En el siguiente artículo en La Razón se recogen mis declaraciones a iAhorro en relación con el reciente aumento del crédito al consumo: “Vuelve con fuerza la costumbre de las familias de pedir créditos para consumo”.

A continuación transcribo todas mis respuestas.

Desde 2008 junio es el mes en el que se conceden más créditos, ¿por qué razón?

Como es natural, el ciclo del crédito al consumo está estrechamente vinculado con el consumo de las familias y sus hábitos, a diferencia del crédito empresarial, que es menos estacional, además de que cada vez depende menos de la financiación bancaria y más de los mercados mayoristas en los que las empresas emiten acciones o bonos para endeudarse.

En lo que afecta a las familias, es evidente que el gasto doméstico se dispara tanto en las vísperas de la llegada de Navidad como en la antesala de las vacaciones estivales.

Las entidades de crédito están dispuestas a conceder crédito en cualquier momento del año, pues basan su actividad en la captación de depósitos y en la concesión de préstamos.

Por lo tanto, este cambio de tendencia entiendo que obedece más a los hábitos de los clientes bancarios que a una decidida voluntad o estrategia de las entidades.

En relación con lo anterior, ¿vuelven los créditos para irse de vacaciones?

Nos guste o no vivimos en una sociedad de consumo. Nos parece llamativo, relacionado con esto, lo que escribe Vargas Llosa en su reciente ensayo “La llamada de la tribu”: “Porque la escueta verdad es que, mientras más consuman los ciudadanos los productos industriales —si son superfluos o indispensables es algo que en una sociedad abierta sólo corresponde decidir al propio consumidor— habrá más puestos de trabajo, educación más extendida y mejor, y más ocio, pues sin ellos no hay vida espiritual o intelectual que valga”.

Por lo tanto, que los ciudadanos decidan endeudarse para consumir no merece, de antemano, un reproche, siempre que el endeudamiento sea acorde con la capacidad económica de cada familia.

Lo que sí nos parecería más preocupante es que las familias se endeudaran para consumir con la garantía de su vivienda habitual, es decir, mediante la concesión de préstamos hipotecarios, aprovechando que el valor de la propiedad inmobiliaria se está elevando en la actual coyuntura económica. Esto arruinó en los años anteriores a muchas familias y a las entidades de crédito que más abusaron de este tipo de práctica, apurando en exceso el margen entre el valor de tasación del inmueble y el importe del crédito concedido.

En cuanto a la concesión de créditos, 2017 cerró por encima de los datos de 2005. ¿Es posible que se repitan los datos de la crisis?

Es normal que tras una época de excesos crediticios como la vivida, la economía tienda a alcanzar un nuevo estado de equilibrio mediante la reducción del volumen de deuda (el célebre “desapalancamiento”).

Esta reducción de deuda se acompaña de una “no-concesión” de crédito o una renovación de las pólizas de crédito de las empresas por un menor importe.

El efecto inmediato de todo lo anterior, necesario pero peligroso, es la contracción de la economía como paso previo al inicio de un nuevo ciclo, que en España ha comenzado bien gracias, entre otros factores, al esfuerzo colectivo y al notable incremento de las exportaciones.

Tras una purificación o catarsis como la que hemos presenciado en los últimos años, mitigada, afortunadamente, a través de diversos mecanismos formales propios del Estado Social e informales (como el apoyo prestado por las familias a sus integrantes, o a los más jóvenes por los más mayores) es coherente que se perciba un cierto relajamiento en la propensión al gasto.

De todos modos, no creemos que una situación como la de los años anteriores a 2007 o 2008 se pueda repetir, pues concurrieron una serie de circunstancias históricas que difícilmente se pueden volver a presentar, como, por ejemplo, la puesta en circulación del euro.

Además, como individuos y como sociedad, queremos pensar que el duro aprendizaje de estos años no se ha adquirido en balde…

¿Se han relajado los criterios para la concesión de créditos?

Desde el punto de vista de las entidades de crédito no creemos que se hayan relajado los estándares para conceder crédito, sea al consumo o hipotecario.

Hay que tener en cuenta varios elementos: la existencia de normativa que obliga a las entidades a extremar el celo en el análisis de la solvencia del deudor, prestando más importancia a esta circunstancia que al valor de las garantías que se puedan ofrecer; o el papel activo del supervisor bancario —actualmente, para la práctica totalidad del sistema financiero español, el Banco Central Europeo—, que pretende que el crédito concedido sea de calidad, lo que se traduce en la buena salud de la economía, en la generación de riqueza para las familias y las empresas, en la  percepción de beneficios por los bancos y en unas tasas de mora por impago reducidas.

El crédito crece en Europa a un ritmo mucho más moderado que en España, ¿cuál es la razón? ¿Hay que alarmarse?

El Gobernador del Banco de España afirmó recientemente que “El  PIB  creció  en  2017  un  3,1%, marcando así el tercer año consecutivo con un crecimiento superior al 3%. La fortaleza del crecimiento, que a lo largo de toda la etapa expansiva está excediendo al observado en el conjunto del área del euro, ha permitido que a mediados de 2017 el PIB de la economía española recuperara el nivel previo a la crisis” (“Evolución de la situación económica”, Asociación Española de Directivos, Santa Cruz de Tenerife, 1 de marzo de 2018).

Es lógico, por tanto, que esta fortaleza venga acompañada de un mayor optimismo de las familias y empresas (recordemos que según Keynes somos “animal spirits”, es decir, que el ánimo y las emociones influyen en nuestra conducta y decisiones), por lo que el crédito es mayor que en otras áreas de Europa donde la recuperación no es tan acentuada.

Si este optimismo se acompaña de una gestión responsable por parte de los bancos y el crédito, por tanto, es bueno, de calidad, el círculo estará cerrado y el crecimiento económico será sólido y real.

¿Son los créditos al consumo una nueva apuesta de las entidades de crédito?

La base del sistema financiero es la captación de depósitos para la concesión de créditos. Es cierto que las medidas de política monetaria no ortodoxa adoptadas por los bancos centrales han provocado fenómenos extraños y anormales, como que el tipo de interés oficial y un índice de referencia como es el euríbor se adentren en terreno negativo.

No es de extrañar, por tanto, que el Banco Central Europeo, en su faceta supervisora, anime a las entidades a obtener mayores ingresos vía percepción de comisiones por la prestación de servicios que por intereses derivados de la intermediación en el crédito. De todas formas, este cambio de modelo es complejo y no puede articularse de un día para otro.

La relevancia de los intereses para mantener la cuenta de resultados seguirá siendo importante a pesar de todo, por lo que las entidades que antes se adapten al nuevo escenario, una vez se normalicen los tipos de interés, estarán en muy buen camino para diversificar sus ingresos (intereses y comisiones) y seguir creciendo en la etapa de expansión y poder resistir la presión ejercida por sus nuevos competidores: las empresas tecnológicas (conocidas como “Fintech”).

¿Cuál será la tendencia en los próximos meses?

Es muy difícil, por no decir imposible, saber qué ocurrirá en el futuro. La recuperación avanza y se han superado grandes retos, por lo que podemos afrontar el futuro con optimismo.

Como principales temores quizás se puedan señalar el riesgo geopolítico y los populismos emergentes, que no facilitan precisamente la tranquilidad que los ciudadanos, las empresas y los inversores demandan para que se pueda generar y consolidar algo tan importante y etéreo como es la confianza.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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