Siguiendo el guión establecido, por medio del hecho relevante de 20 de diciembre de 2018, BBVA dio a conocer la adopción de determinados acuerdos para, en  ejecución de los planes de sucesión del presidente y del consejero delegado, nombrar a Carlos Torres Vila como Presidente Ejecutivo, en sustitución de Francisco González Rodríguez, y a Onur Genç como vocal del Consejo de Administración y Consejero Delegado, en sustitución del propio Carlos Torres.

La renovación de los cargos de presidente y de consejero delegado en entidades reguladas y cotizadas es siempre un momento delicado, por lo que el supervisor exige a las entidades implicadas la previa ordenación del proceso a través de los conocidos como “planes de sucesión”.

No solo es necesario el orden, sino también que se asegure la idoneidad de los nuevos responsables, que deben contar para el desempeño con la autorización del supervisor bancario.

Carlos Torres ha sido nombrado como Presidente Ejecutivo, lo que también ha debido ser previamente autorizado por el supervisor, pues el modelo deseado, en general, es aquel en el que en el presidente no concurren funciones ejecutivas (para más detalle nos remitimos a nuestro artículo «El “caso Crédit Agricole”: ejercicio simultáneo como presidente del consejo y como “directivo efectivo”», Diario La Ley, nº 9206, Sección Tribuna, 28 de mayo de 2018).

Otra circunstancia remarcable del proceso es que el nuevo Consejero Delegado es de origen turco, en línea con el movimiento del gran competidor de BBVA, Santander, que también ha optado por el italiano Andrea Orcel como CEO. Tratándose de corporaciones globales con un accionariado fragmentado y repartido por todo el planeta, la nacionalidad del primer ejecutivo tras el presidente no deja de ser un elemento de carácter secundario.

En El País Semanal de 30 de diciembre de 2018 («El banquero “outsider” dice adiós») se recogen algunas declaraciones de Francisco González sobre su trayectoria, que se acompañan por las de otras personas con las que el ya ex banquero estuvo en contacto, como António Horta-Osório o José María Aznar.

Antes de su experiencia de dos decenios en BBVA, Francisco González fue programador de ordenadores IBM 1401, lo que podría explicar su “obsesión tecnológica”.

Participó en la creación de Renta 4, pero la diferencia la marcó la venta a Merril Lynch de FG Inversiones Bursátiles por 12.000 millones de pesetas (unos 72 millones de euros). Posteriormente llegarían la llamada de Argentaria y la fusión con BBV.

Pronto supo que, para conservar la independencia, un banquero no puede tener amigos, lo que quizás justifique algunas de las decisiones adoptadas en estos años, como no participar en la salida a Bolsa de Bankia o en la SAREB: “Desde que entré, entendí muy rápido que un banquero no puede tener amigos. Conservo los íntimos, con los que viajas, juegas… Conocidos, miles. Amigos, una docena. ¿En este negocio? Ninguno. En el momento en que los tienes empiezas a perder tu independencia”.

González afirma con un punto de provocación que los grandes competidores de BBVA no son otros bancos como Santander o Citibank sino las “Fintech”: “Pero [Santander] no es nuestro benchmark. Ni el Santander, ni el Citibank ni ningún otro. Nuestro benchmark son los Google y las fintech de turno”.

No resulta extraño, por tanto, que su sucesor Torres Vila sea un ingeniero formado en el MIT con experiencia previa en la consultora McKinsey.

Según el ex presidente de BBVA, “El sistema bancario estará basado en plataformas, ecosistemas complejos en manos de pocos jugadores y donde los clientes tendrán mucha información para concebir sus propios productos. Y cuando quieran contacto físico o de consejo, este llegará mediante robots. Esos ecosistemas no solo darán información financiera: de salud, de educación, entretenimiento… Las barreras entre sectores se derrumban”.

En otro ámbito, González ha destacado que el agente que se sitúe en el centro de cada plataforma “establecerá las reglas, será responsable de su mantenimiento y mejora y validará las transacciones que se produzcan en ella. Por consiguiente, participará de los ingresos que generen esas transacciones y tendrá acceso y controlará la información que se genere en torno a ella, lo que en definitiva representa otra enorme fuente de valor […]. De entre los bancos actuales, muy pocos alcanzarán esta posición […]. Los demás desaparecerán, serán absorbidos o languidecerán gradualmente con un número cada vez más reducido de clientes” (“El próximo paso en finanzas: la banca exponencial”, BBVA Open Mind. 2017, pág. 231).

Como se afirma en la entrevista, quizás nos encontremos ante el último banquero de la generación representativa de la “gran banca”, un concepto que él mismo señala que ya está superado, que no existe.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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