(Publicado en UniBlog el 18 de diciembre de 2018)

“Este año se han producido enormes olas de calor en América del Norte y en Europa, huracanes en América del Norte y tifones en el sudeste asiático, sequías en el sur de África y Australia, lluvias sin precedentes que han causado mortales deslizamientos de tierra en Japón, y, ahora, los devastadores incendios forestales en California”.

Aunque el anterior párrafo parece estar tomado de la información meteorológica, en realidad, es transcripción de un reciente discurso de Mark Carney, Gobernador del Banco de Inglaterra[1].

Lo primero que llama la atención es que los desastres naturales no se focalizan en una zona determinada del planeta, sino que se extienden por los cinco continentes sin excepción.

Pero, acaso más que lo anterior, sorprenda el interés de un banquero central por el cambio climático. Se puede pensar que este interés es puramente material, pues, por ejemplo, las pérdidas financieras en el sector de seguros asociadas a estas calamidades se aproximaron en 2017 a los 140.000 millones de dólares.

Sin embargo, los reguladores y los supervisores financieros están siendo especialmente activos en la lucha contra el cambio climático y en el intento de cambiar la tendencia que, según todos los indicios, nos llevará, antes o después, si no se actúa y se adoptan las medidas adecuadas, a agotar los recursos naturales y al colapso económico y social.

El Mecanismo Único de Supervisión del Banco Central Europeo también ha incluido entre los riesgos a seguir durante el ejercicio 2019 el de cambio climático, que, aunque no supone una amenaza en el corto plazo, puede afectar a las entidades de crédito “indirectamente, aunque de forma significativa, por eventos climáticos extremos más frecuentes e intensos o por la transición en curso a una economía baja en carbono”.

Por todo ello, puesto que hay autorizadas voces que afirman que nos encontramos en un punto de no retorno, quizás no sea casual que el último Premio Nobel de Economía se haya concedido, junto a Paul M. Romer, a William D. Nordhaus, por su contribución a la integración del cambio climático en el análisis macroeconómico a largo plazo.

Es coherente con este estado de cosas que una buena parte de las entidades bancarias esté comenzando a tratar los riesgos asociados al cambio climático como otros riesgos financieros más tradicionales, y que, las más avanzadas, los estén incorporando a sus marcos generales de identificación y gestión de riesgos, estableciendo estrategias y objetivos desde los mismos consejos de administración, es decir, al más alto nivel.

De este modo, ha quedado superada una visión de la protección medioambiental circunscrita a la RSC de las entidades, que ha dado paso a otra mixta, en la que lo rigurosamente financiero y lo relativo a la sostenibilidad van de la mano. Como muestra, en el “Anteproyecto de ley de cambio climático y transición energética”, con todas las vicisitudes por las que pueda pasar hasta su eventual aprobación, se prevé que las entidades cotizadas y las de crédito deberán emitir un informe anual sobre la estimación de riesgos financieros asociados al cambio climático y a la transición hacia una economía más sostenible.

En el ámbito de la Unión Europea, merece ser destacado el Plan de Acción de la Comisión Europea (“Financiar el desarrollo sostenible”), de marzo de 2018. Tras identificar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible —ODS—) como los ejes de la nueva estrategia, se fija un elevado nivel de exigencia al sistema financiero, ya que, para atenuar “las consecuencias catastróficas e imprevisibles del cambio climático y del agotamiento de los recursos”, su desempeño será esencial para “reorientar el capital privado hacia inversiones más sostenibles”.

Como ya se ha señalado, “las autoridades públicas se han propuesto utilizar al sector financiero […] como instrumento para llevar a cabo la transición energética hacia modelos económicos y financieros menos intensos en carbono y más respetuosos con el medio ambiente”[2].

El “Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre Finanzas Sostenibles” constituido en 2016 a instancias de la Comisión Europea, que emitió su informe final en enero de 2018 y en el que se basa el Plan de Acción, determina que las finanzas sostenibles se deben articular en torno a dos imperativos urgentes:

  1. Mejorar la contribución de las finanzas al crecimiento sostenible e inclusivo mediante la financiación de las necesidades de la sociedad a largo plazo.
  2. Reforzar la estabilidad financiera mediante la incorporación de los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) a la toma de decisiones de inversión.

Hay que aclarar que las finanzas sostenibles no solo deben asociarse con la protección medioambiental, sino también con elevados estándares en materia de compromiso de las entidades bancarias con la sociedad y de su mismo gobierno corporativo (enfoque ASG), aunque es cierto que en los países occidentales la parte en la que queda más camino por recorrer, en un intento de armonizar el crecimiento con la sostenibilidad, con el reloj en contra, es en la medioambiental. En posteriores artículos de UniBlog, analizaremos las vertientes social y de gobernanza de las finanzas sostenibles.

Según el discurso citado al comienzo de este artículo, se estima que la inversión en infraestructuras relacionada con lo ambiental en el periodo 2015-2030 requerirá unos 90 billones de dólares, por lo que, como se puede presumir sin esfuerzo, acaso haya pocos ámbitos más propicios que este para que el liderazgo en lo financiero venga acompañado del buen posicionamiento ante la sociedad y ante las generaciones futuras.

No deja de ser paradójico que a un sector tan castigado en su reputación como el financiero se le haya atribuido una responsabilidad de este tamaño, aunque la batalla contra el cambio climático no solo se ganará con las grandes decisiones, sino también con los pequeños gestos de toda la ciudadanía en el día a día.

[1] Carney, M., “Remarks at the Accounting for Sustainability Summit 2018”, Accounting for Sustainability Forum, St. James’s Palace, London, 21 November 2018.

[2] Roldán, J.Mª., “Bancos: palanca de cambio hacia una economía sostenible”, El País, suplemento “Negocios”, 30 de septiembre de 2018.


José María López Jiménez

Especialista en regulación financiera. Doctor en Derecho

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