En apenas una década, las entidades bancarias han debido adaptarse a un nuevo paradigma regulatorio y supervisor, en un contexto económico, social y político enrarecido, del que los tipos de interés negativos y el retorno al proteccionismo comercial, por ejemplo, no son más que dos de sus manifestaciones. La transformación digital ha impactado igualmente con fuerza y surgen nuevos competidores que cuestionan la oferta de servicios financieros por las entidades tradicionales, mientras que los clientes son cada vez más exigentes y amenazan con pasarse del lado de estos nuevos proveedores, con los que, en buena medida, ya están bien identificados.

Así las cosas, las amenazas asociadas al cambio climático (que el Banco Central Europeo ya ha incluido entre sus prioridades supervisoras para 2019) se erigen como un riesgo para todos pero también como una nueva oportunidad para el sector bancario tradicional.

El Consejo de Estabilidad Financiera, el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo, el Banco de España, la Comisión Europea… vienen advirtiendo desde hace meses del nuevo enfoque que deben adoptar las entidades bancarias para afrontar los nuevos retos. Del sistema financiero se espera que gestione, en interés de todos, el riesgo de transición como ya lo he hecho en épocas pasadas, que canalice fondos hacia los sectores productivos más proclives a la preservación de la estabilidad climática y, en cierto modo, penalice a los más contaminantes.

El “pack” regulatorio asociado al Plan de Acción de la Comisión Europea sobre Finanzas Sostenibles de marzo de 2018, que se irá materializando en los próximos meses y años, y otras disposiciones domésticas, ya aprobadas, como la Ley 11/2018, que atrae origen de la Directiva 2014/95/UE, o con tramitación iniciada, como el Anteproyecto de Ley de cambio Climático y Transición Energética, trasladarán al ámbito jurídico las expectativas supervisoras y las buenas palabras.

Las patronales financieras también se han movilizado en nuestro país y, de este modo, AEB, CECA, INVERCO, UNACC y UNESPA han constituido el Centro de Finanzas Responsables y Sostenibles (Finresp).

El presidente de la AEB se está mostrando particularmente incisivo en relación con el cambio climático y la sostenibilidad. Buena prueba de ello es, por ejemplo, su discurso “¿Cómo afectan los principios de sostenibilidad al modelo bancario?”, pronunciado en el Curso APIE-UIMP el 20 de junio de 2019.

Según Roldán, los cambios regulatorios procedentes de la Unión Europea, anteriormente bosquejados, “empujarán a las grandes corporaciones, a los inversores institucionales y a las gestoras de activos a integrar el riesgo climático en su estrategia y gestión del riesgo y les obligará a explicar todo ello públicamente”.

Roldán estima que el mercado “será inmisericorde con cualquier práctica cosmética que se lleve a cabo, porque […] esto de las finanzas sostenibles no es una moda pasajera, sino que ha llegado hasta aquí para quedarse, por lo que las entidades deben aproximarse a este mercado con una mentalidad de permanencia”.

El presidente de la AEB también se refirió a los Principios de Banca Responsable, impulsados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y 27 bancos fundadores, entre los que se encuentran los españoles BBVA y Santander. La adhesión de estos y otros bancos a los Principios supone para los firmantes, en general, la formalización de su “compromiso para alinear sus actividades empresariales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París sobre cambio climático”.

En este proyecto, “los bancos no están solos en la construcción de unas finanzas responsables, sino que forman parte de un proyecto global que incluye a la humanidad entera. Por primera vez en la historia, las instituciones, los gobiernos, los pueblos en su conjunto se han parado a pensar qué mundo deseamos tener, qué mundo queremos dejar a las generaciones venideras. Y la respuesta a esa pregunta ha tomado forma en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por las Naciones Unidas y en el Acuerdo de París sobre cambio climático”.

El factor de sostenibilidad añade, para Roldán, dos enfoques novedosos: (i) reforzará la visión a largo plazo del negocio bancario y (ii) acentuará una aproximación social y ética, que ya existía bajo el concepto de RSC, pero que “ahora tiene una dimensión más profunda y extensa”.

Será necesario un cambio radical en la cultura y mentalidad de las organizaciones, dando preponderancia al medio y largo plazo sobre el corto plazo, a la transparencia y al interés colectivo sobre el interés propio, al diálogo y la colaboración frente a la autosuficiencia, y a una distribución más justa de la riqueza.

En este proceso, las entidades bancarias asumirán riesgos, pero también encontrarán oportunidades de negocio, y podrán acercarse a los clientes y relacionarse con ellos de forma renovada. Sobre todo, se abrirá una nueva ocasión para aproximarse a los “millennials” y los “post-millennials”.

Este esfuerzo permitirá alcanzar un nuevo contrato social o “Green Deal” que implique a los gobiernos, a las empresas, a los consumidores y al sistema financiero.

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José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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