El «Informe Larosière», de 25 de febrero de 2009, recomendó, entre otros aspectos, la creación de un órgano de la Unión Europea encargado de la supervisión de los riesgos en el conjunto del sistema financiero. Esta labor de supervisión macroprudencial se ha encomendado a la Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS) [Reglamento (UE) 1092/2012, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 24 de noviembre de 2010].

La JERS tiene su sede en Fráncfort del Meno, al igual que el Banco Central Europeo. De hecho, la JERS está presidida por el Sr. Draghi.
En la sede del Banco Central Europeo se celebró los pasados días 21 y 22 de septiembre la Segunda Conferencia Anual de la JERS, inaugurada por el Sr. Draghi. 
Al programa completo, y a una buena cantidad de contenidos escritos y audiovisuales, se puede acceder en la web de la JERS.
En esta Segunda Conferencia Anual se ha tratado, entre otros temas, sobre regulación macroprudencial, los retos y el futuro de la Unión Bancaria, los llamados “non-performing loans” (NPLs) del sector bancario o la banca en la sombra.
En relación con los NPLs, nos ha llamado la atención la intervención de Aristóbulo de Juan, con el  título “Dealing with NPL in Europe”. Tanto la presentación como la propia ponencia son accesibles desde la web de la JERS.
De Aristóbulo de Juan no vamos a realizar aquí una presentación, por innecesaria, pues debería ser conocido de sobra por cualquier persona con una mínima experiencia y responsabilidad en la práctica bancaria o en su supervisión. Nos remitimos, por lo demás, a la presentación que realiza de sí mismo en el texto de la ponencia (pág. 3).
El Banco Central Europeo, en su faceta no monetaria sino supervisora, incide recurrentemente en que los administradores de las entidades de crédito bajo su vigilancia deben disponer de “independencia de ideas” (“independence of mind”) para “retar” (“challenge”) a los ejecutivos y a la alta dirección de cada banco, y evitar caer en la estrechez del llamado “pensamiento de grupo” (“group thinking”).
Se aprecia con nitidez que esta “independencia de ideas” concurre en De Juan, lo que le permite, como se desprende de su discurso, poner de relieve aspectos que alcanzan de lleno a la actividad supervisora desplegada en estos años por el Banco Central Europeo, o a los que no se presta la debida atención.
Solo así se entiende que pueda afirmar, ante el presidente del Banco Central Europeo y de la JERS, entre muchos otros, que se ha desplegado un gran esfuerzo regulatorio y supervisor en Europa pero que “a veces tienes la impresión de que una estricta regulación y supervisión se suavizan por las autoridades europeas en beneficio de una hipotética estabilidad del sistema financiero o la economía” (apartado 5 del discurso, pág. 5), a la espera de una futura y “bella normalidad” que quizás, como la visita norteamericana en “Bienvenido, Mr. Marshall”, nunca llegue… 
Esta referencia nos recuerda la cita de De Juan a San Agustín contenida en el capítulo 12, en su comienzo, de “De buenos banqueros a malos banqueros” (Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, S.A., Madrid, 2017): “Dame la castidad y la continencia… pero todavía no”. Añadimos que quizás venga al caso precisar que, para San Agustín, el hombre carnal de la “Ciudad Terrena” se contenta con la precaria paz que puede conseguirse en este mundo…
Para De Juan es una paradoja que, tras diez años de crisis y tratamiento de choque regulatorio y supervisor, muchos bancos arrastren una pesada carga de NPLs pero alcancen unos niveles satisfactorios de capital en sus libros. 
La parte no provisionada de los activos improductivos no genera rendimientos, como es obvio, pero las responsabilidades asociadas a esos activos implican tanto un coste como una salida de efectivo, es decir, tanto una pérdida como un empeoramiento de la liquidez que impacta en los bancos.
La actual estabilidad es vulnerable, pues se sustenta, entre otros factores, en la liquidez, la cual, en opinión de De Juan, hace perder la percepción del riesgo y conduce a la formación de burbujas, sin dejar de mencionar la nueva ola desreguladora auspiciada por Donald Trump y el riesgo geopolítico con sus numerosos frentes.
Todo esto le permite señalar que habría que atajar los problemas del sistema financiero, como los NPLs, sin miedo a las potenciales consecuencias, pues esperar con los brazos caídos puede conducir a una nueva y seria crisis, más pronto que tarde.
Si los bancos europeos retienen tantos préstamos y activos improductivos en su balance ello se debe en la mayoría de los casos a que no están adecuadamente provisionados y a que su venta materializaría pérdidas. Además, el exceso de liquidez en el mercado desincentiva su liquidación, aunque siempre hay un mercado para cada precio.
Específicamente, en relación con los NPLs, destacamos algunas de las ideas del discurso de Aristóbulo de Juan:
– Los bancos con problemas los ocultan, lo que lleva a que la información en libros no sea de fiar.
– Si se trata de bancos sistémicos, su complejidad y poder puede dificultar todavía más la supervisión.
– La información sobre los bancos debe estar verificada por el supervisor; la información basada en análisis a distancia, la auditoría, los informes, los modelos, las pruebas de resistencia, la evaluación de activos ponderados por riesgo o el cumplimiento de los requerimientos de capital puede ser insuficiente.
– Los peores préstamos (por tamaño y riesgo) se disfrazan con frecuencia como buenos, muchas veces por medio de su pretendida reestructuración, por lo que no quedarán registrados como “malos”, y, por tanto, las pérdidas ocultas no estarán cubiertas, y los resultados y el capital en los libros serán ficticios.
– En consecuencia, ¿qué evaluación de activos será fiable? En la experiencia de De Juan, lo será la basada en inspecciones presenciales caso a caso, lo que permitirá que las provisiones sean las adecuadas, así como la suspensión de los ingresos devengados y no satisfechos, combinación que se presenta como la “más efectiva medicina preventiva” e impedirá que siga creciendo la “bola de nieve” de las pérdidas ocultas. Admite que esta supervisión presencial podría sonar a algunos como una herramienta incómoda y propia de la “Edad de Piedra”, aunque la experiencia adquirida en anteriores crisis y en diversas jurisdicciones confirma su efectividad y, por ende, su pertinencia. También se alega que esta supervisión presencial requiere mucho personal y provoca altos costes: la ausencia de supervisión o una inspección superficial son mucho más caros, alega De Juan.
– La responsabilidad de la existencia de NPLs es, por supuesto, de los gestores del banco, pero también de los reguladores y supervisores, pues se trata de una cuestión de voluntad política.
– En cuanto al capital, el capital real no es el de libros, sino el de libros menos las provisiones pendientes y menos las reservas que fueron registradas y retenidas en relación con beneficios ficticios.
– Es cuestionable que los CoCos, “good will” y DTA sean capital de la suficiente calidad con capacidad de absorción de pérdidas (en posteriores entradas del blog explicaremos estos conceptos que ahora meramente enunciamos).
– El capital debe proyectarse hacia el futuro y cubrir las incógnitas desconocidas (“unknown unknowns”). Si cubre pérdidas actuales originadas en la actividad pasada no nos hallaremos ante capital regulatorio. No se debe “poner dinero bueno sobre dinero malo”.
– Que se preste atención a la gobernanza debe ser bienvenido, pero ello no debería reemplazar a las inspecciones “on site”. La efectividad de la gobernanza llegará en el largo plazo.
– Tratar las posibles crisis de liquidez con recurso al prestamista de última instancia puede ser, en ocasiones, insuficiente, pues dicho recurso no servirá para “rellenar el agujero”, además de que puede generar incentivos perversos para los gestores y supervisores.
– La liquidez masiva suministrada por los bancos centrales puede ser efectiva para “un rato”, pero, si se perpetúa, puede generar serios riesgos. Esta política aparentemente favorable puede ser “un falso amigo” para los gestores bancarios y los supervisores.
– Determinados mecanismos de ingeniería financiera, incluidos los “bancos malos”, deberían ser evitados si favorecen a los banqueros que causaron o presidieron los problemas o supone aplicar “cosmética” para sobrevalorar los activos en libros. Los “bancos malos” deberían comprar los activos malos a precio de mercado.
– El mejor modo para liquidar los préstamos y activos “non-performing” es valorándolos en libros a valor de recuperación o a precio de mercado, respectivamente, de forma que su venta no materialice nuevas pérdidas. La regulación sobre activos improductivos debería ser imperativa para las entidades en lo concerniente a la valoración a precio de mercado.
– IFRS 9 no es, para De Juan, la panacea, pues estas nuevas normas adolecen de algunos defectos: el concepto de “pérdidas esperadas” podría ser interpretado restrictivamente, además de que se mantiene el reconocimiento de los intereses no pagados, uno de los grandes enemigos de la supervisión financiera.
– Los modelos que agrupan préstamos o activos por sectores económicos o productos no generan la suficiente confianza.
– El porcentaje de cada provisión se debería aplicar sobre toda la duración del préstamo, no sobre un periodo de tiempo más corto o al valor presente descontado del activo.
– Si las pérdidas pueden ser sobreestimadas por los supervisores aplicando el método propuesto, siempre será preferible, en este ámbito, el exceso que el defecto.
Aristóbulo De Juan admite que con su propuesta se podría producir la quiebra de algunas instituciones, lo que llevaría a la habitual pregunta: ¿quién debe pagar la cuenta y en qué proporción? ¿Los accionistas? ¿Los acreedores —depositantes e inversores—? ¿La industria? ¿Los gobiernos —los ciudadanos—? Estas preguntas no son ajenas a otras posibles soluciones que se puedan ofrecer.
Con extremada sutiliza, De Juan formula la pregunta del abogado del diablo: ¿qué supervisores fueron los más exitosos a la hora de llevar sus sistemas financieros a la normalidad y a recuperar los fondos que se pusieron sobre la mesa en las operaciones de rescate? Los que estuvieron en vanguardia e inyectaron dinero de los contribuyentes y de la industria, se responde. Quizás, después de todo, haya que revisitar las todavía inmaduras reglas de recapitalización y resolución.
Como dijo McArthur, la causa de todas las derrotas se puede resumir en dos palabras: “demasiado tarde”.
Así concluye el discurso de Aristóbulo de Juan. Corresponde a las autoridades europeas, y a las propias entidades supervisadas, mover ficha, aunque parece que se están dando pasos por la senda correcta, como confirma el interés del Banco Central Europeo exteriorizado en su “Guía sobre préstamos dudosos para entidades de crédito”, de marzo de 2017, y la propia conferencia, con sus propuestas y advertencias, de septiembre de 2017, que acabamos de comentar.
 

José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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