La adecuada comprensión de la realidad, con todos los matices que esta admite, se puede reflejar en un puñado de ideas, que, debidamente sistematizadas y codificadas, pueden servir eficazmente como brújula y, de resultar necesario, para operar sobre aquella y tratar de alterar su curso (por supuesto, a mejor).

El filósofo Carnéades nos demostró, con su conocido palo sumergido en el agua que semejaba forma de serpiente, que la interpretación inmediata de la realidad, a falta de unas buenas lentes conceptuales, puede ser nefasta. El mismo Platón, con el mito de la caverna, nos recomendó tratar de huir de las apariencias en busca de sensaciones más elevadas y profundas.
Descocemos cuál ha sido la trayectoria de Yves Mersch (sin duda, indagaremos en ella), miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, pero la lectura de un reciente discurso pronunciado en París el día 10 de marzo de 2015, titulado «The future of banking – a Central Banker´s view», nos ha transmitido una buenísima impresión, pues en apenas tres folios se recogen reflexiones que prácticamente no dejan ninguna materia sin tocar, con buen sentido y visión totalizadora, en la que se mira por los usuarios bancarios, por las entidades, por la economía y por el bienestar general, hilvanando todos estos elementos pretendidamente repelentes y antagónicos con un sólido y convincente hilo argumental.
De entrada, Yves Mersch expone directamente la necesidad de una aproximación equilibrada, en la que deben caber la famosa «destrucción creativa» de Schumpeter, la protección de los consumidores y las funciones esenciales de los bancos al servicio de la economía.
Los bancos europeos se encuentran rodeados de una neblina de falta de certeza, de la que están saliendo tras resistir fuerzas disruptivas que les han asaltado por todas partes. Son tres los principales retos que han de superar:
     – Limpiar sus balances.
     – Resistir la nueva ola reguladora. Entre las novedades por venir, una de las que tendrán mayor impacto será la separación entre banca comercial y las actividades de «trading», lo que obligará a redefinir los modelos europeos de banca universal.
    – Superar los profundos cambios estructurales. A una banca por Internet que ya se está quedando corta, se le suma el nuevo impulso de la banca a través de teléfonos móviles, lo que provoca que las barreras de entrada en el sector estén cayendo. El monopolio bancario se empieza a desmoronar, como muestra la aparición de compañías que prestan nuevos servicios de pago (Paypal, por ejemplo). La iniciativa europea de crear una Unión de los Mercados de Capitales también debilitará a los bancos. La «banca en la sombra» («shadow banking»), aunque cuantitativamente limitada, ganará protagonismo en el préstamo directo a los agentes económicos.
El valor de los activos mengua y la rentabilidad decrece. Muchos bancos tienen costes de capital que exceden los retornos percibidos, sin que se espere una súbita subida de los tipos de interés que venga al rescate. Los bancos tendrán que regresar a los beneficios en un contexto de recuperación lenta con márgenes de tipos de interés deprimidos.
Tras los excesos, es deseable e inevitable un periodo de consolidación en el sector bancario. La carga regulatoria, que persigue bancos más resilientes cuya eventual caída no sea asumida por el contribuyente, queda justificada de sobra.
Mersch reitera que la «destrucción creativa», con sus efectos sanadores y beneficiosos, es necesaria en el sector bancario, pues genera competencia, condiciones mejores y precios más baratos en la prestación de servicios bancarios a los consumidores. Por ello, el regulador no debe limitar la aparición de nuevos operadores que compitan con los bancos, lo que se debe, por el contrario, incentivar. La Unión de los Mercados de Capitales repercutirá, del mismo modo, en el interés público.
A pesar de todo, de este proceso también se podrían desprender consecuencias menos agradables:
– Que la innovación sea a costa del consumidor. Los nuevos agentes, no supervisados, podrían desplegar conductas perjudiciales para los consumidores, y estas ser replicadas por los bancos regulados. Por ende, es exigible un equilibrio entre la innovación y la regulación.
– Que los préstamos concedidos por los bancos disminuyan en exceso. Los bancos tienen una función social vital en Europa, pues asumen riesgos en la concesión de créditos a las pequeñas y medianas empresas, que crean mucho más empleo que las grandes firmas. Esta función de los bancos en la canalización de los depósitos hacia el crédito es irreemplazable.
¿Cómo se podrían conjurar estos riesgos? Como acredita la doctrina, los bancos deben ser fuertes para poder prestar. La fortaleza requiere la revigorización de los modelos de negocio. Muchos bancos han desplazado su modo de hacer banca desde prácticas más arriesgadas y agresivas hacia el tradicional sector minorista y la gestión de activos. Se percibe, asimismo, una intensa reducción de costes. Pero, Mersch nos alerta, cortar gastos y desinvertir puede ser insuficiente para responder a los retos tecnológicos y las demandas de los clientes.
Los clientes del presente contactan con sus bancos por Internet y por teléfono móvil, lo que, como es natural, exige la previa inversión en plataformas digitales. Si estas expectativas de la clientela no se colman, se cancelarán cuentas y los bancos perderán una fuente barata de financiación. Mersch traza una clara ecuación: los clientes satisfechos (especialmente, los «tecnológicamente satisfechos») se mantendrán fieles a sus bancos.
La siguiente advertencia apunta hacia la consolidación bancaria, pues en Europa hay demasiados bancos. Hay que buscar concentraciones europeas, que, en ningún caso, se podrán escudar de nuevo, en cuanto a las entidades resultantes, en el «too big to fail». La Unión Bancaria es un acicate, con la unificación regulatoria, supervisora y resolutoria, para la aproximación de los bancos europeos. Los bancos fusionados tendrán una más amplia base de clientes, y mejores condiciones de capital y liquidez. Los retornos de la inversión y la innovación serán, sin dudarlo, mucho mayores, y se reforzará la función social consistente en prestar a las empresas más pequeñas.
Para concluir, Mersch se detiene en tres objetivos en los que habría que esmerarse:
– Superar definitivamente la crisis. Por ejemplo, mejorando el marco de la insolvencia de los deudores y acortando los plazos de los procesos.
– Reforzar las titulizaciones, que es el ámbito donde los bancos y los mercados de capitales se encuentran. Hay que recordar, precisamos, que los bancos se nutren de los depósitos de los clientes, pero también de los fondos captados en los mercados de capitales, a los que concurren no como prestamistas sino como prestatarios.
– Aliviar la carga regulatoria de los bancos, pues hay quien afirma que la inseguridad regulatoria restringe la concesión de créditos.
Yves Mersch finaliza su discurso transmitiendo la convicción de que Europa necesita bancos fuertes que sostengan su economía, lo que se conseguirá creando un entorno de bancos bien capitalizados, con mejor información, transparencia y regulación.
Suscribimos en su totalidad las palabras de Yves Mersch, que aglutinan ideas sencillas pero innovadoras y vigorosas.

José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *