El 28 de diciembre de 1993, hace 30 años, resultó intervenido Banesto, presidido entonces por Mario Conde. Se trata de un capítulo relevante y complejo de la historia financiera española, que merece ser conocido.
Resulta singular, en cuanto a la justificación de la severa medida adoptada, que, según la Resolución de 28 de diciembre de 1993, del Consejo Ejecutivo del Banco de España, por la que se acuerda la sustitución provisional del Consejo de Administración y de cualquier otro órgano de administración que exista del “Banco Español de Crédito, Sociedad Anónima”, y se designan Administradores provisionales (BOE de 29 de diciembre de 1993), los “Los nombramientos, tanto del Presidente ejecutivo [Alfredo Sáenz] como de los demás administradores, se realizan a título personal y en base a la defensa de los intereses de la comunidad bancaria, de la sociedad en general y de la entidad afectada y, en consecuencia, sin que pueda ni deba afectar a las entidades de origen de las personas designadas”.
Ya choca de entrada que se antepongan los difusos intereses de la comunidad bancaria, al menos, ordinalmente, a los de la sociedad en general. Hay que recordar que los demás nuevos administradores provenían de entidades competidoras de Banesto, lo que podría generar, potencialmente, un evidente conflicto de intereses, y, de ahí, la referencia final del párrafo transcrito.
Mario Conde escribió en 1994 El Sistema (Séneca, Córdoba) para sostener, en síntesis, que este consistía en “un modo de organizarse las relaciones reales de poder en el seno de la sociedad española”, integrado por una “arquitectura intelectual” y por un “soporte de poder”. En su opinión, “el ‘Sistema’ no sólo dominaba las áreas político-económicas, sino que a través de la banca privada era capaz de controlar el llamado poder económico privado español”. Sin poder económico privado, se concluía, “es imposible el impulso de liberalización real de la sociedad española” (pp. 29-36). Y si Banesto fue intervenido, se desprende de todo ello, fue por mostrarse reacio a formar parte del Sistema, al margen de otro tipo de consideraciones de índole puramente contable o financiera…
En 30 años, la realidad ha cambiado radicalmente (plena apertura de España a Europa, crisis inmobiliaria de 1992 y sus secuelas, crisis de las tecnológicas a primeros del milenio, Gran Recesión, auge y caída de la globalización, crisis climática, pandemia, crisis energética, guerra en nuestro continente…).
Si la hipótesis de El Sistema pudo ser cierta en algún momento, parece que la situación ha cambiado drásticamente, pues ahora lo que se plantea es que determinadas empresas privadas, tanto no financieras como financieras, están adquiriendo tal volumen de negocio que pueden condicionar la agenda de las autoridades públicas y, por tanto, poner en entredicho los mismos pilares de la democracia.
En lo que afecta a las entidades financieras, y, específicamente, a las grandes gestoras de fondos de inversión indexados (Vanguard, State Street, Fidelity y BlackRock) y de “private equity” (Apollo, Blackstone, Carlyle y KKR) el profesor John Coates ha escrito la obra The Problem of 12. When a Few Financial Institutions Control Everything (Columbia Global Reports, New York, 2023).
En ella, Coates plantea lo siguiente (el texto está tomado de Financial Times, The ‘Problem of Twelve’ — redux, 24 de agosto de 2023):
«A “problem of twelve” arises when a small number of actors acquires the means to exert outsized influence over the politics and economy of a nation. In US history, problems of twelve have recurred, as the result of a clash of two fundamental forces: economies of scale in finance on the one hand, and constitutional commitments to fragmented and limited political power on the other. Each time, the “problem” has been two-sided. The concentration of wealth and power in a small number of hands threatens the political system and the people generally, and the political response can threaten the financial institutions in which wealth and power are accumulating, even when those institutions create economic benefits.
Today, two late-twentieth century institutions —index funds and private equity funds —are creating a new problem of twelve. As financial organizations, they amass and invest capital, and have been primarily scrutinized through a financial lens. As with other financial institutions, they pool savings from dispersed individuals and channel it to fund major projects. They facilitate capitalism, which has created huge benefits for humanity —wealth, health, and much longer life spans— along with inequality, misery, and the existential threat of climate change. Finance creates value by facilitating change, but distributes the gains unequally, and magnifies the gales of “creative destruction”.
But both kinds of funds are now so large, and have influence over so much of the economy, that they have economic and political power, whether they want it or not. Their power makes them targets of political threats. Both institutions exhibit “economies of scale”. Both are active politically —directly, and indirectly— through their control of businesses.
Their growing and concentrated wealth and power threatens the foundations of a democratic republic built on Montesquieu’s separation of powers as well as federalism —the “checks and balances” taught to every civics student. In a predictable response, the republic is increasingly threatening each type of institution with new restrictions, burdens, and limits. Because index funds certainly, and private equity funds possibly, create value within the US economy, the threats to them are as important as their potential threats to American democracy».
Los extremos, se tocan.