«SPQR. Una historia de la antigua Roma», Mary Beard
«Las sumas que se movían [en la época de Cicerón] eran muy elevadas. En el año 62 a. C., Cicerón tuvo que entregar 3,5 millones de sestercios por su nueva casa en el Palatino, y casi no hay información de cómo se organizaba en la práctica este tipo de pagos. No parece probable que los esclavos de Cicerón simplemente transportaran carretas cargadas de dinero en efectivo por las calles protegidos por una guardia armada. Toda la transacción apunta, por el contrario, al uso de lingotes de oro, que por lo menos requerirían menos carros, o más probablemente a algún sistema de garantías o bonos en papel, y con ello a un relativamente sofisticado sistema bancario y de crédito que apuntalaría la economía romana y del que solo tenemos fugaces testimonios.
[…] Parte del dinero de Cicerón provenía, cosa harto tradicional, de alquileres y de los productos de sus tierras agrícolas, incrementadas con la propiedad que era parte de la dote de Terencia. No obstante, tenía otras dos importantes fuentes de cuantiosa financiación. La primera eran las herencias de fuera de su familia más inmediata. En el año 44 a. C. aseguraba haber recibido en total la ingente suma de veinte millones de sestercios por esta vía. Hoy en día es imposible identificar a todos sus benefactores. Sin embargo, muchos de estos legados debieron de ser reembolsos de aquellos a los que había ayudado de diversas maneras, de ex esclavos que habían amasado sus propias fortunas o de clientes satisfechos a los que había representado en los tribunales. Los abogados romanos tenían la prohibición expresa de recibir pago alguno por sus servicios, y a menudos se dice, con razón, que lo que Cicerón ganaba con su defensa en casos de gran relevancia era notoriedad pública. Sin embargo, a menudo también había pagos económicos de forma indirecta. Publio Sila, sobrino del dictador, sin duda no fue una excepción al recompensar a Cicerón por su satisfactoria defensa en los tribunales. Le prestó dos millones de sestercios para la compra de la casa del Palatino, y al parecer no le exigió devolución alguna.
La segunda fuente fue la provincia de Cicerón. Mientras alardeaba, quizá con razón, de que nunca había infringido ninguna ley chantajeando a los provincianos para obtener dinero, abandonó Cilicia en 50 a. C. con más de dos millones de sestercios en moneda local en su equipaje. No se sabe con certeza cómo lo obtuvo: quizá fuera una mezcla de la tacañería de Cicerón a la hora de gastar su asignación y de los beneficios conseguidos con su pequeña victoria, entre ellos la posterior venta de cautivos como esclavos. En lugar de transportar el dinero a Italia, lo depositó en su viaje de regreso a casa en una compañía de publicani en Éfeso, pensando, al parecer, en algún tipo de transferencia de fondos sin efectivo. Sin embargo, la guerra civil desbarató enseguida los planes a largo plazo que pudiera tener para el dinero. A comienzos de 48 a. C, la financiación para la guerra de Pompeyo requería a todo el efectivo que se pudiera reunir, y Cicerón aceptó prestarle aquellos dos millones de sestercios, que presumiblemente compensaron de alguna manera su irritante comportamiento en el campamento. No hay ninguna indicación de que recuperase jamás su dinero. Los beneficios de un aguerra contra un enemigo extranjero habían acabado, como muchos otros, financiando una guerra de romanos contra romanos».