Hexagrama 47 del I Ching
Le arrancan la nariz y los pies.
Opresión a manos del hombre con bandas rojas en
las rodillas.
La alegría viene dulcemente.
Ofrendas y libaciones son aconsejables.
«Durante mucho tiempo —media hora por lo menos— Frink estudió la línea y sus connotaciones, preguntándose qué podría significar. El hexagrama y especialmente la línea móvil lo perturbaban. Por fin, concluyó de mala gana que no recibiría el dinero.
—Te fías demasiado de ese libro —dijo Ed McCarthy.
A las cuatro llegó un mensajero de la Compañía W-M que entregó a Frink y a McCarthy un sobre de papel de embalar. Lo abrieron y encontraron dentro un cheque certificado por dos mil dólares.
—De modo que estabas equivocado —dijo McCarthy.
Frink pensó: Entonces el oráculo se refería a una consecuencia futura. Esto es lo malo; más tarde, cuando ha ocurrido, uno mira hacia atrás y descubre qué quería decir el oráculo. Pero ahora…
—Podemos empezar a instalar la tienda —dijo McCarthy.
Frink se sintió cansado de pronto.
—¿Hoy? ¿Ahora mismo?
—¿Por qué no? Ya hemos escrito las cartas pidiendo materiales. Sólo falta que las llevemos al correo. Cuanto antes mejor. Y los materiales locales los podemos traer personalmente. 
Poniéndose la chaqueta, Ed fue hacia la puerta del cuarto de Frink.
Habían dicho al propietario que le alquilarían el sótano del edificio. Ahora era utilizado como depósito. Una vez que sacaran los cajones podrían armar el banco de trabajo, arreglar la instalación eléctrica, montar los motores. Ya habían preparado los planos y las listas de materiales. De modo que habían comenzado ya, realmente.
Hemos entrado en el mundo de los negocios, pensó Frank Frink. Hasta estaban de acuerdo a propósito del nombre: “JOYAS TRADICIONALES DE EDFRANK”.
—Todo lo que podemos hacer hoy —dijo— es comprar la madera para el banco y quizás las partes eléctricas. Pero no los materiales de las joyas. 
Fueron a un depósito de madera en el sur de San Francisco. Media hora después ya tenían la madera.
—¿Qué te preocupa? —dijo Ed McCarthy mientras entraban en una ferretería al por mayor.
—El dinero. Me deprime. Financiar un negocio de este modo.
—El viejo W-M es un hombre comprensivo —dijo McCarthy.
Lo sé, pensó Frink. Por eso mismo me siento deprimido. Hemos entrado en el mismo mundo. Somos como él. No es agradable.
—No mires hacia atrás —dijo McCarthy—. Mira hacia adelante. A los negocios.
Estoy mirando adelante, pensó Frink. Recordó el hexagrama. ¿Qué ofrendas y libaciones podría hacer? ¿Y a quién?»
«El hombre en el castillo», Philip K. Dick
(Sobre literatura y emprendimiento, ver también: «Claves para empezar un negocio con éxito, según Murakami»).

José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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