas en general, según Desai, descansa en que, por definición, están abiertas a la interpretación, lo que permite que sean amenas y puedan mantener su vigencia durante años.
En su análisis, Desai destaca cómo esta parábola ha atraído desde antiguo el interés de grandes pensadores, como, por ejemplo, John Milton, Samuel Johnson o John Wesley, y la vincula con la capacidad para crear y destruir valor, lo que pasa, necesariamente, desde el punto de vista del coste del capital de las finanzas modernas, por las expectativas de los inversores.
A él le sorprenden tres aspectos concretos de la parábola de los talentos: la desigual distribución inicial de los talentos entre los tres siervos, que parece descansar en un reparto según la habilidad de cada uno; la redistribución desde el más pobre al más rico; y la dura condena que recae sobre el siervo más desfavorecido.
Compartimos en buena medida las impresiones de Desai, aunque podemos ir más allá… La respuesta del señor a su tercer siervo puede parecer, sin duda, desproporcionada, pues, no pudiendo ser negado el carácter conservador de este, la realidad es que tampoco perdió el talento recibido. Con todo, se le condenó, nada más y nada menos, que a las tinieblas, al llanto y al rechinar de dientes…
Miedo nos da pensar, como sugiere en uno de sus “post” el Profesor Domínguez, cuál habría sido la respuesta del señor ante una afirmación del siervo de este tipo: “Señor, deposité el talento en el banco, pero, en un entorno de intereses negativos, aquel me repercutió un tipo de interés nominal negativo, junto a una serie de comisiones de mantenimiento de la cuenta: aquí tienes lo que queda de tu talento”.
“La parábola de los talentos”, Mateo 25:14-30
14 El reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,
16 el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.
17 De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,
18 pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
19 Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.
20 El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado”.
21 “Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”.
22 Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado”.
23 “Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”.
24 Llegó luego el que había recibido un solo talento. “Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
25 Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!”.
26 Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,
27 tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
28 Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
29 porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
30 Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes”.