«El control societario en los grupos de sociedades«, Wolters Kluwer, marzo de 2017.
«Es posible que los grupos de sociedades se contemplen con cierto recelo, lo que puede obedecer al papel desarrollado por los grandes grupos, los internacionales, que son los que verdaderamente aprovechan toda la potencialidad del fenómeno globalizador, en beneficio de sus propietarios, de sus gestores y de sus empleados más cualificados, primordialmente.
La discutible conducta de algunas multinacionales cuyos servicios y artilugios empleamos a diario, que, a través de artificios contables, evitan una tributación acorde con su volumen de negocio en los países de implantación de sus filiales, ha suscitado polémica en los últimos años, más por el interés de los Estados de acogida por recaudar que por el propio interés de los ciudadanos consumidores. El reproche ético o legal asociado a estas situaciones no parece afectar en exceso a una ciudadanía que sigue adquiriendo los bienes y disfrutando los servicios ofrecidos por estas grandes compañías.
Aunque esta compleja forma de organización empresarial encuentra su máximo exponente en el ámbito internacional y en el de las multinacionales, el grupo de sociedades puede ser algo mucho más discreto, cercano y limitado, que no exceda del espacio local, regional o nacional.
A pesar de ello, encontramos en todos los grupos una misma tensión, sea la magnitud del proyecto empresarial mayor o menor: la existente entre el llamado «interés del grupo» y el interés de cada una de las sociedades que lo integran (lo que, obviamente, redundará en el beneficio directo de personas individuales concretas).
Faltando este control, podrán establecerse otras formas de colaboración empresarial, menos verticales y más horizontales, o simplemente de yuxtaposición o coordinación, en las que cada compañía, como entidad autónoma y responsable, cuidará por sí misma de la defensa de sus intereses y de los de sus socios.
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Para que surjan los grupos de empresas son necesarias determinadas condiciones básicas de progreso económico y capitalista. En sociedades con un desarrollo económico incipiente o bajo no va a surgir la necesidad o la conveniencia de que unas empresas tomen el control de otras para producir bienes y servicios. En una sociedad que se autoabastece o en una gremial, la producción por los propios interesados o por particulares especializados en la de determinados bienes y servicios es suficiente, tanto para los oferentes como para los adquirentes.
Sorprendentemente, los rasgos más elementales que van a conducir a los modernos grupos de sociedades se comienzan a configurar en los siglos XIII y XIV.
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Esta relación entre el desarrollo tecnológico, la mejora en la gestión y la dimensión de las compañías fue advertida por Coase (1937, pág. 397), quien se percató de que las innovaciones que tendían a reducir los costes de la organización asociados con su presencia espacial (como el teléfono o el telégrafo) provocaban el incremento del tamaño de la empresa, al igual que las mejoras en las técnicas gerenciales. La aparición de los grupos de empresas, desde sus orígenes más remotos a los que nos acabamos de referir, no sería sino una de las consecuencias del inevitable incremento del tamaño de la organización empresarial y de los mercados en los que se intercambiaban sus servicios y productos.
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Pero en la actualidad, en una época en la que con el cambio de ciclo político experimentado en 2016 en los Estados Unidos y fenómenos como el «Brexit» se aprecia una crisis de la globalización y un retorno al proteccionismo, se da la contradicción de que las grandes corporaciones y grupos de empresas son de mayor tamaño, más ubicuos y políticamente más influyentes, pero, a la vez, están expuestos a riesgos que no solo pueden dañar sus ventas, beneficios y reputación, sino que también, en ocasiones, les pueden expulsar del mercado.
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Con este capítulo introductorio quedan esbozados los temas que se tratarán con más profundidad en los diversos capítulos de esta obra.
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